__ Son muy ignorantes si creen que esta vez voy a correr. - dijo el coronel lanzando el expediente a la mesa, sobresaltando a Rosella. - Debes irte. Tengo asuntos que arreglar con esos perros. __ ¿De quien hablas? - se asomó para ver el antiguo nombre de su hermano en la primera hoja del segundo grupo. - ¿Quién te envió esto? ¿Hablaste con el general? __ No pienso meter a nadie en esto. Ni siquiera a tí, así que arregla una maleta porque te llevaré al aeropuerto, conseguiré un pase de abordar a cualquier país disponible. - sacó la tarjeta que deslizó cerca del lector en la ventana falsa que había cerca de la puerta de la cocina. Los fajos de billetes aparecieron y uno de los pasaportes de su hermana también. __ Vienen por mí y no te quiero cerca cuando pase. - le entregó dos fajos y su documento para viajar. __ Estás loco. No voy a dejarte. Tienes que decirles a… __ El general está ocupado con el restablecimiento de nuestros privilegios y los demás no tienen porqué lidi
Todos esperaban por el fin de dicha reunión. No había parlamento y así como se juzgó a Caden Zane meses antes, se juzgaría una ley antigua. La cual de romperse, conllevaría a la debilidad del resto y desataría muchos cuestionamientos de parte de todos, que no podrían detener de otra forma. Pero subestimar la inteligencia de un Blackwood era la peor estupidez que alguien podría hacer. Ellos controlaban el poder porque sabían cómo moverse en él. Las puertas se abrieron y el hombre de traje impecable, cabello oscuro y húmedo caminó con pasos firmes. No miró a nadie. Dejando que su gabán reafirmara su poderío con solo una prenda común que se movió con cada paso. Santos se mantuvo a su lado en todo momento. Los Mörder tenían una orden y era no comprometer la seguridad del máximo líder de ningún modo. Este se ubicó en la silla que le correspondía, viendo su reloj y el lugar de su mujer vacío. Estos asuntos eran ridículos para él, pues tratar con leyes antiguas o decisiones de
Willow pasó toda su vida huyendo de un enemigo que en ese momento lo había alcanzado. Tenía mucho por qué arrepentirse, demasiado por qué considerar y aún mucho más para ver hacia el pasado.Sus dedos se cerraron en el cuero del volante, mientras las luces de la carretera iluminaban su rostro impertérrito. Con sus ojos profundos mirando la carretera frente a él, su aplomo se vio desnivelado ante lo que había ocurrido minutos antes.Se había comprometido.Iba a casarse con Samara Blackwood.Una vez la quiso. Una vez la pidió. Una vez lo intentó. Pero las cosas no se dieron como pensó; todo se convirtió en el mismo infierno para él, la soledad se volvió viva para ella y la muerte acechaba al bebé que nunca llegó a nacer.Willow reflexionó profundamente desde que se enteró del embarazo. Podía fácilmente adivinar cuándo había ocurrido, el momento exacto en el que habían concebido a su hijo, pero, sobre todo, se dio cuenta de que podría haber prestado más atención a los detalles que pasó p
Samara siempre mantuvo temple de acero, jamás se dejó intimidar por nada, menos cuando quería lograr algo. Siempre con la frente en alto y de verdad le gustaba pensar que una vez llenó los zapatos en la expectativas de su padre o al menos acercarse a las de su madre. Sin embargo, tenía claro que no era lo que querían. Nunca quiso ser lo que esperaron, pues ese título de esposa trofeo jamás le gustó, menos cuando conoció a William Helm. Estando en la autopista en donde iban recordó la primera vez que lo vió en ese sitio alejado de la casa de sus padres, con un caballo lastimado y ella con el tobillo en el cual tenía una hematoma con la forma alargada que el tronco en el que tropezó y rodó le había causado.—Puedo cargarte a tí, no al caballo. Pero algo es algo. —le dijo haciéndola reír en medio de su dolor. Sonrío al evocar el momento en donde la ayudó a llegar a una cabaña vieja en donde al menos se pudo sentar, volver por el caballo y de poco en poco llevarlo a un sitio que sirvió
Samara llegó a su casa con un peso menos sobre sus hombros, algo más en qué pensar y a la vez para dejarlo ser, sin ocultar que un día fue lastimada. Moreno la recibió con lo que había ocurrido con los caballos y los vaqueros, pero solo quería dormir. —Le diré al capataz que se haga cargo, mientras usted descansa—dijo comprensivo—Un día en el que se ausente no le hará daño. —Te lo agradezco—miró la hora en su móvil—¿No ha llamado el ministro? Tenía una reunión con él y lo olvidé por completo.—Sí, pero lo entendió—asintió—Quién llamó porque hubo una situación en la fortaleza fue el señor Deal, dijo que llamaría luego. —¿Adelantó algo?—cuestionó y Moreno negó—Le llamaré yo. Comunicame con Bastian, si está en la fortaleza debe estar enterado.—No se encuentra hasta allí. Tengo entendido que tuvo que salir. No debía preguntar a dónde, porque rara vez se enteraban de lo que este hacía. Su independencia siempre causó problemas, pero en ese momento nadie se atrevía a decir algo al resp
—Listo. —Samara bajó el teléfono cuando le avisaron que sus documentos ya estaban en manos de quien los necesitaba. Miró la hora en su móvil y se dio la vuelta para ver los ojos felinos del coronel observando su figura a detalle. —Si no quisiste casarnos con solo una firma solamente, espero que al menos estés vestido con algo que te haga ver lindo. —planteó, llevando las manos detrás de su espalda. —No pienso en lo que pasará ese día. Por ahora no es de mi interés—se incorporó con lentitud.—Sí, ya sé. Hombre ocupado—blanqueó los ojos, pero tal acción le valió el ser aprehendida por sorpresa. Ambas manos juntas detrás suyo fueron atrapadas, por lo que ella solo alzó la cara. —No soy partidaria de la violencia, Will. —El quejido que se escapó de su garganta se acalló con el beso voraz que la dejó sin aire por un momento. —Llegarás tarda con tus hombres. —Dredd se hará cargo—tensó aún más su agarre y ella mantuvo esa mirada desafiante que a él lo puso peor. Antes era la chiquilla
Willow salió de la ducha con la toalla alrededor de su cuerpo, ni siquiera miró al espejo como siempre, tan solo tomando un cepillo para sus dientes y haciendo uso de él mirando el chorro de agua que caía. En su mente volvió a sentir el licor cayendo por su rostro, mientras veía como Ancell, Armin y Warren usaban sus navajas para abrir su piel cuantas veces quisieron. Escuchó un quejido de dolor que lo hizo elevar el rostro y accidentalmente su propio reflejo lo obligó a no despegar los ojos del espejo.Ahí estaban las cicatrices que siempre se negaba a ver. La imagen distorsionada lo hacía verse lleno de ellas, aún frescas. Pero de solo recordar lo que tenía para iniciar su desquite las pesadillas tuvieron algo con qué enfrentarse. Dijeron que disfrutaban la imagen de la sangre brotando de las heridas, entonces les daría mucho más de eso. Deseó que Artemio pudiera estar con vida para cobrar eso también. Porque había sido quien lo condenó y uno de aquellos a los que no podía hac
El gran día había llegado en la tríada, Samara estaba frente a un espejo con un vestido que había en un maniquí. El corte en el escote era precioso y al no ser acampanado, si no que ajustado a su figura, para ella adquirió un atractivo único.—No sé cómo me convenciste de esto. —dijo tocando el bordado. —Es hermoso, pero tengo 34 años, no veinte para ilusionarme con este tipo de cosas. —En primera, la vida no tiene un cronograma fijo para cumplir hitos que a menudo creemos que deben suceder en momentos específicos, pero cada uno llevará su ritmo—rodeó el maniquí—A mí me juzgarían por tener 3 hijos a mi edad y mira, estoy feliz con ello. Samara le sonrió al oír las palabras correctas.—En segunda, eres hermosa, Samara. —la observó con dulzura—¿Quieres ilusionarte? ¡Hazlo! Es tu boda, puedes hacer lo que quieras, estoy segura que el coronel estará más enfocado en que estás feliz tú y no si a alguien le parece justo que lleves puesto o hagas algo distinto a lo que “se debería”—¿No has