El caos estalló como una bomba en la vida de Dimitrios. Desde el momento en que supo que Amara y Lia habían sido secuestradas, su mente no había tenido descanso. La noticia del secuestro se expandió rápidamente entre los círculos cercanos, y aunque intentó mantener la situación bajo control, el pánico comenzó a filtrarse más allá de lo que podía contener.La familia de Dimitrios estaba completamente involucrada en el asunto. Su madre, Helena, estaba al borde del llanto cada vez que intentaba hablar del tema, y su padre, Christos, trataba de mantenerse firme, pero no podía ocultar la preocupación en sus ojos. "Dimitrios, no descansaremos hasta traerlas de vuelta. Tienes nuestro apoyo en todo," le aseguró, colocando una mano firme en su hombro.Por otro lado, la familia de Amara no estaba al tanto de la situación. Dimitrios había tomado la difícil decisión de no contarles la verdad hasta no tener alguna pista sólida sobre su paradero. No quería preocuparlos sin motivo ni dejarlos en el
Una semana. Siete días de incertidumbre y temor habían transcurrido desde que Amara y Lia habían sido arrancadas de sus vidas normales. En ese lapso, la realidad se había convertido en una pesadilla constante para ambas. Encerradas en un lugar oscuro y desconocido, rodeadas por el hedor a humedad y el constante eco de pasos ajenos, cada segundo parecía alargarse hasta el infinito.Amara se encontraba sentada en el suelo, abrazando sus rodillas, tratando de calmar los pensamientos que la asfixiaban. Había aprendido a mantener su mente enfocada en algo positivo, algo que pudiera sostenerla en medio de la desesperación. Ese algo era Dimitrios. "Él vendrá por nosotras," se repetía una y otra vez. "No se rendirá. Hará todo lo posible para encontrarnos." Pero, a pesar de su fe en él, el miedo seguía anidado en lo más profundo de su pecho.A su lado, Lia intentaba mantener la calma, aunque su respiración acelerada y sus manos temblorosas la traicionaban. Ambas habían enfrentado momentos terr
Dimitrios estaba al borde de la locura. Durante días no había comido ni bebido más que café, y su cuerpo ya empezaba a resentirlo, pero su mente no le daba tregua. Las imágenes de Amara y Lia, vulnerables y en manos de Leonidas, lo perseguían día y noche. En cada rincón de su casa, en cada objeto que tocaba, sentía la presencia de Amara como un fantasma que lo atormentaba. Cada segundo que pasaba sin encontrarla lo hacía sentir más impotente, más cerca de perder la razón.Esa tarde, mientras caminaba por el jardín de su madre, algo hizo clic en su mente. Un recuerdo enterrado, un comentario que alguna vez Leonidas había hecho sobre una finca abandonada que pertenecía a su padre. "Es un lugar perfecto para esconderse si algo sale mal," había dicho en una conversación casual hace años. Dimitrios sintió cómo su corazón se aceleraba. ¿Y si ese era el lugar donde las tenía?Sin perder tiempo, corrió a su habitación, tomó su teléfono y llamó a la policía, dando la ubicación exacta de la fin
Amara despertó en la habitación de la clínica, sus párpados pesados y su cuerpo adolorido. Todo a su alrededor parecía borroso, como si estuviera en un sueño, pero poco a poco la realidad comenzó a asentarse en su mente. Recordó el disparo, el rostro de Dimitrios lleno de furia y desesperación, y el grito desgarrador que había soltado antes de caer en la oscuridad.Al mirar a su alrededor, vio a Dimitrios sentado en una silla junto a su cama, con la cabeza inclinada hacia adelante y los codos apoyados en sus rodillas. Parecía exhausto, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros, pero en cuanto escuchó que ella se movía, levantó la mirada. Sus ojos, rojos e hinchados, se iluminaron al verla consciente.—Amara... —susurró su nombre con una mezcla de alivio y emoción, como si no pudiera creer que estuviera despierta. Se levantó rápidamente y tomó su mano con cuidado, como si temiera lastimarla.Ella intentó hablar, pero su voz apenas era un murmullo. —¿Lia...?—Está bien. Está
El aire estaba suave, con una brisa ligera que entraba por las ventanas abiertas. Amara estaba recostada en la cama de su habitación, sintiendo una mezcla de calma y nerviosismo. Había pasado ya una semana desde su regreso al apartamento. La tranquilidad del hogar de Dimitrios la rodeaba, y por fin podía pensar en lo que había vivido en los últimos días.Esa tarde, los padres de Dimitrios habían decidido hacerle una visita. Amara se había preparado lo mejor que podía, aunque su cuerpo no siempre respondía como quisiera. Pero al verlos llegar con una sonrisa en el rostro, se sintió feliz. La madre de Dimitrios, Helena, era una mujer de gran presencia, con una elegancia natural que parecía rozar lo inalcanzable. Su padre, Georgios, era más reservado, pero su mirada de aprecio hacia Amara era inconfundible.“Amara, querida, qué bonita estás,” dijo Helena, abrazándola con ternura. “Te veo mucho mejor desde la última vez.”Amara sonrió, agradecida. “Gracias, Helena, me siento bien,” respon
El sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad, tiñendo de naranja las paredes del apartamento. Amara y Lia estaban sentadas en el sofá, con una taza de té en las manos. El ambiente era tranquilo, pero algo en el aire parecía que no podía dejar de inquietarlas. Habían estado hablando de todo un poco, pero, inevitablemente, la conversación se desvió hacia lo que ninguna de las dos quería recordar: el secuestro.“¿Recuerdas ese momento?” dijo Lia, su voz temblando ligeramente. “Lo pasamos tan mal, Amara… No sé cómo no colapsé en ese instante.”Amara la miró, el dolor de aquel día aún presente en su mente. “Yo no sé cómo lo hice… estaba tan aterrada. Pero, al final, aquí estamos. Estamos vivas.”Un silencio pesado se instaló entre ellas, ambas perdidas en sus recuerdos, hasta que Lia rompió la quietud con una risa débil.“¡Ay, no, no! No estamos para llorar, estamos para celebrar, ¿verdad?” exclamó, levantándose de un salto. “Dios nos dio una oportunidad más para vivir y ser felices, así que…
Luego de que Andrea y Dimitrios llegaran al departamento, Andrea sabia que Lia estaba cuidando de Amara pero moria de ganas por ver a Lia.—Hermano, se que es tu casa pero ¿puedo ir a ver a Lia ahora?. Dimitrios asintio y Andrea salio de la sala con un vaso de wisky en manos y se dirigio a la habitacion donde se encontraba Lia. Escucho el sonido de la ducha y tambien el sonido de la voz de Lia que llenaba el lugar, cantaba una cancion en español que el entendia era bachata. Pues se acerco un poco mas y se quito los zapatos y en la mesa de noche coloco su reloj y se quito su traje a medida.Entro en el baño y Lia estaba completamente distraida cantando y moviendose al ritmo de la musica y sobando sus muslos con el gel de ducha que tenia en sus manos, siguio frotandose mientras Andrea miraba la escena con la garganta seca. De una zancada entro en la ducha a lo que Lia solto un brinquito.—¿Que estas haciendo, me asustaste. Andrea Con voz ronca responde solo observo como te bañas, quie
Después de la intensa tarde de conexión entre Andrea y Lia, se dirigen hacia el salón tomados de las manos, donde encuentran a Dimitrios abrazando a Amara, mientras que Katherine y Jairo conversan animadamente con ellos cuando estos dos se acercan, todos los miran con curiosidad, y entre Amara y Lia se intercambia una mirada cómplice. Los tres hombres se dirigen al balcón del apartamento para charlar, mientras las mujeres se adentran en la cocina para preparar algo de comer.Katherine no está muy familiarizada con la comida dominicana, pero Lia se pone a su disposición para enseñarle cómo prepararla. Amara, por su parte, se queda sentada en una silla de la cocina, observando cómo las dos chicas se disponen a cocinar. Están preparando salmón a la plancha, papas salteadas, una mezcla de ensaladas frescas y acompañando todo con unos buenos vinos.Mientras cocinan, Katherine se siente curiosa y le pregunta a Lia si ella cree que podría acercarse a Jairo sin complicaciones. Lia, sonriend