6. ¿Quién te envió, lindura?

Leonora

Estaba sentada en uno de los sillones cuando los sonidos del exterior volvieron a apagarse y supo que Rinaldi debía estar cerca. Se acomodó en el lugar mientras la tensión comenzaba a llenarla, no sabía que podía esperar de ese encuentro, pero estaba preparada para todo.

Unos segundos más tarde la puerta de la oficina se abrió y observó como el sequito de Giancarlo entraba en la oficina junto a él sin dejar de hablarle. El hombre respondía con soltura y sin dejarse confundir por las diferentes voces o diversos temas.

-Buenas tardes -dijo ella anunciándose frente a la multitud.

De pronto, todas las miradas cayeron sobre su cuerpo e intentó cubrir lo intimidada que se sentía en ese instante. Supo que lo había logrado cuando Rinaldi se acercó dos pasos, la miró de arriba abajo lentamente, con una sonrisa que estaba segura les dedicaba a las mujeres con las que se iba a la cama, para finalmente mirarla a los ojos. Su cuerpo se estremeció y se sintió un poco como la combustión espo
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