El benefactor Desde el inicio de la corporación me vi entre disturbios los cuales debían resolverse bajo las aguas, sin causar ruidos. Debía mantener bajo perfil para no llamar la atención. Las mafias no tenían que darse cuenta de lo que sucedía y lo mandaran abajo, como siempre lo hicieron con lo que iba surgiendo. Nadie estaba dispuesto a perder porque ya en una vez nos habían puesto en jaque. Joseph y Axel, sumado a Elliot, el último era ministro de ese tiempo y padre del miserable de Taddeo. Se unieron, llevando una investigación en mi contra llegando a descubrir lo que estaba haciendo. Al final no les sirvió de nada, porque uno se llevó cuatro balas, el otro fue quemado mientras aún respiraba y el tercero murió pensando que su hijo estaba muerto, aunque su hijo vive con los recuerdos que se le crearon.Es fácil manipular a un niño para hacerle pensar que fue quien causó la muerte de alguien. Taddeo no los mató, pero lo recuerda como sí así hubiera pasado. Sigo hojeando el i
El benefactor.—Que tu odio por él no te ciegue viendo motivos en quienes no los tienen. —declaro y este solo mueve la vista por el tic pendejo que se carga cuando se enoja. —Olvida tu odio hacia Evans por hoy, concéntrate en todos, para que no se pase ninguno de los que debemos derribar. —dispongo. —Fallaste, Elyas. Eso debería ser sospechoso, porque lo tenías en bandeja de plata. —le hago ver sus fallas también. —No era mucho pedir buenos resultados, pero por lo visto te queda grande actuar como el mafioso que una vez fuiste. —su enojo es notable. —Esta semana quiero que las cabezas de Reed, Giordano y el escorpión estén en esta mesa. ¡Sin fallas las quiero aquí!Saben que es mejor no provocarme porque su muerte se puede adelantar y no me va a temblar la mano para atravesar su cabeza. —Sus aliados pueden tomar represalias. —debate Elyas. —¿Quienes son sus aliados? —Cuando el antiguo korol estaba en el mando, se hizo un alto mando que actuaba en base a lo que él demandaba. —cuenta
Briana.Semanas antes...“Despertar en un sitio oscuro repleto de polvo y con un entumecimiento en todo el cuerpo es desesperante. La boca la tengo seca, el aire me falta, la cabeza martillea como una campana que suena constantemente dentro de mi.Al poder moverme me doy cuenta de donde estoy, la fundación. Todas las habitaciones cuentan con la misma inscripción en la puerta.Un lugar muy conocido, pero del que no puedo escapar debido al cuerpo que no me funciona como consecuencia de lo que me inyectaron. Muevo un pie y las manos empiezan a hormiguear por largos minutos, en los que cuando puedo tocar siento a alguien más a mi lado.Lucho por moverme, cada parte de mí arde y por más que intente respirar con normalidad se me es imposible. La puerta se abre, dando paso al hombre que conocí como mi padre hasta...¿Hace cuánto estoy aquí?—Tengo una reunión con el benefactor en unos días. Ahora no podemos vernos por eso vamos a tener que posponer todo.Encienden la luz y por inercia mis o
BrianaEl aire frío se cuela por la ventana. Las rejas están muy bien aseguradas y la noche parece triste como lo estoy yo. No puedo dormir debido a mi abdomen prominente. Tengo hambre, pero no es como que pueda comer cuando se me antoje, Vincent es flexible en varias cosas, solo con lo que le conviene, no lo hace cuando se trata de cosas sencillas que no son "tan necesarias".Ocho semanas han pasado. Ocho semanas encerrada, veinticinco de gestación y no puedo escapar de este sitio. El cabello ya está en tonos más oscuros. Ya no queda casi nada del color dorado que tenía, me gusta, aunque no es en lo que más pienso. Desde que llegué busco una forma de escapar, pero no me acerco a los barrotes porque podrían dañar a mi bebé. Si lucho tiene riesgos. Lo único que me queda es ganar tiempo o enviar una señal de que estoy en este sitio. No tengo nada que lanzar, ni por donde bajar. Es una maldit@ tortura cuando las lágrimas cubren mi visión. Mi pequeño tormento se mueve cuando le hablo
Briana.Nos suben a un vehículo en el cual permanezco callada. Solo observo con interés por la ventanilla el paisaje que se mueve a medida que avanzamos. No puedo lanzarme del auto por más que tenga la oportunidad. No me arriesgaría a dañar a mi bebé y mucho menos a hacerlo sin generar un resultado alguno. Vera se lanza palabras soeces con Bonnie que no se queda atrás, casi yéndose sobre ella. En más de una ocasión el padre de ambas debe intervenir para que no se maten dentro del pequeño espacio. Sostengo la mano de Bonnie, logrando que se calme aún cuando es difícil lograrlo. Al llegar a un edificio de una clínica me tenso cuando varios escenarios atroces llenan mi cabeza. Me he vuelto una paranoica.—Ese bebé me sirve así que no, no va a morir. “el ministro aclara, pero aún no Aclara, A pesar de ser su idea sacarnos de Londres, no tiene autorización para abordar el mismo medio de transporte. Escucho a Vera decir que nadie, además del benefactor, debe saber su ubicación, por lo q
Bennett Mi espalda arde, mi pulso se acelera y cada uno de mis músculos está siendo estirado a más no poder con la fuerza que ejerzo al tirar de la venda que sostengo para poner a prueba mi resistencia. Los músculos me queman. Cada respiración no termina de llegar a mis pulmones cuando debo soltarla, por lo que cuento los minutos que soporto, para después soltar las partes de hierro que cuelgan de ambos lados. Los bíceps se remarcan. Cada línea de las venas que recorren los músculos dejan ver mi gran trabajo con el ejercicio desde que tengo consciencia. Nada me ha detenido, a los dieciséis ya tenía una rutina bien marcada, la cual hacía tres veces por semana, cuando tenía el tiempo suficiente para que no fuera en vano. Hoy prefiero hacer esto a estar observando caras pendejas que se pasean como si fuera la gran cosa. Suelto el aire por la boca. Un alivio me recorre al ver que el cronómetro sólo es superado por mí mismo. Nunca por nadie más que por mí. Si he de caer, ni siquiera e
Bennett.Si mi padre viera lo que permití, se volvería a morir. Posiblemente se metiera los balazos él mismo. Claro que lo escuché en una de las veces en que llegó borracho. En ese entonces no entendía sus palabras, pues fueron hirientes para un niño de seis años pero las comprendo. “—¿Sabes lo que ganas con alguien que lleva tu sangre? —niego, bebe de su botella. –Debilidad. Vulnerabilidad. Das las armas al mundo para derribarte. Se acuesta en el mueble con la botella contra su pecho.—Por eso no planee tenerte. Nunca deseé que existieras. —solo miro como sigue tomando eso que huele tan mal. —No debes quererme, Bennett. —se levanta dejando la botella a un lado. —Odiame. No tengas afecto por nadie. Cuando seas lo que serás, nadie tendrá de donde agarrarse para tirarte al suelo. Menos por mí. Nadie podrá derribarte si no tienes una. Me agarra de la parte trasera de la nuca con fuerza, llevándome contra su pecho por primera vez. Su pecho suena a un tambor con un ritmo acelerado y por
Bennett.—¿Esta tarde? —levanto la vista, pero me vuelvo a concentrar en la pantalla sin interés alguno. —¿Qué les asegura que llegará?Me mira por un instante en el cual cree que no lo noto. Me escanea con un gesto que reconozco muy bien. Hacía lo mismo cuando tenía que ir a una misión de la que posiblemente no saldría con vida. Me repara por breves segundos antes de colgar la llamada, se acomoda en la silla dejando el aparato a un lado para después actuar como el jefe que siempre le ha gustado ser. Aunque apenas puede controlar a quienes quería dominar. —¿A quién tengo que matar? —Soy directo, él frunce el entrecejo. —Porque eso es lo que querías proponer ¿no es así? —apago el móvil. —No puedes cambiar tu actitud, ministro ¿o ya no puedo decirte de ese modo? ¿Te quitaron el puesto, Vincent? Su enojo se puede sentir en el aire. —Todos somos reemplazables. —su cara de molestia me la disfruto. —Por eso no te adueñes de un puesto, ni presumas algo tan ridículo que se ha obtenido tan