Capítulo #3

CAPÍTULO #3

¿Qué hacía él allí?

Su sobrina era una excusa barata para poder ver a aquella mujer que lo había cautivado, pero ése sentimiento sólo crecía cada vez que la veía. Apareció justo cuando ella bailaba la canción “Lento” de Daniel Santa Cruz, y eso sólo empeoró su estado, ella se movía de una manera extraordinaria y profesional, tenía controlado cada paso y no estaba siendo muy controladora, lo estaba viviendo, y él, él llevaba pendiente de cada golpe de cintura, sin importar el mínimo detalle, él llevaba a la par cada paso, sin omitir nada.

Por accidente los ojos de la mujer terminaron en los suyos, y no pudo esconder su sorpresa, sorprendido y embobado no se preocupó en apartar la mirada.

—Gauuu —exclamó la pequeña. —. Ella sí que sabe bailar —comentó emocionada.

“Sí que sabe hacerlo” pensó él algo indignado.

Suspiró cuando la música se detuvo, se apresuró en avanzar junto a su sobrina y entrar al salón, la niña se soltó de su mano y fue a reunirse con unas compañeras mientras su tío, éste no dejaba de ver a aquella mujer, y aunque cuando se daba cuenta de lo que hacía inconscientemente lo disimulaba a la perfección.

La mujer que le hablaba a la pelinegra se retiró saludándolo con un asentimiento, él casi no prestó atención peor fingió una rápida sonrisa educada.

—Hola —se atrevió a decir avanzando hasta la mujer. —. Soy el tío de Emely, Marcelo Almeida —se presentó estrechándole la mano.

La mujer algo sorprendida y consternada le extendió la mano por educación.

—Melany —respondió. Él se sintió indignado ya que no le dijo su apellido, y su nombre no le servía de mucho. —. Emely es una gran niña, es un placer —le sonrió y retiró su mano amablemente.

Marcelo la miró extrañado, era muy simple y reservada, al menos eso notó, ella parecía no conocerlo, peor aún parecía no importarle hacerlo tampoco.

Melany no solía dar su nombre completo, mucho menos a desconocidos por lo que era algo común en ella, tampoco es que fuera de una gran gran familia para estar presumiendo su apellido así por así, aunque sí pertenecía a una familia importante en la sociedad.

Miró al hombre con una sonrisa dudosa, Marcelo le sonrió de vuelta entrando ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

—Hasta luego... —murmuró. —. Melany —agregó, dándose la vuelta con una mirada de cazador acorralado, mientras más cerca tenía a su presa, más ganas de ella tenía.

Estuvo tan sumido en sus pensamientos mientras salía del lugar que olvidó de despedirse de su sobrina, pero no le vio necesario regresar y sólo regresó a la empresa.

Inmediatamente que pisó el piso donde se encontraba su oficina su secretaria lo recibió con un montón de información que él no pudo procesar, porque su mente seguía en: “Melany” la pelinegra que había cautivado al hombre más cotizado, poderoso y rico de la ciudad sin tener idea alguna.

—Señor, para concluir el trato ¿Qué desea? ¿Organizamos un evento? —farfulló la chica mientras lo seguía.

—Lo dejo a tu imaginación —le hizo un ademán de desinterés con la mano y entró a su oficina, cerrando la puerta en el rostro de ella.

Desabotonó su saco y se lanzó a su asiento apoyándose de espaldas y empezó a dar vueltas distraído.

—Melany, Melany —murmuraba mientras miraba el techo. —. ¿Quién eres? ¿De dónde proviene tal... tal belleza? —acaricio su barba de tres días pensativo.

“Nunca en toda mi vida había visto algo así, no es la típica rubia, simplemente es hermosa, una belleza no común, esos ojos, esos labios, ese cabello negro, abundante y grueso, y sobre todo esa mirada”

—Buenas tardes señor presidente —se enderezó al escuchar una voz conocida.

—¿Dónde están los planos que te encargué? —arrojó hacia su amigo.

—Tenían que ser revisados, sino fueras así...

—Ya ya —agitó la mano para que se detuviera. —. Me imagino que asististe a la presentación, ¿Cómo lo hizo? —preguntó inclinándose hacia su escritorio.

—Para ser nueva muy bien, es excelente, ¿así te gustan no? —el sujeto arqueó una ceja divertido.

—Es una niña —arrojó asqueado.

—Por favor primo —mofó el hombre.

—Fuera —señaló detrás del tipo. —. Ahora, tengo mucho que hacer —aclaró.

—Se nota, y pensar es uno de ellos —dijo el sujeto parándose.

—Créeme que lo que estoy pensando es más relajante que ver tu puta cara.

—Una mujer —soltó sin pensar dándose la vuelta.

Marcelo volvió a recostarse y relamió sus labios pensativos, ¡claro que era una mujer! Pero no cualquiera.

Dándole vueltas al lapicero en sus manos pensó una y otra vez, pero nada, nunca había conocido a una Melany, tal vez ella no era de la ciudad.

[...]

Alzó su copa y la chocó levemente contra el de su primo con una sonrisa victoriosa, otra vez habían cerrado un trato con éxito, sin importar los secretos que ambos hombres tenían bajo sus estúpidas caras de grandes hombres en la sociedad, todos los preferían.

Marcelo giró hacia la multitud y vio a su cuñado, le sonrió satisfecho alzando su copa como señal de brindis y desvío la mirada hacia los demás, pero se congeló al ver en medio de las personas que se adentraban a la pelinegra, vestía un vestido negro hasta las rodillas, con un escote que dejaba libre la línea provocativa que había entre sus pechos, su cabello caía sobre sus hombros cubriéndolos, su labial era un rojo intenso que la hacía ver intensa.

Inevitablemente el hombre estudió cada paso de ella, no estaba sola, a su lado estaba un señor mayor, ella miraba alrededor algo familiarizada, en sus ojos se veía la naturalidad, no parecía a alguien que recién entraba en un lugar similar, ella no era cualquier mujer, parecía de clase. Y lo era.

Marcelo murió por dentro cuando esa mujer sonrió mostrando esos dientes blancos que parecían de un anuncio de colgate.

—¿Quién es? —escuchó la voz de su primo. —. Es...

Giró con una mirada asesina que detuvo las palabras de su compañero. Éste alzó ambas manos para defenderse.

—Ni siquiera la conoces —declaró a su defensa.

Él sonrió llevando la copa a sus labios.

—Pero pronto será mía —declaró buscándola con la mirada.

—Claro.

—Es más, es mía —movió su dedo índice sobre la copa hacia él y se tomó el resto de la bebida de un trago.

Aquello no sorprendía a su primo, él lo conocía de fondo, y no era de los tipos que se rendían fácil, ni que no obtenían lo que quería, y mucho menos se resignaban. Lo único que no entendía, era qué tan lejos quería llegar él con esa mujer

—¿Qué tanto la deseas? —preguntó apoyándose a la barra de bebidas.

Marcelo giró hacia él dejando de buscar a su presa y miró a su primo con esa sonrisa socarrona.

—N0, no se trata de eso, la quiero como mi esposa —apuntó con su dedo al joven.

El joven se echó a reír algo sarcástico, nunca había escuchado algo así de la boca de Marcelo, un tipo con tantos ex que por más que intentaron llegar a ése punto no lo lograron, y de la nada él veía una mujer y ya la quería como esposa.

—Espero que te encuentres bien, amigo —le palmeó el hombro con cariño.

—Mejor que nunca —declaró Marcelo dejando su copa para ir en busca de su presa y causar un encuentro casual.             

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