Por fin, había terminado su carrera en pedagogía. Entre sacrificios y malos ratos que le daba su esposo, porque no veía cuando terminaría de estudiar.Luego de un tiempo, el profesor Román y el profesor Jorge, la habían animado a que continuara con la maestría. Sabían que era capaz de lo que se propusiera y terminaron convenciéndola de hacerlo.Siempre había querido estar frente a un grupo de alumnos, ese era en realidad su sueño. Aunque, la situación la había llevado a solo estar en oficinas, algún día lo haría, era un deseo por cumplir.La felicidad por terminar una etapa más de estudios, no se comparaba en lo más mínimo con lo que sentía en esos momentos.El reencuentro la había dejado feliz y con la pila recargada. En ese momento, sentía que nada podría opacar su felicidad. Además, había aprendido a manejar más a su marido, a no dejar que lo que le dijera le afectara como antes.Una serie de preguntas similares eran las que le hacían a Ricardo.—Pa’ ¿Ganó tu equipo favorito de fút
Tras la puerta de aquel cuarto, el ambiente era de pura pasión. Las manos de Ricardo se clavaban en los muslos de Valeria, empotrándola contra la pared.Ella con las piernas enredadas en su cintura y atacando sus labios con muchísima lujuri@.La ropa salió volando en segundos, la tomó en sus brazos y la llevó para sentarla sobre el tocador que estaba frente a la cama.Repartía besos en su clavícula, su barbilla, hasta llegar a sus dulces labios, esos que lo volvían loco, los que tanto había extrañado.Ella colocó sus manos sobre el mueble y se echó un poco hacia atrás, dándole espacio a su amado para que la recorriera con mayor facilidad, todo lo que él quisiera.Ni tardo ni perezoso, él se pegó de uno de sus pez0nes, acariciándolo con la lengua, haciéndola gemir de puro gusto. Lo chupaba suavemente mientras atendía al otro con una de sus manos.Ella lo observaba con vehemencia, mojándose ante tal vista y ante las sensaciones que le estaba provocando.Extrañaba tanto esos labios que l
Un día de los tan esperados para Valeria, había llegado. Era el día de la graduación de su maestría y estaba dispuesta a festejar ¡A lo grande!La graduación de la carrera, había sido sin ningún tipo de festejo. Manuel no quiso gastar un solo centavo en comida o nada de lo que tuviera que ver con el evento. Le parecían gastos innecesarios, decía que ya demasiado había gastado mientras estudiaba, porque no había comida en casa y tenía que comprarla fuera.Así que, con esos antecedentes, ella se había dedicado a ahorrar para su propio festejo. Ahora que terminaba la maestría, había comprado cada detalle, había elegido cada mantel y la decoración, incluso había hecho unos pequeños recuerdos ella misma.Había rentado un pequeño salón, era para pocas personas, de cualquier manera, no tenía muchas amistades, prácticamente serían las familias de ambos y su amiga Maritza.Por la mañana se había dedicado a decorar el salón, sus hijos le ayudaban, eran su soporte en todo eso. Noah, aunque era u
Si antes de leer aquel trozo de papel sentía que las piernas le fallaban, en ese momento lo hicieron. Agradecía que estaba parada junto a una de las sillas destinadas para los estudiantes, de otra manera, hubiera caído de rodillas en el piso.De pronto, como si todo hubiera hecho clic, se incorporó como un resorte y comenzó a buscar entre la gente. Necesitaba verlo, él había estado ahí compartiendo algo tan importante para ella.Sintió una mano cerrarse en su brazo, lo cual la exaltó un poco, se giró para ver quién era y ahí estaba Manuel, tomándola y con la mirada clavada en aquellas rosas rojas.—¿Quién te dio eso? —cuestionó serio, pero con evidente con disgusto. Valeria no podía articular palabra alguna, solo pasó saliva, haciendo un poco de tiempo para ver si llegaba alguna excusa a su mente —. Y ¿A quién buscabas?Los ojos azorados de Valeria la delataban, la última pregunta la había sorprendido más. Se había quedado muda ante la presencia de su marido.—A Maritza, la invité, cr
La brisa nocturna de la carretera, entraba por la ventanilla de la camioneta en la que viajaban Ricardo y Valeria.Ella disfrutaba sentir el aire fresco en su rostro. Se sentía relajante, podía sentir la brisa en sus brazos desnudos. Llevaba un vestido en color rosa mexicano, de tirantes, holgado y que le llegaba a medio muslo.Por esa razón es que cuando estaba sentada, se levantaba ligeramente. Pero, no contenta con eso, comenzó a deslizarlo hacia arriba lentamente, con movimientos provocadores.Verlo conducir era un placer culposo. Le encantaba como fruncía el ceño mientras se concentraba en el camino. No le sorprendió la sonrisa que se dibujó en su rostro, ante el detalle de subirse el vestido.Colocó su pequeña mano en el muslo de Ricardo, él la miró con ojos furtivos.Fue jugueteando por toda su pierna, deslizándola desde la rodilla, hasta la ingle y de regreso.—Vas a hacer que tengamos un accidente —le dijo divertido.—Sí. Quiero que choquemos, pero nuestros cuerpos. Detente a
Valeria no podía explicarle a su marido que acababa de tener el sueño húmedo, más espectacular de su vida, así que se limitó a decirle que había tenido una pesadilla.Regresaron a dormir, bueno, Manuel regresó a dormir, ya que para ella le costó un poquito hacerlo.Al día siguiente, le contó a Ricardo su extraño sueño, más bien su glorioso sueño.—¿De verdad eres virgen de ahí? —le decía en un mensaje.—¡¿De todo lo que te acabo de contar, solo eso recuerdas?! —le reclamó al instante.—No me culpes, algo de lo de tu sueño es cierto… siempre lo he deseado —si hubieran estado frente a frente, Valeria hubiera salido corriendo.Se había puesto colorada en toda la extensión de la palabra, nunca le había pasado con él, nunca se había avergonzado por algo de lo que platicaran, pero ¡eso era diferente!Durante toda la mañana ya no respondió ningún mensaje, además, tenía mucho trabajo que hacer y se estaba retrasando, de cierta forma, a causa de aquel sueño.Ya casi a la hora de salir de la of
Habían pasado varios días, en los que no habían tenido contacto ni por mensaje. Para colmo, se había atravesado el fin de semana y era una regla implícita que, durante tiempo en casa, no se mandaban ninguna señal de vida.Ya el lunes por la mañana, Ricardo fue quien envió el primer mensaje, justo antes de entrar a trabajar.—Hola mi niña, ¿cómo estás? —le encantaba su apodo, que, aunque no era mucho menor que él, le había gustado ese apodo cariñoso desde el principio.—Hola amor, bien ¿y tú? —le respondió mientras se colocaba frente al computador.—Te perdiste muchos días, te extraño —parecía un puberto, con esa sonrisa tonta que se le pintaba cada que le enviaba mensajes.—Tu igual. Tuve mucho trabajo y quise pensar que tú también —ahí siempre había trabajo, no recordaba un día en el que estuviera un poco relajada.—Lo imaginé, también tuve mucho trabajo —bajó de su coche y se dirigió a su oficina.—Lo bueno que ya se de ti, te he extrañado horrores —se puso a trabajar y se olvidó de
Las palabras simplemente no le salían. Ricardo, siempre había pensado que Verónica era cruel al no querer estar con él, cuando resultó que estaba embarazada.Y reflexionando sobre eso, él sabía que se había aferrado tanto a una familia que insistió, insistió, insistió demasiado, hasta que logró lo que quería.Una familia en la que fueran papá y mamá, donde no solo estuviera presente uno de los padres, justo lo contrario a como le había pasado a él. Lo que no hizo, fue pensar en lo que ella realmente quería o la razón por la que estaba renuente a vivir con él.—Pero dime algo —Verónica lo sacó de sus pensamientos.—Es solo… es que es algo…—Que no te esperabas, lo sé —le dijo ella, mirándolo con apacible calma.—¿Qué pasará con las niñas? —preguntó preocupado, con la mirada angustiada.—Mira, podemos terminar tan en paz como lo queramos. Si llegamos a un acuerdo, podemos seguir viviendo ambos aquí, no veo cuál sea el problema.—¿Cómo si nada? —la interrogó, sin entender.—Es solo una o