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Capítulo 2: Quiero un baile privado.

Sasha tenía delante un caballete con un cuadro en blanco que pretendía pintar, pero lo único que hacía era jugar con el carboncillo entre sus dedos, manchándolos de negro. Normalmente su mente era un universo lleno de inspiraciones, con tan solo tener un papel en blanco y un bolígrafo era capaz de dibujar maravillas, pero en aquel momento lo único que tenía en su cabeza eran las curvas de la stripper. Él no dejaba de pensar en ella y se negaba a pintar cualquier detalle de aquella mujer.

Él reloj parecía que iba lento, Sasha no dejaba de mirarlo deseando que las horas pasaran lo más rápido posible, porque estaba dispuesto a regresar al club durante la noche. No iba a permitir que una stripper se hiciera la digna con él, más que nada porque para Sasha ella no podía ser diferente de las demás. De repente escuchó su teléfono móvil sonar y puso los ojos en blanco porque ya sabía quién era, entonces decidió contestar la llamada para que Frank lo dejará en paz de una buena vez.

–¿Qué quieres Frank? –Preguntó Sasha resoplando con fastidio y escuchó la risa de su amigo al otro lado.

–Amigo quien te llegue a escuchar ahora mismo, no diría que has pasado la noche con una mujer con experiencia y que seguramente sabrá como volver loco a un hombre en la cama. –Bromeó Frank y Sasha puso los ojos en blanco mientras que se acostaba en su sillón mirando el carboncillo que tenía en las manos. –¿Qué pasa hermano, la chica no era buena profesional?

–No sé si será buena profesional Frank, pero te puedo decir que es muy selectiva con sus clientes. –Escupió Sasha apretando los dientes, enojado y escuchó a su amigo reírse.

–¿Qué quieres decir con selectiva Sasha?

–¡¡Pues que no ha querido pasar la noche conmigo!!–Exclamó Sasha escuchando la carcajada al otro lado de la línea.

–¿Dime que esto es una broma? –Se burló su amigo. –¿Me estás diciendo que una stripper ha rechazado al mayor conquistador de Nueva York?

–Sí ríete todo lo que quieras. Seguramente el humo del escenario la habrá intoxicado o puede que dar tantas vueltas en la barra le habrá dejado mal de la cabeza…yo qué sé Frank, pero te aseguro que esto no se va a quedar así.

–¿No estarás pensando en volver al club verdad?

–¡Sí volveré al maldito club, a ver si esa loca ya tiene las ideas claras! –Afirmó Sasha con determinación, recordando cada detalle de Sol.

–Sí que te ha gustado la stripper hermano, jamás te había escuchado hablar así de una mujer, aunque solo estés molesto. Normalmente olvidas cualquier mujer que se cruce en tu camino cuando sale el sol.

–¡No seas ridículo Frank, solo quiero que ella sepa quién es Sasha Hoffman!

Horas más tarde, Sol estaba cambiando las sábanas de la pequeña cama de su hija Estrella, que con apenas cinco años intentaba ayudarla como si fuera una niña mayor.

–Ya sabes que debes obedecer a Rosa, mi amor y rezar antes de dormir.

–Sí mi general! –Contestó Estrella mirando a su madre con una hermosa sonrisa.

–¿Veo que te has tomado muy enserio esto de ser del ejercito verdad? –Preguntó Sol levantando a su niña en brazos que se abrazó al cuello de su madre.

–Sí mamá, quiero protegerte, entonces algún día seré soldado.

–Y no lo dudo, sobre todo sabiendo que has heredado el carácter de tu madre. –Se rio Sol llevándola al salón de su pequeña casita, para dejarla en la mesa y que terminará sus deberes, cuando escuchó el timbre de la puerta, entonces Sol se fue a abrirla.

–¡Hola Rosa, gracias por llegar antes hoy! – Saludó Sol a su vecina, que se quedaba con Estrella mientras que ella trabajaba en el club por la noche.

–Ay Solecita no tienes que agradecer, nada me hace más feliz que cuidar a tu pequeña Estrella. –Habló Rosa compartiendo una mirada cómplice con Estrella. –En verdad hasta prefiero que te vayas antes, es muy tarde la hora en la que sales de casa y Nueva York es un peligro durante la noche.

–Tranquila Rosa que yo sé defenderme, ahora me voy que necesito llegar prontito. –Se despidió Sol de su hija y de Rosa y salió de la casa para caminar hasta la parada de autobús.

Sol llegó al callejón donde estaba la entrada trasera del club, por donde entraban los empleados, sin darse cuenta de que, en la esquina de la calle principal, Sasha estaba sentado sobre su moto observando cada uno de sus movimientos. Sol sacó de su mochila un tupper con comida y se acercó a un sintecho que vivía en aquel callejón con sus dos perros.

–¡¡Buenas noches, Sean!!–Saludó Sol al hombre que esbozó una enorme sonrisa al verla.

–¡Mi Solecita, cada día brillas más! –La saludó Sean y Sol le entregó el tupper.

–Te he traído la cena, espero que te guste. –Habló Sol con una sonrisa satisfactoria y Sean recibió el tupper encantado.

–Me encanta todo lo que cocinas Solecita, te echaré de menos el día que no tengas que volver a este lugar, pero estoy deseando que pase. Una mujer tan buena como tú no debería estar aquí. –Habló Sean mirando la puerta del club con disgusto y Sol se encogió de hombros.

–Es lo que hay por ahora Sean, así que de momento me encargaré de engordarte. –Afirmó y entró al club.

Sol vistió el conjunto de lencería que tanto odiaba, pero esta vez de color rojo y después se preparó detrás del escenario para entrar.

–Al parecer tenemos aquí a un hombre masoquista nena. –Habló Claudia que era otra stripper del lugar y la mejor amiga de Sol.

–¿De qué estás hablando Clau? –Preguntó Sol frunciendo el ceño y Claudia señaló con la mirada al hombre tan hermoso que estaba sentado en una de las mesas delante del escenario. –No puede ser…–Murmuró Sol al ver a Sasha, porque estaba segura de que después de haberlo pegado, ella jamás volvería a verlo.

–Te has ganado un fan, nena. –Habló Claudia empujándola al escenario al ver que Sol se había quedado aturdida.

Sol bailó en el escenario evitando mirar en la dirección de Sasha, que parecía desnudarla con la mirada, y él sentía como su erección se despertaba con tan solo verla bailar.

Sol no sabía porque estaba nerviosa, no era el primer hombre que se obsesionaba con ella, pero era el primero que llamaba su atención. La chica llevaba años sin sentir nada por ningún hombre, pero el imbécil que la había tratado mal era el hombre más hermoso que había visto y no podía evitar que sus piernas se hicieran mantequilla cuando veía aquellos ojos de depredador observándola.

Cuando Sol se bajó del escenario se fue a dar un paseo por el club, como ordenaba su jefe que hiciera por lo menos tres veces en la noche, antes de encerrarse en el camerino. Cuando de repente aquel hombre enorme se cruzó en su camino, impidiendo su paso y su voz tan ronca la hizo estremecerse.

–Quiero un baile privado. –Sasha pronunció estas palabras que debían haber sonado como un pedido, pero para Sol fueron como una orden.

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