Madelaine quiso estar lo más elegante y bella posible esa noche. De pronto todo le había dejado de importar; el enojo y desaparición de Blake, el miedo que le había tenido horas antes y el quedarse sola en el hotel en su luna de miel. Era joven y demasiado confiada como para meditar en lo que hacía o dejaba de hacer. Seguía sin tomar en cuenta que ya era una mujer casada y que debía respetar ciertas normas que su nuevo estado demandaba. Se miraba frente al gran y pulido espejo, dando vueltas admirando como el delicado y elegante vestido marcaba su cuerpo y distinguía aún más su imagen. _ ¡Cantaré junto a Cole! _ exclamó feliz _ ni siquiera puedo creerlo… es estar como en un sueño…. _ de pronto su rostro se demudó, llenándose de nostalgia y tristeza _ como me gustaría que David estuviera aquí… disfrutábamos tanto cuando cantábamos juntos… ¡todo es demasiado injusto! Hoy tendría que estar aquí con él y no con ese maldito hombre _ dio un grito de furia y las lágrimas comenzaron
Cuando el piano comenzó a sonar, Blake y Patrick entraron al salón. _ Supongo que tu esposa debe estar por aquí _ susurró Patrick _ ¿no? Blake lo miró un instante frunciendo el ceño. _ No lo creo, no se atrevería a venir sola. Es mi esposa, por lo tanto, debe salir conmigo o en su defecto, con mi permiso _ dijo Blake con seguridad, mostrando superioridad _ debe estar en la habitación. Patrick hizo una vista panorámica. _ Ah, ¿sí? Y entonces ¿Por qué la veo junto a Roger Morgan y su prometida? _ dijo sonriendo con sorna. El rostro de Blake se transformó de inmediato, apretó sus puños y sus labios. ¿Cómo se atrevía a hacer eso? ¡Esa mujer iba a recibir un gran castigo por su osadía! _ ¡Esa m@ldita mujer! _ musitó rabioso, con su rostro enrojecido _ no se cansa de dejarme en ridículo. He sido demasiado blando con esa miserable malcriada. Ah, pero hoy me va a oír. Al ver a su amigo tan enfurecido, Patrick no pudo menos que admirar la valentía y la intransigencia de
Maddie hizo una pequeña reverencia ante el aplauso del entusiasta público y del músico. Se incorporó lentamente y se dirigió con una gran sonrisa hacia donde estaban sus amigos, pero antes de llegar, Blake sutilmente la tomó del brazo atrayéndola hacia él. _ Has cantado maravillosamente querida _ le susurró al oído, abrazándola, asegurándose de que todos, pero particularmente David lo viera _ No sabes el placer que me ha causado oírte cantar. Madelaine sintió que un escalofrío le corría por la espalda. Esto último que le había dicho le sonó un tanto amenazante. Ella entrecerró los ojos, tratando de no mostrar emoción alguna que delatara el temor que le había provocado escucharlo. Podía sentir la presión firme de los dedos de Blake en su brazo, como si estuviera marcando su territorio. Él esbozó una sonrisa fría, pero sus ojos, habitualmente claros, se oscurecieron con una furia contenida, una sombra peligrosa que contrastaba con la suavidad de sus palabras. _ Haz el favor de sol
Apenas lo vio venir, David le sostuvo la mirada sin miedo y desafiante. No sabía lo que se proponía Blake, pero de él se podía esperar cualquier cosa. Sarah, al ver a Madelaine y sabiendo que era la mujer a quien su prometido realmente amaba palideció y se estremeció. Tomó el brazo de David y se aferró a él tratando de tomar su posición ante la otra. La novia de David tenía un carácter totalmente opuesto al de Maddie, ella era una chica dulce, callada y sumisa por así decirlo, la esposa ideal en ese círculo. Sin embargo, estaba demostrado que su prometido amaba a la rebelde y caprichosa chica que le ofrecía una tempestad de emociones y eso la hacía sentir muy insegura. _ Señor Hamilton, señorita Wade _ dijo de manera encantadora Blake _ lamenté mucho sus ausencias en nuestro matrimonio... ¡una verdadera pena! ¿No cariño? _ la miró a Maddie y le dio un beso en la frente, luego sonrió. La joven apenas los miró y asintió. David, como si no le importara ni Sarah ni Blake la miró fij
Blake cerró la puerta de la habitación contigua con un golpe seco, el eco resonó en el silencio del opulento hotel. Sus manos temblaban de ira, una ira tan visceral que parecía quemarle desde dentro. Se quedó de pie un instante, respirando con dificultad, su pecho subía y bajaba con cada respiración entrecortada, mientras la escena de lo que acababa de hacer a Madelaine se repetía sin cesar en su mente. Con un rugido gutural, lanzó el jarrón de porcelana que estaba sobre la mesa contra la pared. El estruendo del objeto haciéndose añicos contra el mármol llenó la habitación, pero no alivió en lo más mínimo la tormenta que se arremolinaba en su interior. Siguió con las lámparas, los muebles, cualquier cosa que pudiera lanzar o romper. Necesitaba destrozar algo, cualquier cosa, como si al destruir todo a su alrededor pudiera destruir también la furia y el remordimiento que le quemaban el alma. Finalmente, cuando no quedaba nada más que destrozar, se dejó caer de rodillas, jadeando, c
Patrick fue hasta la joven que permanecía en el suelo, quien se tapaba la cara con las manos, como si quisiera ahogar y esconder su llanto. Se detuvo un momento a mirarla, sin saber qué hacer. Su falda estaba levantada, y se podía ver la piel enrojecida y magullada de sus muslos y nalgas, donde la tela de su ropa interior no alcanzaba a cubrirla del todo. El contraste entre las marcas recientes y la palidez de su piel era un recordatorio doloroso de la violencia que había sufrido.Patrick sintió un nudo en la garganta al ver el estado en que se encontraba Madelaine. La imagen era devastadora: la joven, siempre tan elegante y orgullosa, ahora yacía deshecha, rota, como si toda la fuerza y dignidad que la caracterizaban hubieran sido cruelmente arrancadas de su ser. No lo pensó dos veces, fue hasta ella e inmediatamente le bajó la falda mientras la joven ni siquiera atinaba a moverse. Mientras lo hacía, una ola de culpabilidad lo asaltó. ¿Cómo había permitido que las cosas llegaran
Mientras tanto, Blake vagaba sin rumbo por la ciudad, una sensación muy parecida a la angustia se había apoderado de él. Conforme pasaba el tiempo, lo que había hecho le estaba pesando. Su incapacidad de controlar sus emociones le habían jugado una muy mala pasada y ahora sentía que no había vuelta atrás, sin embargo, él de alguna manera seguía justificando su accionar. _ Lo ama... ama a ese imbécil. ¡Me pregunto qué es lo que ve en él! _ masculló con furia y celos _ Estoy seguro de que ni siquiera sabe cómo satisfacer a una mujer _ sonrió con desdén. Soltó un gran suspiro, moviéndose de un lado a otro en el asiento trasero de su automóvil. El lujo que lo rodeaba, que siempre había sido un símbolo de su poder, ahora se sentía opresivo y vacío. No sabía qué hacer ni adónde ir. No quería llegar a su mansión sin su esposa, tampoco al club, y volver al hotel no era una opción. Cada lugar le recordaba la soledad de la que trataba de escapar, una soledad que parecía haberse convertido e
Rose estaba sentada al borde de la tina, admirando la ancha espalda de Blake. _ Estás muy tenso mi amor _ le dijo Rose mientras le pasaba la esponja por la espalda _ ¿no quieres que me meta contigo? Sé muy bien que hacer para quitarte todas las inquietudes _ le dio un beso en el cuello. Él resopló con cansancio. _ No rose, no estoy de humor_ dijo molesto _ no empieces con esas cosas. Sabes muy bien que no me gusta que me estén encima. Rose hizo un gesto de tristeza y resignación. Se moría por estrecharlo en sus brazos, por hacer el amor con él. O al menos lo que ella creía que era hacer el amor con él. _ Es mejor que vayas a dormir Rose... _ le dijo él sin mirarla _ no estoy de humor para hacer nada _ solo necesito estar solo y tranquilo. La mujer se paró, se abrió su bata de seda dejando a la vista su blanca y tersa piel y luego se inclinó frente a él quedando cara a cara. _ Blake, no sé que es lo que te sucede, pero al menos dejame cuidarte ... puedes hablar con