DE LA ANSIEDAD AMOROSA (2)

Jimmy miraba el amanecer desde una cumbre elevada, perdido entre los ceibos y bucares, transportado al rumor del río cristalino que bajaba de la montaña. Mirándolo entre la bruma dorada, le pregunté por qué temblaba si llevaba puesta una chaqueta muy gruesa, él se encogió de hombros y recibió la taza de café que le entregaba. Bebíamos café y comíamos arepas andinas mientras caminábamos como un par de adolescentes queriendo conocerse. Hablando, nos mirábamos con simpatía y yo le explicaba las costumbres de mi pueblo y las actividades de la hacienda. Se extrañó cuando le conté que no matábamos a las vacas y que solo producíamos leche. Así, se nos fue el día recorriendo caminos, sembradíos de moras y fresas, plantaciones de café, estancias de cerdo y ganado, y por supuesto, de caballos.

Riendo, roz&a

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