Samara siempre mantuvo temple de acero, jamás se dejó intimidar por nada, menos cuando quería lograr algo. Siempre con la frente en alto y de verdad le gustaba pensar que una vez llenó los zapatos en la expectativas de su padre o al menos acercarse a las de su madre. Sin embargo, tenía claro que no era lo que querían. Nunca quiso ser lo que esperaron, pues ese título de esposa trofeo jamás le gustó, menos cuando conoció a William Helm. Estando en la autopista en donde iban recordó la primera vez que lo vió en ese sitio alejado de la casa de sus padres, con un caballo lastimado y ella con el tobillo en el cual tenía una hematoma con la forma alargada que el tronco en el que tropezó y rodó le había causado.—Puedo cargarte a tí, no al caballo. Pero algo es algo. —le dijo haciéndola reír en medio de su dolor. Sonrío al evocar el momento en donde la ayudó a llegar a una cabaña vieja en donde al menos se pudo sentar, volver por el caballo y de poco en poco llevarlo a un sitio que sirvió
Samara llegó a su casa con un peso menos sobre sus hombros, algo más en qué pensar y a la vez para dejarlo ser, sin ocultar que un día fue lastimada. Moreno la recibió con lo que había ocurrido con los caballos y los vaqueros, pero solo quería dormir. —Le diré al capataz que se haga cargo, mientras usted descansa—dijo comprensivo—Un día en el que se ausente no le hará daño. —Te lo agradezco—miró la hora en su móvil—¿No ha llamado el ministro? Tenía una reunión con él y lo olvidé por completo.—Sí, pero lo entendió—asintió—Quién llamó porque hubo una situación en la fortaleza fue el señor Deal, dijo que llamaría luego. —¿Adelantó algo?—cuestionó y Moreno negó—Le llamaré yo. Comunicame con Bastian, si está en la fortaleza debe estar enterado.—No se encuentra hasta allí. Tengo entendido que tuvo que salir. No debía preguntar a dónde, porque rara vez se enteraban de lo que este hacía. Su independencia siempre causó problemas, pero en ese momento nadie se atrevía a decir algo al resp
—Listo. —Samara bajó el teléfono cuando le avisaron que sus documentos ya estaban en manos de quien los necesitaba. Miró la hora en su móvil y se dio la vuelta para ver los ojos felinos del coronel observando su figura a detalle. —Si no quisiste casarnos con solo una firma solamente, espero que al menos estés vestido con algo que te haga ver lindo. —planteó, llevando las manos detrás de su espalda. —No pienso en lo que pasará ese día. Por ahora no es de mi interés—se incorporó con lentitud.—Sí, ya sé. Hombre ocupado—blanqueó los ojos, pero tal acción le valió el ser aprehendida por sorpresa. Ambas manos juntas detrás suyo fueron atrapadas, por lo que ella solo alzó la cara. —No soy partidaria de la violencia, Will. —El quejido que se escapó de su garganta se acalló con el beso voraz que la dejó sin aire por un momento. —Llegarás tarda con tus hombres. —Dredd se hará cargo—tensó aún más su agarre y ella mantuvo esa mirada desafiante que a él lo puso peor. Antes era la chiquilla
Willow salió de la ducha con la toalla alrededor de su cuerpo, ni siquiera miró al espejo como siempre, tan solo tomando un cepillo para sus dientes y haciendo uso de él mirando el chorro de agua que caía. En su mente volvió a sentir el licor cayendo por su rostro, mientras veía como Ancell, Armin y Warren usaban sus navajas para abrir su piel cuantas veces quisieron. Escuchó un quejido de dolor que lo hizo elevar el rostro y accidentalmente su propio reflejo lo obligó a no despegar los ojos del espejo.Ahí estaban las cicatrices que siempre se negaba a ver. La imagen distorsionada lo hacía verse lleno de ellas, aún frescas. Pero de solo recordar lo que tenía para iniciar su desquite las pesadillas tuvieron algo con qué enfrentarse. Dijeron que disfrutaban la imagen de la sangre brotando de las heridas, entonces les daría mucho más de eso. Deseó que Artemio pudiera estar con vida para cobrar eso también. Porque había sido quien lo condenó y uno de aquellos a los que no podía hac
El gran día había llegado en la tríada, Samara estaba frente a un espejo con un vestido que había en un maniquí. El corte en el escote era precioso y al no ser acampanado, si no que ajustado a su figura, para ella adquirió un atractivo único.—No sé cómo me convenciste de esto. —dijo tocando el bordado. —Es hermoso, pero tengo 34 años, no veinte para ilusionarme con este tipo de cosas. —En primera, la vida no tiene un cronograma fijo para cumplir hitos que a menudo creemos que deben suceder en momentos específicos, pero cada uno llevará su ritmo—rodeó el maniquí—A mí me juzgarían por tener 3 hijos a mi edad y mira, estoy feliz con ello. Samara le sonrió al oír las palabras correctas.—En segunda, eres hermosa, Samara. —la observó con dulzura—¿Quieres ilusionarte? ¡Hazlo! Es tu boda, puedes hacer lo que quieras, estoy segura que el coronel estará más enfocado en que estás feliz tú y no si a alguien le parece justo que lleves puesto o hagas algo distinto a lo que “se debería”—¿No has
La licencia le permitía a Willow ausentarse por algunos días de su comando, por lo que salir del país solo le robaría tiempo que no quería perder de ningún modo. Tenía lugares que durante su trabajo conoció, por lo que fue uno de esos fue en el que amaneció. Un ático en el distrito de Mitte. Su ubicación céntrica permitía a los recién casados estar cerca de todo lo que la ciudad tenía para ofrecer. Grandes ventanales que permitían que la luz del sol inundara el espacio durante el día. Desde ahí, la pareja podía contemplar las vistas de la ciudad, con sus tejados y torres, incluso el mar a la distancia. Un sitio digno de explorar hasta el último rincón, pero para el coronel no había nada más fascinante que ver a su mujer con las sábanas cubriendo su desnudez, mientras dormía plácidamente. Como si ese lugar fuese seguro o lo sintiera de esa forma. Era como debía estar. Sin pesadillas, tal como estaba calmando las suyas. La contempló con verdadero placer desde el sur al norte e
—¡Samara, despierta! —la súplica de Willow le revolvió el estómago, pues jamás había experimentado algo así. No era trabajo ni una tortura que pudiera soportar; era ver a su mujer con una herida en el costado que lo tenía aterrado. Colocó la mano sobre la herida y se asomó para ver si aún estaban ahí, pero el auto había desaparecido. Esa fue su señal para tomar el arma que había recogido. Apuntó en todas direcciones, pero no encontró nada más que una oscuridad bizarra que se burlaba de él. Revisó a Samara nuevamente mientras ella hacía una mueca de dolor que lo frenó. —Te llevaré a una clínica, solo resiste. —dijo apresurado, dirigiéndose al otro vehículo en la cochera que podría servirles. —También estás herido. —el quejido de Samara no lo detuvo; la dejó en el asiento. Encendió el motor, pidiéndole que no se moviera, mientras iba a revisar al hombre que encontró con el saco perforado por balas, sabiendo que habían entrado en su cuerpo. —La señora…—Moreno expulsó la sangre de su
La mirada entusiasmada no se pudo borrar en Samara desde que abandonó la clínica. Teniendo que descansar mientras su médico de confianza regresaba al país. El coronel solicitó una licencia más para cuidar de ella, pues dejarla sola no era una opción que consideró. Por ello los días siguientes olvidó el resto del mundo para tener su mente y ojos solo para la mujer que disfrutó de sus atenciones. Además de recibir los resultados que reafirmaron su embarazo. Era irreal estar viendo unos resultados que leía una y otra vez sin poder asimilar cómo era posible. —¿Puedes creerlo, Howard? —cuestionó ilusionada. —¡Estoy embarazada! ¡Voy a ser mamá! —Te lo dije, Sam. —el abrazo cruzó el momento doctor paciente pues al verla con esa mirada destelleante no pudo evitar contagiarse. —Te lo dije. La estadística no es una regla y con el esmero que siempre le has puesto a tu salud, algo como eso no iba a arruinar tu felicidad. —Sigue diciéndome que me lo dijiste. —la soltó y le besó la frente.