DEL CAMINO IMPOSIBLE (3)

Adal era un actor al que todos respetaban y admiraban, un tipo de persona que en mi vida había conocido. Era humilde, amable y bondadoso, pero también justo y decidido. Aunque sabía que era el patrón y el dueño de todo, se consideraba más como un padre para los trabajadores. Un amigo, un apoyo, un padre protector, algo que yo no podría ser jamás. Era su filosofía de vida, construida en parte por su religión, respetar y amar a todos los seres vivientes, y pese a que tuvo un desliz atroz en su existencia por mi causa, ningún trabajador lo juzgó. Su episodio conmigo, que se descubrió y se difundió como metástasis en un cuerpo, se catalogó más bien, como un hecho heroico e importante. Solo había que prestar atención a la forma en que se expresaban de él. Pero de mi hablaban como si fuese una puta, una insignificante. A mí no me tomaban en ser

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