Todos los acontecimientos que ocurrieron días atrás, tienen a Chelsea llena de pesadumbre y sobre todo, de angustia. Lo único que realmente ella tiene claro, es que debe luchar por su bebé a toda costa. Cuidarlo y protegerlo como lo hizo su madre con ella. La historia parecía repetirse en ella, ser una madre soltera. Aún así la pelirroja sabe que puede sobreponerse a ello. ¿Steve? No sabe nada de él. Y era lo mejor para ambos, siempre hubo muchos obstáculos entre ellos y estaba agotada. Si hubiese seguido las señales, se habría apartado de él, cuando debió. Mas, no todo era malo, ahora llevaba en su vientre, el fruto de su amor. Lo amaba desde la primera mentira en el bar hata su último encuentro sexual en Suecia. Todo terminaba exactamente como inició. La llamada de Gus, la saca de sus pensamientos, atiende con emoción al ver su nombre en la pantalla del móvil.—¡Hola, mi Gus!—Trinki querida, te llamo para anunciarte que en un mes exactamente será mi boda con Larry y quiero que ven
Chelsea bajo del taxi, se dispuso a entrar al lujoso bar. No podía negar que estaba algo nerviosa, era su primera cita con Fred, el chico que conoció en una de las app más recientes. A diferencia del resto de las aplicaciones para citas de parejas, el perfil del usuario es incógnito, por lo que ella se encuentra literalmente en una cita a ciegas.Se acerca a la barra, pide un gintoni, es su bebida preferida, eso sin mencionar que le permite salir un poco de su timidez. Mira su reloj un par de veces.—¿Será que le escribo? —murmura en voz baja. Abre su bolsa para extraer el móvil, y como suele suceder no logra encontrarlo— Por mil demonios, ¿Dónde habré dejado mi celular? —se lleva el dedo a la frente dando ligeros golpes mientras repite— Piensa Chel, piensa. —repentinamente recuerda que debió dejarlo sobre el mesón de mármol de la cocina— Tuvo que ser allí. Todo por salir apurada para llegar puntualmente y él no llega. No me queda otra que esperar por él. ¿Pero cómo podré saber que es
Mientras Steve conduce, Chelsea sonríe, evaluando cuan exitosa sería esta vez su cita. Ella había investigado sobre los tres pasos básicos para considerar una cita exitosa: el primero, era lograr una cita; el segundo, pasarla espectacular y fallar; y el tercero, que indicaba si había sido perfecto, el mensaje o la llamada del día siguiente. Por ahora todo iba viento en popa.Las anteriores citas de Chelsea habían sido un fraude, todo por su manía de creer en el amor y sobre todo en las frases cliché “Nunca te vayas a la cama en tu primera cita” “Los hombres no se casan con mujeres fáciles” “Aguanta que el que te ama, te espera” frases inusuales en la realidad. Ella las había creído todas y peor aún, las habia implementado todas, eran su bandera de guerra.Mas esa noche en realidad, ella estaba dispuesta a deslastrarse de sus prejuicios y creencias y a entregarse a lo que realmente sentía. Sexo, sexo gritaba en su cabeza cada uno de sus pensamientos.Cuando el auto se detuvo, él bajó y
Para su fortuna, Chelsea pudo encontrar un taxi rápido y llegar a su casa con el tiempo justo solo para cambiar su ropa, el peinado y el maquillaje tendría que hacerlo dentro del coche, pero, no contó con que el tráfico estuviera imposible, llegó unos diez minutos tarde hasta las oficinas principales de Bullock&Company, pero, una vez más, la suerte estaba a su favor y el director ejecutivo no había llegado a las instalaciones. Justo cuando se encontraba hablando con una chica de recursos humanos llegó nada más y nada menos que el mismo Hugh Bullock.—Señor Bullock, esta chica ha venido a la entrevista para la plaza vacante de asistente administrativo, pero su hijo no ha llegado aún.—¿Cómo que mi hijo no ha llegado? Es inconcebible que a sus treinta años todavía quiera darse la vida de niño rico loco, tiene que madurar de una maldita vez —La chica de recursos humanos carraspea su garganta para llamar la atención del señor Bullock— perdóneme señorita, ya con esta edad no estoy para los
Chelsea no era la única sorprendida en esa oficina, los ojos de Steven se abrieron como platos cuando se dio cuenta de quién era ella. Por unos segundos, los dos se quedaron completamente en silencio, la única diferencia era que ella estaba ansiosa por decirle miles de improperios, no le importaba que fuera su jefe, tampoco que recién había comenzado a trabajar ahí; mientras que, él no sabía cómo actuar, obviamente no tenía pensado volverse a encontrar con esa chica, simplemente había sido su excusa perfecta para no perder la noche en ese restaurante.¿Cuál era la probabilidad de volverse a topar con ella en esa gran ciudad? New York era una locura y las personas caminaban a toda prisa por sus calles, era algo casi imposible, pero había sucedido. Después de unos escasos segundos, por fin Steven consiguió articular las palabras.—Stephanie, déjanos a solas, necesito conversar con la señorita Smith —la chica lo miró extrañada, pero acató su orden sin problemas, cuando por fin estuvieron
Mientras más conocía sobre ese hombre arrogante, más le costaba a Chelsea creer que era todo real. Le resultaba imposible que alguien pudiera ser tan arrogante y tan cretino, ella acababa de decirle que le haría su vida insoportable, lo amenazó con demandarlo de forma legal y tal parece que nada de eso parece perocuparle. Al final había terminado Steve amenazándola a ella con su puesto de trabajo dándole a entender que, si se atrevía decir algo, su empleo estaría en peligro, sin mencionar que le dejó claro que él era el jefe y ella la asistente ¿En qué mundo de locos estaba viviendo?Por mucho odio que estuviera sintiendo, después de pensarlo un poco más con la cabeza en frío, decidió enfocarse en lo que mejor sabía hacer, trabajar. Tenía decidido que no iba a darle el gusto de llamar su atención o de expulsarla, si lo hacía todo de forma impecable, Steve no tendría más remedio que verla todos los días, si ella lo tendría que soportar, pues él a ella también.Algo que todavía no podía
Luego de casi cuatro semanas, ya Chelsea se había puesto al día con todo el papeleo, había organizado completamente toda su oficina, tenía guardadas por orden alfabético cada carpeta de cuentas, cada contrato, era una friki de la organización y así lo había dejado plasmado en su espacio. Ella no solo había organizado, también se había esmerado por ser la mejor asistente que podía existir, había determinado muy firmemente que no le daría ninguna excusa al canalla de Steve para que llamara su atención, la señalara negativamente o la amenazara con expulsarla de la empresa, se vio obligada a recurrir a todas las técnicas de relajación existentes para controlar su ira y no darle una mala contesta, pero lo había logrado.Ya sabía que Steve llegaba en días normales alrededor de treinta minutos tarde y, las noches en la que se iba de fiesta, hacía su aparición sobre los mediodías, así que, cuando llegaba, ella ya le tenía su taza con café preparada y caliente encima de su escritorio junto con
Chelsea se desviste, se recuesta y en segundos la imagen de Steve irrumpe en su cabeza. Es un hombre tan apuesto, alto, fornido, su cabello oscuro hace juego perfecto con su blanca piel y esos ojos color amielados que le endulzan el alma a cualquiera. Repasa mentalmente su cuerpo, sus pectorales levemente adornados con finos vellos que parecen prolijamente peinados y cortados, semejantes a trazos de finas líneas. Sus muslos gruesos, piernas largas y el abdomen perfectamente cincelado que se asemejan a la gran obra escultórica de Miguelangel. La pelvis que hace perfecto juego con su pecho, semi poblada y aquel enorme y prominente miembro que no consigue dejar de estremecerla con el solo hecho de recordar esa noche de placer inconcebible e indescriptible entre sus brazos.Suspira y trata de leer un poco la agenda propuesta para la mañana siguiente. Desayuno con los empresarios, paseo por el Parque des rapides y finalmente un recorrido por el museo de Bellas Artes. El día iba a estar bas