En la casa de invitados Sheila empezó a abrir de uno en uno los botones de la camisa de Lex y mientras que ella besaba su pecho él echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, luchando contra los pensamientos que rodaban su cabeza. Lex podía sentir su polla palpitando, la punta mojada y sabía que nada de eso lo había provocado la mujer que se desnudaba para él. Esa erección que amenaza con romper su pantalón la había levantado Nikki, y Lex hasta pensó que sería mejor ir al cuarto de baño para aliviarse solo de la tensión que se acumulaba en su cuerpo por el deseo de tener a la Leona. Cuando Sheila buscó su boca, Lex la apartó. Estaba listo para despedirse de la chica, pero antes de poder hacerlo Sheila se llevó las manos al vientre. La chica se puso roja al sentir un fuerte dolor de tripa y pensó en correr al baño de la pequeña casa. —¿Te encuentras bien Sheila? —Se preocupó Lex al ver que ella se estaba poniendo pálida y que empezaba a sudar. Sheila no supo que contestar y
Lex y Nikki amanecieron entre caricias, besos y palabras cariñosas. La chica pensó que jamás se había sentido tan protegida, deseada y adorada como en ese momento. Estaba sorprendida con lo cariñoso que era Lex e incluso se preguntó si era así con otras mujeres. —¿Siempre eres tan cariñoso después del sexo? —Preguntó expectante ansiando que con ella fuera especial y Lex que estaba sobre su cuerpo apoyó el peso sobre los codos para mirarla. —Es la primera vez que estoy con una chica virgen, quiero hacer las cosas bien. Disfruté anoche, pero me siento culpable por haberte hecho daño y también porque…bueno, no quiero sonar cursi, olvídalo. —Dijo con timidez y Nikki lo besó suavemente. —Por mí puedes ser todo lo cursi que quieras, eres perfecto. —Declaró y Lex se puso colorado, le encantaba su sinceridad. —Siento mucho por haber sido tan bestia, estaba muy excitado y no pude controlarme. — Contestó Lex desviándose del tema, le daba vergüenza confesar sus sentimientos. —Me encantó, er
En el hotel todo era absolutamente perfecto. Lex se había encargado de cada detalle necesario para celebrar su amor. Era todo tan típico para una sorpresa de San Valentín que resultaba todavía más tierno para Nikki ver cómo Lex se había esforzado en ser tan romántico. —No puedo creer que Lex Hoffman sea un hombre que sabe cómo enamorar a una mujer. — Dijo Nikki mirando el ramo de flores que Lex le había regalado. —Es hermoso Lex, gracias por esto. —No tienes que agradecer nena. Esto para mí es nuevo, pero intentaré que sea perfecto y que jamás olvides este fin de semana. —Habló pegando su frente en la de ella, decidido a hacer las cosas bien. —No sería capaz de olvidar ningún momento a tu lado, eres parte de mi historia Lex y seguramente la más importante. —Confesó Nikki emocionada y Lex la llevó a la cama con toda la intención de hacerle el amor, pero la chica lo empujó tirándolo al suelo. —¡Ahí está el semental que no sabe seguir el protocolo, ya sabía que todo era demasiado perf
La pareja había tenido un fin de semana romántico que jamás olvidarían, pero en su regreso a casa, como era de esperar, la familia aún no había regresado. Por lo tanto, decidieron pasar una última noche juntos antes de volver a la realidad. Lex y Nikki pasaron la tarde del lunes viendo películas, cocinaron juntos y hablaron sobre sus proyectos personales. Nikki bailó para su chico, y Lex tocó la guitarra cantando para ella. Estuvieron relajados la mayor parte del tiempo. Los dos habían dado por hecho que después de pasar todo el fin de semana teniendo sexo estarían cansados y solo buscarían algo de descanso. Un auténtico autoengaño, pues pasaron sus últimas horas juntos sumergido en la lujuria. A la mañana siguiente, Nikki y Lex se pusieron de acuerdo para saber exactamente lo que iban a decir a sus padres que llegarían en pocas horas. Nikki estaba lista para contarles que se había encontrado mal y que por eso no había viajado con la compañía de baile. Lex a su vez se just
Lex y Nikki habían podido mantener su relación oculta durante un par de meses. Ella pasaba las tardes en el piso de Lex y cuando estaban con la familia buscaban la manera de verse a solas. Era excitante vivir ese amor prohibido, pero no iban a poder ocultarlo toda la vida. —¿Todavía te duele? –Preguntó Lex preocupado, dando besos en el vientre de Nikki que llevaba un par de días con molestias. –Porque si es así no creo que debas bailar esta noche en la presentación. —Estoy bien mi Leoncito, no te preocupes. Además, ya dejé al grupo tirado en el viaje a Madrid. Así que esta vez no pienso faltar. —Enfatizó ella deslizando sus dedos entre los mechones de Lex. —Creo que te hice daño, a veces soy demasiado bestia. Ya sabes que cuando me excito mucho pierdo el control. —Lo sé, es cuando deseas follarme hasta partirme por la mitad. –Se rio la Leona y Lex soltó una carcajada. —Pero puedes estar tranquilo. En esta semana tengo cita con la doctora. — Aseguró y eso lo dejó más despreocupado
Lex estaba pegado a la puerta de la habitación donde tenían a Nikki, sin que nadie lo viera. Cada palabra que le decían los médicos y escucharla llorar solo aumentaba su culpa…su desesperación de no poder abrazarla en aquel momento. Cada explicación que daba el doctor eran como dagas atravesando su corazón. —Pero ¿no hay nada qué se pueda hacer doctor? –Preguntó Nikki mientras que su madre la abrazaba. —Lo siento señorita, pero no. Los embarazos ectópicos no llegan a término. Por eso le había comentado a sus padres que necesitábamos hacerle más pruebas. Los primeros resultados eran claros, claramente está usted embarazada, pero con el ultrasonido que le hicimos encontramos que el embrión está localizado en la trompa de Falopio. —¿Cuánto tiempo podría estar con mi bebé? –Indagó Nikki con un dolor horrible en su pecho. —La estructura que contiene el feto suele romperse en las primeras semanas, mucho antes de que pueda vivir por sí solo y es un peligro esperar a que eso suceda. Que s
Después de aquella noche Lex no volvió a ser el mismo y Nikki mucho menos. Los dos tenían que encontrar la manera de arrancar de sus corazones el amor que se tenían, dejar atrás sus momentos de felicidad. Lo más difícil no era olvidar, era seguir adelante sabiendo que siempre estarían presentes en la vida el uno del otro, pero no como ellos querían. Nikki borró todas las fotos que tenía en su teléfono móvil de aquella escapada en París, pero no pudo deshacerse de su vestido de princesa, ese tan delicado y hermoso que Lex le había regalado. Tampoco pudo tirar una rosa que había guardado entre las páginas de un libro, una flor que ella había conservado del ramo de flores. Pequeños recuerdos de su fugaz cuento de hadas y también tenía algo más. Nikki pasó la mano por su vientre pensando en su angelito que ya no estaba. Ese pequeño que no llegó a nacer, pero era lo más puro que habían tenido Lex y ella. Cuanto a Lex… bueno, él se sentía como un niño perdido. Desde que Nikki salió del
Aquella noche Nikki bajó las escaleras de un exclusivo club en el Soho. Ella había elegido los años veinte como temática para su fiesta. Todo se veía como en aquella época. La decoración era fabulosa, habían bailarinas en pequeños escenarios, una enormes torre de copas llenas con el champagne más exclusivo que existía, sus invitados iban vestidos a rigor y ella parecía una verdadera reina de la noche. Nikki llevaba un precioso vestido rojo hecho especialmente para la ocasión, collar de perlas, un delicado adorno en la cabeza con rubíes y sus carnosos labios pintados de rojo. La Leona no era el mayor destaque de la noche solo por ser la cumpleañera, sino que también lo era por su belleza. Todo era perfecto o por lo menos lo era para los demás, pero para ella faltaba algo. Nikki saludó a todos sus invitados, bailó con sus amigos y pasó la primera hora de la fiesta con una enorme sonrisa en su rostro que jamás llegó a sus ojos. El único momento en que realmente se sintió feliz fue c