GiancarloComprendía que era nuevo en los asuntos matrimoniales, aquel era un campo completamente desconocido para él. Siempre había tenido amantes, pero sus padres no se equivocaban al mencionar la tendencia que tenía al cinismo en las relaciones personales. Claro que, su matrimonio no era del todo real, más allá de los papeles que lo unían a Leonora, su relación era ficticia y había imaginado que ese detalle haría las cosas más sencillas. Debió suponer que se equivocaba.Como si la firma del contrato, junto a la exigencia de fidelidad por parte de su nueva esposa no fueran una clara señal de su equivocación, había esperado que luego de una noche de bodas llena de placer y una luna de miel, aunque corta, agradable, el contacto entre ellos se hiciera más natural y ligero. Sin embargo, el día anterior había llegado a casa luego de su jornada laboral, para encontrar a su esposa acomodándose en una de las habitaciones de invitados.Había dispuesto de toda la casa para que pudieran sentir
GiancarloElla gimió y dejó caer su cabeza como una señal de rendición.-Muévete -ordenó ella empujando sus caderas contra él -quiero que lo hagas.Sonrió por la suave admisión antes de hundirse en ella de una sola estocada. Ambos gimieron con fuerza y unos segundos más tarde su cuerpo lo obligó a moverse. Las embestidas eran fuertes, intensas, salvajes en más de un sentido. Los sonidos de sus cuerpos intentaban ser opacados, pero estaba seguro de que era casi imposible hacerlo. Continuó moviéndose exactamente como quería, tan fuerte como deseaba, como Leonora le pedía en una letanía lujuriosa, hasta que supo que el éxtasis estaba cerca.Se inclinó para frotar esa perla sensible que la hacía gritar y besó el cuello femenino en el proceso. Unos segundos más tarde Leonora ahogó un grito mientras lo apretaba en su interior con espasmos de placer que lo llevaron hasta el borde. El éxtasis lo golpeó en ese instante, se hundió por última vez al mismo tiempo que las palpitaciones se extendía
GiancarloSu día había comenzado agitado, las ideas en su mente sobre lo que había sucedido con Leonora lo dejaban un poco desubicado. Luego de llegar a casa y disculparse, le había sorprendido que ella también lo hiciera, que le respondiera del mismo modo, pero aun más cuando se había lanzado sobre su esposa para besarla y ella le había respondido con la misma intensidad. No es necesario decir que la disculpa se volvió un beso lleno de deseo y después de una sesión de besos bastante larga, ni siquiera habían llegado a la habitación para desnudarse.La primera vez había sido en los jardines, las siguientes en la comodidad de su cama hasta que ninguno de los dos podía moverse lo suficiente para continuar. Fue entonces que se quedaron dormidos de una forma tan relajada que pensaría que habían estado así de cómodos toda su vida, pero la realidad era una muy distinta. Y al levantarse y encontrarse a Leonora sujeta a su pecho como si eso le causara placer, una sensación dulce que nunca hab
LeonoraSu madre se quejaba un poco sobre la espera del acto. Habían estado al menos una hora esperando a que pudieran ingresar al lugar, pero continuamente les decían que lo estaban preparando. Estaba segura de comenzarían a quejarse pronto, por lo que la incomodidad llenaba sus expresiones. El vestido que llevaba ese día también la hacía sentir algo incómoda, pero Carolina le había asegurado que era lo que debía ponerse para una ocasión como esa y la había escuchado.Buscó a Anya y Caro con la mirada, pero la multitud era demasiado grande para poder encontrar a nadie. Imaginaba que sus amigas estaban con sus familiares en ese momento. Pensó en los serios padres de Carolina, así como en los terribles y molestos primos de Anya con una sonrisa en el rostro. Sus mejores amigas eran muy diferentes de sus familiares y aunque sabía que los amaban, también conocía el hecho de que ambas preferían verlos con lapsos de tiempo entre ellos.Estaba mirando distraída la multitud cuando la visión d
GiancarloLa mirada que Miriam Balboa la lanzaba en esos instantes podría congelar los polos una vez más, la mujer estaba furiosa, aunque intentaba disimularlo con una pequeña sonrisa que no lo engañaba. Luis, el padre, no se quedaba atrás, el hombre lo había crucificado desde el día que lo conoció y no había encontrado una forma de ganarse a ninguno de los dos. Ambos lo miraban con recelo, enojo e inconformidad mientras se dirigían al auto.Había intentado conseguir la reservación que Miriam deseaba porque imaginaba que había escogido el lugar para Leonora, pero una vez que anunció que tenía el espacio, ya no estuvo tan seguro. Nadie había sonreído por un segundo, nadie lo había celebrado, solo se había hecho más frío el ambiente y Leonora no parecía especialmente emocionada de visitar aquel lugar. Eso lo había molestado, porque se había endeudado con uno de sus conocidos para poder llevarlos a esa cena.No dejó que el ambiente lo decepcionara, e invitó a su esposa a irse con ellos e
LeonoraSolo cinco días habían transcurrido desde su graduación. Se suponía que todavía estarían de celebración y durante ese tiempo lo habían estado, raramente habían salido de la cama si ambos estaban en la casa al mismo tiempo. Se había sentido como otra luna de miel, la que nunca tuvieron, y que podrían compartir todo el tiempo que quisieran porque tenían todas las noches para hacerlo. Su emoción crecía al ver a su esposo regresar a casa al mismo tiempo que solo deseaba desnudarse para recibirlo de ese modo y así terminar en el lugar donde quería: en su cama.Claro que, la realidad siempre debe golpear cuando las cosas se sentían un poco más normales para ellos, al menos era lo que su mente le decía.Ese día había ido por primera vez a la compañía de sus padres, todo funcionaba con mayor normalidad desde que el contrato de propiedad les había sido entregado. Había iniciado con sus labores formales y se había sentido completa de formas que no podía explicar al estar allí. Se había
LeonoraSu relación con Giancarlo se había sentido diferente después de la noche de la cena. Ella se había marchado sin decirle una palabra y cuando lo había escuchado llegar a casa, imaginando que la reclamaría su ausencia, había esperado que fuera a la habitación para hablar, pero eso no había sucedido. En cambio, lo había escuchado llegar a su habitación y encerrarse allí sin hacer ningún otro sonido por el resto de la noche. Nada de reproches, quejas o enojo, solo una fría indiferencia que la hizo sentir peor.El resto de los días habían sido igual. Ambos se marchaban en la mañana para involucrarse con sus trabajos, cumplían con sus responsabilidades y luego se encontraban una vez más en casa. No había conversaciones ligeras, nada de sonrisas o risas de comodidad, ninguno comentaba nada sobre su día y a ella le impresionaba lo mucho que un instante podían influir en la forma en la que ellos se relacionaban. Ella se había marchado y él se había aislado.Estaba regresando a casa más
GiancarloAquel día estaba siendo cansado. Había tenido una intensa y desagradable reunión con el departamento administrativo, al parecer uno de sus más viejos empleados era el responsable de la malversación de los fondos de la empresa. Conocer ese hecho lo había desmotivado en muchas formas, habían sentido que fallaba en su trabajo, falaba en darle un ambiente estable a aquellos que estaban bajo sus alas para evitar que hicieran ese tipo de cosas.Además, no había podido concentrarse el resto del tiempo. Lo único en lo que podía pensar era en su esposa. La forma en la que Leonora lo había abandonado en la cena, como había deseado correr detrás de ella para saber la razón de su enojo, aunque imaginaba que Marina tenía algo que ver. El cómo se había sentido emocionado al comprender que los celos eran probablemente lo que estaba sintiendo su esposa y lo tonto que había sido al escuchar las palabras de su vieja amante.No corras tras ella, cariño. No te destruyas completamente tu reputac