BrianaEl aire frío se cuela por la ventana. Las rejas están muy bien aseguradas y la noche parece triste como lo estoy yo. No puedo dormir debido a mi abdomen prominente. Tengo hambre, pero no es como que pueda comer cuando se me antoje, Vincent es flexible en varias cosas, solo con lo que le conviene, no lo hace cuando se trata de cosas sencillas que no son "tan necesarias".Ocho semanas han pasado. Ocho semanas encerrada, veinticinco de gestación y no puedo escapar de este sitio. El cabello ya está en tonos más oscuros. Ya no queda casi nada del color dorado que tenía, me gusta, aunque no es en lo que más pienso. Desde que llegué busco una forma de escapar, pero no me acerco a los barrotes porque podrían dañar a mi bebé. Si lucho tiene riesgos. Lo único que me queda es ganar tiempo o enviar una señal de que estoy en este sitio. No tengo nada que lanzar, ni por donde bajar. Es una maldit@ tortura cuando las lágrimas cubren mi visión. Mi pequeño tormento se mueve cuando le hablo
Briana.Nos suben a un vehículo en el cual permanezco callada. Solo observo con interés por la ventanilla el paisaje que se mueve a medida que avanzamos. No puedo lanzarme del auto por más que tenga la oportunidad. No me arriesgaría a dañar a mi bebé y mucho menos a hacerlo sin generar un resultado alguno. Vera se lanza palabras soeces con Bonnie que no se queda atrás, casi yéndose sobre ella. En más de una ocasión el padre de ambas debe intervenir para que no se maten dentro del pequeño espacio. Sostengo la mano de Bonnie, logrando que se calme aún cuando es difícil lograrlo. Al llegar a un edificio de una clínica me tenso cuando varios escenarios atroces llenan mi cabeza. Me he vuelto una paranoica.—Ese bebé me sirve así que no, no va a morir. “el ministro aclara, pero aún no Aclara, A pesar de ser su idea sacarnos de Londres, no tiene autorización para abordar el mismo medio de transporte. Escucho a Vera decir que nadie, además del benefactor, debe saber su ubicación, por lo q
Bennett Mi espalda arde, mi pulso se acelera y cada uno de mis músculos está siendo estirado a más no poder con la fuerza que ejerzo al tirar de la venda que sostengo para poner a prueba mi resistencia. Los músculos me queman. Cada respiración no termina de llegar a mis pulmones cuando debo soltarla, por lo que cuento los minutos que soporto, para después soltar las partes de hierro que cuelgan de ambos lados. Los bíceps se remarcan. Cada línea de las venas que recorren los músculos dejan ver mi gran trabajo con el ejercicio desde que tengo consciencia. Nada me ha detenido, a los dieciséis ya tenía una rutina bien marcada, la cual hacía tres veces por semana, cuando tenía el tiempo suficiente para que no fuera en vano. Hoy prefiero hacer esto a estar observando caras pendejas que se pasean como si fuera la gran cosa. Suelto el aire por la boca. Un alivio me recorre al ver que el cronómetro sólo es superado por mí mismo. Nunca por nadie más que por mí. Si he de caer, ni siquiera e
Bennett.Si mi padre viera lo que permití, se volvería a morir. Posiblemente se metiera los balazos él mismo. Claro que lo escuché en una de las veces en que llegó borracho. En ese entonces no entendía sus palabras, pues fueron hirientes para un niño de seis años pero las comprendo. “—¿Sabes lo que ganas con alguien que lleva tu sangre? —niego, bebe de su botella. –Debilidad. Vulnerabilidad. Das las armas al mundo para derribarte. Se acuesta en el mueble con la botella contra su pecho.—Por eso no planee tenerte. Nunca deseé que existieras. —solo miro como sigue tomando eso que huele tan mal. —No debes quererme, Bennett. —se levanta dejando la botella a un lado. —Odiame. No tengas afecto por nadie. Cuando seas lo que serás, nadie tendrá de donde agarrarse para tirarte al suelo. Menos por mí. Nadie podrá derribarte si no tienes una. Me agarra de la parte trasera de la nuca con fuerza, llevándome contra su pecho por primera vez. Su pecho suena a un tambor con un ritmo acelerado y por
Bennett.—¿Esta tarde? —levanto la vista, pero me vuelvo a concentrar en la pantalla sin interés alguno. —¿Qué les asegura que llegará?Me mira por un instante en el cual cree que no lo noto. Me escanea con un gesto que reconozco muy bien. Hacía lo mismo cuando tenía que ir a una misión de la que posiblemente no saldría con vida. Me repara por breves segundos antes de colgar la llamada, se acomoda en la silla dejando el aparato a un lado para después actuar como el jefe que siempre le ha gustado ser. Aunque apenas puede controlar a quienes quería dominar. —¿A quién tengo que matar? —Soy directo, él frunce el entrecejo. —Porque eso es lo que querías proponer ¿no es así? —apago el móvil. —No puedes cambiar tu actitud, ministro ¿o ya no puedo decirte de ese modo? ¿Te quitaron el puesto, Vincent? Su enojo se puede sentir en el aire. —Todos somos reemplazables. —su cara de molestia me la disfruto. —Por eso no te adueñes de un puesto, ni presumas algo tan ridículo que se ha obtenido tan
Bennett.—De verdad creí que su ingenuidad era menos, pero el creer que Reed y Giordano se dejaran matar tan fácil me deja claro que no son ingenuos, sino pendejos. —elevo la aeronave. —Suerte con eso. —No son inmortales. —se defiende Winter. —Tampoco unos imbéciles, como tú. —Los afamas porque son tus amigos. —comenta Vera erróneamente. —No, teniente. Si digo que hacer lo que piensan les costará, es porque vi a Aarón derribar a varios el sólo y el Marine fracasado no sería problema para él. Lo reitero con Taddeo, porque el infeliz no se detiene hasta que la tráquea está fuera de lugar. —le recuerdo. —Pero pueden soñar con que pueden lograr algo con ellos. —Tal vez no vaya a estar tan cerca para probar esa teoría. —dice Winter con suficiencia. —Soñar es gratis, fracasado. Sobrevolamos Londres unas horas después, aterrizando en uno de los edificios que pertenecen a la familia Evans. Nadie lo sabe, porque no me gusta que sepan que tanto abarca lo que dominaban los integrantes de
Bennett.Siempre me he valido de mis habilidades y no de lo que poseo. Mi madre dijo en una ocasión, si lo que presumes se puede acabar, entonces no tienes nada. No hay palabras más ciertas que esas. El dinero se puede terminar, lo sigo usando y por mucho que haya suficiente para vivir esta y dos vidas más con las más grandes comodidades, a lo que estoy acostumbrado, no es algo de lo cual considere un legado como tal. No como ser parte de la milicia, tener los logros que nadie me puede quitar y poseer lo que todo mundo ansía. Resistencia máxima. El poder no es para aquellos que nacieron con ventajas sino para quienes están dispuestos a darlo todo, eso escuché decir a Isaac en una ocasión. Fue sin sentido en ese tiempo, pero hoy lo comprendo. No todos están dispuestos a dar su propio bienestar por el ajeno. Héroes se les dice comúnmente. Yo les digo, ingenuos. El mundo nunca va a estar a gusto por el actuar de nadie completamente.Siempre llevará más fielmente el recuento de los er
Bennett.—Estaba merodeando los alrededores y...—Largo, me encargo de él. Si alguien lo puede matar soy yo. Nadie más que yo puede dañarlo. —ordena con ese porte de jefa que domina a la perfección y que me acelera el corazón solo de verla. —Largo, esto no es necesario que lo sepa nadie ¿queda claro? —su disposición es acatada rápidamente. Dan un asentimiento y salen sin hacer ruido. —¿Nos decimos hola de nuevo, cariño?—¿Dañarme a mí? Puedo hacerlo contigo, serpiente. —camino hasta su puesto, pero no deja de mantener su brazo firme. La maldit@ pose letal que tengo enfrente solo me pone dura la polla, pues el crop top blanco sumado a la chaqueta de cuero que carga le deja descubierto el abdomen que me invita a pasar la lengua por el lugar. —No me asustas, Bennett Evans. —quita el seguro de su arma, mientras la mía permanece igual. Sonrío. —No puedes conmigo. Ha quedado demostrado muchas veces. —No me conoces bien, Boss. —le digo con una risa. —Si tuviera la oportunidad de matarte