3- EL PRIMER ENCUENTRO

VICTORIA

La primera semana ha pasado desde que llegué a este lugar y ya estoy harta, mis manos están resecas y arrugadas a causa de tanto fregar y limpiar, mis pies me duelen y siempre estoy cansada; las cosas no están saliendo como lo esperaba, solo me dedico a aspirar los cuartos cuando los patrones no están así no los molesto; lavar baños, lavar ropa, sacudir el polvo y luego ayudar en la cocina, es mi rutina, no es un trabajo pesado pero estoy harta de empujar el carrito del aseo por toda la mansión, es absolutamente aburrido y humillante. Nunca podré codearme con nadie importante porque ellos hacen sus fiestas en clubes y centro de convenciones de hoteles de lujo, no he visto la primera persona interesante venir a la casa hasta ahora, a este paso nunca conoceré a ningún hombre adinerado y voy a morir vieja y arrugada siendo una simple criada.

—¿Qué haces aun aquí?, los quehaceres no se hacen solos. — dice mi tía entrando a nuestra habitación, hoy no he podido levantarme de la cama, estoy a punto de renunciar y largarme a rogarle a mis padres que me reciban de nuevo.

—¡Ya voy!, eres tan malvada como mi madre, ¡odio este trabajo! No quiero hacerlo más. —Lloriqueo levantándome de mala gana.

—Me costó mucho convencer a la señora para que te dejara quedarte, me haces quedar mal y te juro que no volverás a contar conmigo nunca más, sabes que no miento. — Me acerco a ella y la miro con ojos de borrego, lo que dice es una gran mentira, ella nunca podría abandonarme, me ama demasiado. Aprovecho y le pregunto algo que hace días da vueltas en mi cabeza.

—No entiendo ¿cuál es el problema?, tanta parafernalia para contratar una sirvienta. — Ni que fuera la contadora real del palacio de la reina Isabel.

—Esta familia es muy importante y poderosa, no pueden dejar entrar a cualquiera a la casa. — No me creo eso, sospecho que hay gato encerrado.

—Soy tu sobrina favorita, no una extraña al azar, dime la verdad — Ella rueda los ojos y se acerca mucho a mi.

—No puedes decirle a nadie lo que voy a contarte — Me hago una cruz en la boca en señal de que mis labios están sellados y ella procede a decirme todo el chisme. — El joven Arthur tuvo un enredo con una de las mujeres de limpieza cuando tenía 19 años, retó a su madre e iba a casarse con ella porque la embarazó, pero la chica perdió al bebé cuando "accidentalmente" rodó por las escaleras y luego misteriosamente desapareció para siempre, el joven estuvo sumido en una gran depresión por meses y cayó en los vicios y el alcohol, desde entonces pareciera que vive para autodestruirse y hacer encorajinar a su madre. — Jadeo asombrada por la información recibida de mi tía, pensé que el todo poderoso e inalcanzable heredero no se rebajaba con simples mortales, es bueno saber cómo está el terreno antes de dar un paso en falso.

—No me jodas… así que fue por eso. — El hombre es una cajita de sorpresas y pienso usarlo a mi favor.

—Sí, se dice que la señora fue quien tuvo que ver con todo lo sucedido, es una mujer de armas tomar y no teme a las represalias, por eso debes estar agradecida que te dejó quedarte y limitarte a hacer tu trabajo y punto, no la provoques Victoria. — Pongo mi cabeza en su hombro y me quejo de nuevo.

—Tía, esto no es para mí, no nací para ser cenicienta, quiero ser la reina malvada. — Ella sabe que quiero un hombre rico que me saque de la pobreza y pasar mis días viajando y de compras.

—Lo sé, pero mientras aparece tu mina de oro, debes ocuparte de ti misma, ahora, ve a limpiar que tienes media hora de retraso. — Quiero hacer un berrinche, pero no puedo tirar aún la toalla.

—No eres nada agradable. — A regañadientes me meto al baño y me aseo para empezar a trabajar.

Voy por mi indumentaria en el cuarto de limpieza y tomo el ascensor de servicio para ir a la segunda planta de la casa; mientras limpio la habitación de la señora, no puedo dejar de maravillarme al ver el closet casi del tamaño de la casa de mis padres, hay vestidos por todos lados organizados perfectamente en percheros por estilo, color y ocasión; también vestidos de noche, casuales, ropa de verano, abrigos, zapatos de todos los estilos, un gran espejo con luces led para maquillarse y un hermoso diván blanco en medio del vestidor, toco las finas telas y suspiro al pensar que Olga Mitchell es quien quiero ser cuando sea grande y que no voy a detenerme hasta que sea como ella, o mejor…

A medio día he terminado casi todas las habitaciones, solo me falta la del fondo, que es la del Joven heredero; en el tiempo que llevo aquí, no lo he visto nunca, al parecer está de viaje. Entro a la habitación y por primera vez en días la cama está sin hacer y hay ropa tirada por todos lados, lo que quiere decir que el hombre ha vuelto a casa, comienzo a levantar las cosas del piso y noto un delicioso olor emanar de las prendas, debe ser un perfume muy caro y fino, trato de adivinar si es Versace o Giorgio Armani; pongo la ropa en la bolsa para la ropa sucia que traigo conmigo, esta gente está forrada en dinero, el niño mimado se viste con ropa a medida de diseñadores famosos y huele como los dioses. Cambio las sábanas de no se cuantos hilos, ya que, se usen o no, a diario deben ser reemplazadas por un juego limpio. Cuando está la cama sin una sola arruga y las almohadas perfectamente alineadas, procedo a aspirar la habitación, me pongo audífonos y tarareo alegremente, por lo que no escucho cuando la puerta del baño se abre y alguien me sorprende tocando mi hombro, me volteo asustada y por accidente le arranco al precioso hombre frente a mí, la toalla que lleva puesta, jadeo sorprendida y avergonzada mientras él me mira muy molesto sin inmutarse.

—Lo siento joven, no sabía que se encontraba aquí. — me disculpo volteándome porque el muy desgraciado es tan orgulloso que en ningún momento trata de taparse su muy bien dotada entrepierna, solo me mira con enojo y fastidio.

—¿Quién diablos eres y por qué entras a mi habitación sin permiso? — me volteo hacia el de nuevo y me quedo embobada mirándolo por lo que tardo en responder.

—Soy la mucama señor, pensé que no se encontraba, lo siento no quería importunarlo.

Me agacho y levanto la toalla del piso, se la doy y él la toma de mala gana de mis manos, luego se la pone rodeando su cintura con ella, lo cierto es que el hombre es absolutamente perfecto, debe medir 1.90 de estatura, abdomen marcado, pecho firme y aunque no es muy musculoso, se encuentra en muy buena forma, ni que decir de lo perfecta que luce su hombría bien depilada, no sabía que los hombres hacían eso.

—¡Sal de aquí y no entres hasta que yo ya no esté presente!. — pero es el tipo más odioso que jamás haya conocido, me cae mal al instante y nada podrá cambiarlo.

—Solo estaba haciendo mi trabajo, por favor joven, si la señora sabe que he hablado con usted va a despedirme y no puedo perder este trabajo. — Nada mejor que hacerme la pobre víctima, mencionar a su madre debe tocar su fibra sensible porque de inmediato cambia su tono odioso por uno mas suave.

—Está bien, pero no vuelvas a entrar sin tocar o mientras yo esté por aquí. — Me encantaría contentarle: “Por supuesto su majestad” pero solo asiento y me voy rápidamente de la habitación.

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