Pan de ayer

Lo había salvado, claro que eso no era justo para mí, porque él me dejó morir como si nada, como si no fuéramos familia. Estaba frente a mí, pálido como una hoja de papel y no podía evitar tiritar de miedo.

—¿Piensas que estás muerto, Jayden? —pregunté, con una sonrisa sarcástica.

El no contestó, estaba aterrado, la explosión nos dio unos segundos. Me subí al auto que tenía en mi poder, un deportivo azul oscuro con vidrios polarizados. Abrí la puerta del acompañante y le indiqué que subiera de inmediato.

Subió sin chistar, todavía en shock.

—¿Eres tú de verdad, Nat? —preguntó, después de un largo silencio.

Debía conducir hasta un sitio alejado, la cacería comenzaría muy pronto.

—Es lo que ven tus ojos. ¿No es así? ¿No confías ni en ti mismo? Creí que eso era lo que más apreciabas. —dije, con algo de rencor en la voz, no podía olvidar su cara cuando estuvo de acuerdo con mi ejecución.

Otra vez, silencio de su parte. La conmoción era fuerte, no sabía hasta que punto podía darse cuenta s
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