#60:

Augusto:

Los peores días para mí, eran aquellos en los que me veía forzado a atender los asuntos de negocios desde casa porque mi madre entraba en crisis, ya había atentado contra su vida con antelación.

Por lo tanto, me ocultaba como un topo en su madriguera evitando a toda costa cruzarme con Mariela, pero aunque le rehuía no dejaba de vigilarla. Podía decir casi en cualquier momento del día dónde se encontraba exactamente.

Me justificaba a mí mismo, diciéndome que llevaba a cabo esta enfermiza vigilancia porque debía saber donde se encontraba para evitarla, y para estar al pendiente de mi madre, pero era una reverenda mentira.

Por esa precisa razón fruncía el ceño y apretaba las mandíbulas con disgusto, mientras la veía deambular por los jardines de la casa.

Mariela:

Mis pasos me dirigían cada vez más cerca de la reja de la entrada, hasta que me percaté de ello.

Estos últimos días, estaba yo como atontada, como que me era difícil concentrarme. Sin embargo, me percaté de mi error
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