Lo que en un principio había parecido ser un simple encuentro fortuito con David, en realidad, no lo había sido. Y es que el menor de los Hamilton, no le había perdido pisada a Blake y mucho menos, a Maddie, tenía gente que vigilaba todos sus movimientos. No podía olvidarla, la seguía amando y por más que trataba de mejorar su situación con Sarah, todo era en vano. Así que, apenas supo del regreso del matrimonio se propuso ver a Maddie como fuera para hablar con ella. Necesitaba abrirle los ojos, mostrarle quien era en realidad el hombre con el que estaba casada pero más que eso; reafirmarle su amor y darle apoyo incondicional como siempre lo había hecho. Quería estar presente en la vida de la joven, como fuera. Era por eso por lo que ese día él apareció allí. Y ahora, estaba enfrentando a su mayor y único enemigo: Blake Townsend. — ¡Juro que esta vez te mataré! —le dijo Blake, dándole un puñetazo tan fuerte que lo hizo trastabillar—. ¡Te dije que no te acercarás a mi mujer! Ma
La atmósfera en la sala se había vuelto asfixiante, cargada de emociones desbordadas y silencios interrumpidos solo por el sonido de las respiraciones agitadas y el sollozo entrecortado de Maddie. Blake, aún tambaleante por la furia y el agotamiento, sostuvo a su esposa con la delicadeza de alguien que temía romperla. El resto del mundo se desvaneció para ambos; ni la presencia de John, ni los hombres arrastrando a David importaban ya. Solo estaban ellos dos, atrapados en el remolino de su propia tormenta. —No puedes seguir haciendo esto —susurró Maddie, con un hilo de voz que apenas se sostenía—. No puedes... Blake, esto nos destruirá. Él apoyó su frente contra la de ella, cerrando los ojos como si eso pudiera borrar lo que había ocurrido, como si pudiera detener el dolor que sabía le había causado. Su tono fue bajo, casi inaudible, pero cargado de una vulnerabilidad que raras veces mostraba. —No sé cómo detenerlo, Maddie... No sé cómo ser otra cosa que esto. Maddie retro
Sarah, corrió hacia la sala de estar al encuentro de su esposo cuando los sirvientes le avisaron que había llegado malherido. Al entrar, se quedó por un instante petrificada al verlo. David no sólo estaba todo desarreglado y con su camisa rota, sino que también tenía una herida en el rostro que parecía haber estado sangrando hasta hacía unos minutos atrás, tragó saliva y se llevó la mano a la boca presintiendo lo peor. — David, mi amor —dijo, corriendo hacia él, rápidamente—. Pero ¿Qué te ha sucedido? —Se agachó, ya que él estaba tirado sobre el respaldo del sofá tocándose la sien— ¿Quién te ha golpeado de esa manera? El hombre la miró por un instante, luego cerró los ojos y soltó un suspiro sin emitir una palabra. David se sentía tan frustrado y furioso por su malogrado encuentro con Maddie que no quería hablar en ese momento. Le dolía más no haber podido hablar con ella como lo hubiese querido que las heridas que tenía. Sarah al no recibir respuesta de su esposo se incorporó y m
Nueva York, 15 de agosto de 1929 Blake Townsend y su amigo Patrick Stanton habían sido invitados a una de las tantas fiestas en donde la elite millonaria de la ciudad se reunía, esta vez el anfitrión era Richard Parker, un magnate naviero. Y aunque Townsend no era un hombre muy apreciado en la alta sociedad neoyorquina, por ser hijo ilegítimo y por haber acrecentado su fortuna de manera dudosa, era menester para cualquier empresario invitarlo, ya que siempre era bueno tener el apoyo financiero de un hombre como él. El lujoso salón de la mansión de los Parker brillaba con candelabros de cristal y paredes decoradas con obras de arte. Una orquesta tocaba suavemente en una esquina, añadiendo un toque de elegancia a la velada. Del otro lado del salón, una hermosa joven de dieciocho años se movía como pez en el agua dentro de ese ámbito, sonriendo y coqueteando con cuanto joven se le acercaba, despertando los celos y la envidia de las miradas femeninas. Portadora de una belleza sin
Blake estuvo el resto de la velada de malhumor viendo como Maddie, el objeto de su deseo permanecía allí con esa actitud de diva encantadora, bailando y coqueteando con cada hombre que se cruzaba en su camino. Su frustración creció cuando vio la gran sonrisa que ella lanzaba con la llegada de David Hamilton, el heredero perfecto y pulcro, cuyo linaje y reputación contrastaban de manera chocante con su propia esencia rebelde y despreciada por la alta sociedad.Apenas avanzó por el salón, Maddie no se preocupó por disimular su interés en él. _ ¡David! _ le dijo sonriéndole con su mirada centelleante _ creí que ya no vendrías, he estado reservando todos mis bailes para ti. Desde su rincón, Blake apretó los dientes. Cada palabra de Maddie, cada sonrisa dedicada a ese idiota, lo enojaba más.El guapo joven sonrió meneando la cabeza._ Maddie, te dije que vendría ... ¿Cómo podría perderme la oportunidad de bailar con la chica más hermosa de la ciudad? _ le dijo mirándola a los ojos _ te l
Nueva York, 20 de octubre de 1929 Blake estaba en la oficina del club clandestino que poseía, lugar en donde hombres de dudosa reputación y otros de doble moral asistían para saciar cualquier deseo que tuvieran ya fuera beber alcohol (que por esos años era ilegal), estar con mujeres dispuestas a cumplirles cualquier fantasía o jugar cualquier juego de azar. Él tenía el suficiente poder y dinero como para mantener su famoso antro muy bien protegido, la policía como las autoridades pertinentes estaban muy bien pagas como para mirar para otro lado. _ ¿Qué pasa Henry? _ le preguntó a su secretario que venía con cara de frustración _ ¿Alguien murió? El hombre se acercó y le dio una pequeña y fina caja rectangular de terciopelo rojo. _ La señorita Aston ha devuelto este regalo también señor _ dijo con temor el hombre _ le dijo al mensajero que, si sigue molestándola, llamará a la policía. Blake se llenó de furia tomando la caja y tirándola con fuerza contra la pared, golpeó un
Nueva York, 15 de diciembre de 1929 Madelaine Aston estaba devastada. Miró a su inflexible madre, la gran Edith Green de Aston, quien parecía no atender los reclamos desesperados de su hija. Su deber como madre y por ahora jefa de la familia, era defender a como diera lugar, la posición y buen nombre de esta, eso incluía no caer en la ruina total. Su semblante adusto e inflexible lo decía todo; esta vez no le iba a permitir a su hija salirse con la suya. _ ¡No voy a casarme con ese hombre! _ gritó la joven mientras lloraba a mares _ ¡es un ser repugnante me da asco, lo odio! _ No estoy aquí para preguntarte Maddie, solo vine a avisarte para que estes lista _ le dijo la mujer buscando varios vestidos de finísima seda para que su hija se probara _sabes tan bien como yo, que es la única manera de salvar a nuestra familia, ¿Quieres que tu padre termine como todos los demás? ¿Desearías leer en los diarios que se voló los sesos o se tiró de un edificio por no poder soportar la ruina
Nueva York, 31 de diciembre de 1929 Durante las sucesivas semanas, el chisme del compromiso de Blake y Maddie fue la sensación de la alta sociedad. Durante mucho tiempo se habían estado preguntando quien sería, la mujer que conquistaría el corazón de un soltero empedernido como él. A casi nadie le sorprendió que esa chica fuera Maddie ya que era considerada la joven más hermosa de la aristócrata sociedad neoyorquina y porque no, del país. La presentación como pareja oficial la hicieron en la celebración de año nuevo justamente en la mansión de los Aston, quienes, gracias al apoyo económico de su futuro yerno, no había sucumbido como les había sucedido a otros. Obviamente, la fiesta era mucho más sobria y menos ostentosa que la de años anteriores, pero no por eso menos elegante. Edith se había encargado de que todo estuviera perfectamente dispuesto para la presentación de la “glamorosa” pareja. Maddie se había refugiado en la biblioteca, no quería participar de aquel circo.