Bennett Nunca me imaginé que llegaría el día en que vería imágenes del ministro ser tan aclamado como sucede en todos lados. La nación entera está tensa. Todos lo ven como una víctima, a quien atacaron solo por defender a su gente con gallardía. Tontos. Son solo un medio para quedar como el héroe cuando pueda salir y decir que fue un sobreviviente que luchó aún sin su familia o algo por el estilo. Ya sé cómo se gasta con los discursos y esta vez no será la excepción.Entro a la mansión cubierta por el humo. Aún se puede ver la sangre por todos lados y los escombros esparcidos, convirtiendo el sitio en una escena muy bien montada. Se esmeró mucho para que quedara perfecto y que nadie viera nada más que lo planeado por él. —La lista de las víctimas. —Adam me alcanza un papel, mientras me acerco a la puerta.Comienzo a leerla deteniéndome al ver algo que me hace sentir el sabor amargo en la boca. El nombre de la vieja que nos cuidó desde niños a Bonnie, Briana y a mí de alguna forma s
Bennett.Miro la hora y aún me quedan ocho horas para lo acordado, así que me voy al comando en donde Adam entra casi dos horas después, con una mascarilla quirúrgica cubriendo su boca. Se ve sudoroso y asquerosamente cansado. —Vomité. Mi estómago no soporta los olores fuertes, ni la comida. —se sienta, limpiando su frente. —¿Sabes cómo huele un muerto?No digo nada, solo observo su actitud de siempre. —Ahora imagina estar entre muchos de ellos. Sueltan grasa como...—Deja de decir tanta babosada y dame lo que encontraste. —le arrebato el informe de mala gana. Oigo cómo toma el basurero en donde empieza con las arcadas, como si no fuera quien acaba con vidas de criminales en todas las misiones, en tanto leo y miro cada hoja. Nunca me equivoco y esta no es la excepción. No eran ellas. Mi intuición ha ido mejorando. Creo saber cual es la causa. Voy por buen camino según mis conclusiones. Evoco la imagen de Vera. Busco su número en la lista de contactos y la encuentro hasta al fina
Bennett. —¿Cansado? Esa voz conocida me hace dirigir la mirada a la puerta solo para ver a la dueña de esta. Sus ojos me miran directamente y sus labios rojos están levemente extendidos. También está agotada por lo visto. —De la vida. —confieso, dejando que se acerque. Su perfume característico invade mi olfato, deleitándome con ello. —No eres el único. —se sienta en mi regazo y no muevo más que las manos para dejar que se recueste en mi pecho. La necesito más cerca que esto y debe entenderlo. —Creí que te esconderías después de ser expuestos. —la rodeo con mis brazos. —Siempre hay planes tras planes en estos casos, Soberbievans. —alcanza mi boca y la sostengo para que no se aleje rápido. Gruño. Sus labios carnosos son adictivos y con cierta capacidad de convencimiento, solo por tenerlos cerca, como ahora. Su deliciosa boca me reduce solo a un hambriento animal que ansía ser inmune a su poder, pero a la vez no querer alejarse nunca. Enredo mis dedos en su cabello que huelo, en
Bennett —Sabía de tus encuentros fortuitos en lugares poco concurridos, pero nunca imaginé que fueran de este tipo. —el único integrante de mi equipo camina con la alerta en todo su semblante. —Es en el último piso. —Y supongo que ascensor no hay. —se queja. —Mis días de hacer ejercicio son del 32 al 35 de cada mes, no hoy. —¿Algún día dirás algo coherente, Adam? —le reprocho sin nada de paciencia. Ambos nos adentramos al sitio, en donde miramos lo agrietado que está el edificio. Moho, ratas muertas y cosas viejas en cada esquina. El olor a antiguo vuela por el aire volviéndose tóxico y asqueroso. Estoy acostumbrado a estar en sitios nauseabundos, pero no quiere decir que no me parezca desagradable. Subimos por las escaleras, con las alertas encendidas, todo puede salirse de control. Llegamos al último piso y el panorama cambia. Hay dos sujetos en la entrada del pasillo y una extensa línea de los mismos hasta llegar a la puerta en la que seguramente se encuentra quien busco. No
Aarón ReedNunca me ha gustado el encierro. Detesto esa soledad en la cual uno se vuelve como un idiota para no salir de donde no quiere estar. No lo hice ni cuando mis padres murieron, debido a que solo pasó el funeral y fueron por mí para llevarme a la milicia, donde no hay tiempo para tristezas estúpidas, porque el desgaste físico es a lo que se debe sobrevivir. Aprendes a canalizar emociones para que no te llenen la cabeza y no suceda lo que hago justo ahora. Por alguna razón quiero dormir. Quiero no moverme más o que no estén con su cotilleo de consejos motivacionales. El dormitorio tiene las cortinas cubriendo hasta el último centímetro de la ventana, para que no entre la luz del sol. Suelto una bocanada de aire, exasperado por tal situación. De nada me sirve lamentarme si no está aquí. Las palabras del escorpión resuenan en mi cabeza como una grabadora que repite y repite lo mismo. Me digo que puede tratarse de un juego. Ese tipo se gasta ese tipo de mierd@s para hacer uso
BennettLa llegada a Francia es en cuestión de horas, en las cuáles pasamos por diversas pistas para no ser rastreados por nadie. Casi a mediodía pisamos tierra francesa, eso lo puedo reconocer fácilmente. Por esa misma razón es que nunca se encontró ninguna huella que nos sirviera para identificar rutas o movimientos de esta gente. Tienen filtro tras filtro. Se mueven entre sombras y cuando estas parecen acabar, hay más. Muchos se muestran recelosos al verme, pero me importa una puta mierd@ el que maquinen diversas maneras de matarme, fácil no la tienen. Desean cortarme la cabeza, lo han intentado antes y aquí estoy en medio de todos como el hijo de puta que siempre he sido. Le temen a quien está afuera sin saber que alguien igual o peor está aquí, justo a su lado. Peor que ellos incluso. Porque mientras creen que pueden sorprenderme con su mierd@, no me causan una sola impresión.—Por aquí, Ben—, me llama Vera, poniendo la mano en mi espalda para que camine a su paso. Su cabeza
Bennett.—Si vas a apuntar, dispara. —se la arrebato con facilidad. —Como dije. Retadoras. Eres bella, pero temerosa, no una máquina mortal en todos los sentidos. Mira al hombre detrás mío buscando ayuda y solo me río de que el viejo Wabner tampoco pueda hacerme frente, como desean hacerlo. Teme lo que soy y no sabe en lo que soy capaz de convertirme si me toca las pelotas. Y por el camino que está tomando seguro lo verá más rápido de lo que piensa. —Ahora, mis reglas se deben respetar porque soy igual o más competente que ustedes y tengo más conocimiento sobre asuntos que todos en la corporación no. —establezco bebiendo de mi licor. —Así que si pensaban que esta unión era una sumisión de mi parte están muy equivocados. —soy claro. —Así como no dude en presionar el gatillo para acabar con uno de los integrantes de mi equipo, no lo haré si me tocan los cojones. No dejo de verlos en ningún instante para que vean que el temor no se hizo para mí. La lástima la deje de sentir en la i
Bennett.Unos tipos entrenan entre la gran multitud su uso con cuchillos con un poco de habilidad, que no se compara en nada porque lo hacen con miedo a cortarse y no con la emoción que lo requiere. Volteo los ojos, mirando la escena ridícula que muchos admiran como si fuese la gran cosa. Mi risa irónica no la escondo ganando la mirada del que está en medio y los que lo rodean. —¿El nuevo cree que puede hacerlo mejor? —me habla uno de ellos con una mirada desafiante —¿Nos quiere mostrar cómo se hace?Estira la mano con el cuchillo hasta mí, lo miro con desagrado ante la estupidez. —Siempre es lo mismo. Creen que son los mejores, pero nunca muestran nada. —se burla.Desafiar a un hombre con deseo de extirpar la existencia de muchos no es buena idea. Pego la botella de licor en el pecho del ministro, quien la recibe intentando hacerme cambiar de opinión, pero si no lo hizo cuando estuve bajo su tutela, ahora menos. —Es un juego de niños. —le digo empuñando el mango, sosteniéndolo c