Amara despertó en la habitación de la clínica, sus párpados pesados y su cuerpo adolorido. Todo a su alrededor parecía borroso, como si estuviera en un sueño, pero poco a poco la realidad comenzó a asentarse en su mente. Recordó el disparo, el rostro de Dimitrios lleno de furia y desesperación, y el grito desgarrador que había soltado antes de caer en la oscuridad.Al mirar a su alrededor, vio a Dimitrios sentado en una silla junto a su cama, con la cabeza inclinada hacia adelante y los codos apoyados en sus rodillas. Parecía exhausto, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros, pero en cuanto escuchó que ella se movía, levantó la mirada. Sus ojos, rojos e hinchados, se iluminaron al verla consciente.—Amara... —susurró su nombre con una mezcla de alivio y emoción, como si no pudiera creer que estuviera despierta. Se levantó rápidamente y tomó su mano con cuidado, como si temiera lastimarla.Ella intentó hablar, pero su voz apenas era un murmullo. —¿Lia...?—Está bien. Está
El aire estaba suave, con una brisa ligera que entraba por las ventanas abiertas. Amara estaba recostada en la cama de su habitación, sintiendo una mezcla de calma y nerviosismo. Había pasado ya una semana desde su regreso al apartamento. La tranquilidad del hogar de Dimitrios la rodeaba, y por fin podía pensar en lo que había vivido en los últimos días.Esa tarde, los padres de Dimitrios habían decidido hacerle una visita. Amara se había preparado lo mejor que podía, aunque su cuerpo no siempre respondía como quisiera. Pero al verlos llegar con una sonrisa en el rostro, se sintió feliz. La madre de Dimitrios, Helena, era una mujer de gran presencia, con una elegancia natural que parecía rozar lo inalcanzable. Su padre, Georgios, era más reservado, pero su mirada de aprecio hacia Amara era inconfundible.“Amara, querida, qué bonita estás,” dijo Helena, abrazándola con ternura. “Te veo mucho mejor desde la última vez.”Amara sonrió, agradecida. “Gracias, Helena, me siento bien,” respon
El sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad, tiñendo de naranja las paredes del apartamento. Amara y Lia estaban sentadas en el sofá, con una taza de té en las manos. El ambiente era tranquilo, pero algo en el aire parecía que no podía dejar de inquietarlas. Habían estado hablando de todo un poco, pero, inevitablemente, la conversación se desvió hacia lo que ninguna de las dos quería recordar: el secuestro.“¿Recuerdas ese momento?” dijo Lia, su voz temblando ligeramente. “Lo pasamos tan mal, Amara… No sé cómo no colapsé en ese instante.”Amara la miró, el dolor de aquel día aún presente en su mente. “Yo no sé cómo lo hice… estaba tan aterrada. Pero, al final, aquí estamos. Estamos vivas.”Un silencio pesado se instaló entre ellas, ambas perdidas en sus recuerdos, hasta que Lia rompió la quietud con una risa débil.“¡Ay, no, no! No estamos para llorar, estamos para celebrar, ¿verdad?” exclamó, levantándose de un salto. “Dios nos dio una oportunidad más para vivir y ser felices, así que…
Luego de que Andrea y Dimitrios llegaran al departamento, Andrea sabia que Lia estaba cuidando de Amara pero moria de ganas por ver a Lia.—Hermano, se que es tu casa pero ¿puedo ir a ver a Lia ahora?. Dimitrios asintio y Andrea salio de la sala con un vaso de wisky en manos y se dirigio a la habitacion donde se encontraba Lia. Escucho el sonido de la ducha y tambien el sonido de la voz de Lia que llenaba el lugar, cantaba una cancion en español que el entendia era bachata. Pues se acerco un poco mas y se quito los zapatos y en la mesa de noche coloco su reloj y se quito su traje a medida.Entro en el baño y Lia estaba completamente distraida cantando y moviendose al ritmo de la musica y sobando sus muslos con el gel de ducha que tenia en sus manos, siguio frotandose mientras Andrea miraba la escena con la garganta seca. De una zancada entro en la ducha a lo que Lia solto un brinquito.—¿Que estas haciendo, me asustaste. Andrea Con voz ronca responde solo observo como te bañas, quie
Después de la intensa tarde de conexión entre Andrea y Lia, se dirigen hacia el salón tomados de las manos, donde encuentran a Dimitrios abrazando a Amara, mientras que Katherine y Jairo conversan animadamente con ellos cuando estos dos se acercan, todos los miran con curiosidad, y entre Amara y Lia se intercambia una mirada cómplice. Los tres hombres se dirigen al balcón del apartamento para charlar, mientras las mujeres se adentran en la cocina para preparar algo de comer.Katherine no está muy familiarizada con la comida dominicana, pero Lia se pone a su disposición para enseñarle cómo prepararla. Amara, por su parte, se queda sentada en una silla de la cocina, observando cómo las dos chicas se disponen a cocinar. Están preparando salmón a la plancha, papas salteadas, una mezcla de ensaladas frescas y acompañando todo con unos buenos vinos.Mientras cocinan, Katherine se siente curiosa y le pregunta a Lia si ella cree que podría acercarse a Jairo sin complicaciones. Lia, sonriend
La noche continuó tranquila, y después de una larga velada llena de risas y música, los amigos empezaron a despedirse uno por uno. Cada uno regresaba a sus respectivas habitaciones, dejando a Dimitrios y Amara solos en el apartamento. La música que aún resonaba de fondo parecía calmar el ambiente, pero en el aire flotaba una tensión que solo podía sentirse entre dos personas que compartían algo mucho más profundo.Andrea, se despidió de Lia con una sonrisa cálida, sabiendo que su relación aún estaba en una etapa de descubrimiento. Katherine también se despidió de Jairo con una mirada cómplice, pues ya tenía planes para mostrarle los maravillosos rincones de Grecia, su país natal, antes de que él partiera. "Te va a encantar", le había dicho, con una emoción que reflejaba su deseo de compartir las maravillas de su tierra.Amara y Dimitrios se quedaron en silencio por un momento, mirando cómo el resto del grupo se retiraba. Aunque ambos parecían tranquilos, Amara sentía la necesidad de
Un mes después de la conversación con Dimitrios, Amara y él se encontraban en el camino hacia la clínica, ansiosos y expectantes por saber cómo seguía el desarrollo de su bebé. Habían pasado semanas emocionantes, pero también algunas preocupantes, pues los cambios de Amara en su cuerpo no eran pocos, y cada día parecía traer nuevos síntomas.Amara comenzó a sentirse extraña durante el trayecto, una sensación de malestar que la había estado acompañando durante los últimos días. "Tengo muchas ganas de comer sopa", dijo con voz suave, casi sin energía. Dimitrios, que siempre estaba pendiente de ella, la miró preocupado, pero sabía que estos malestares formaban parte del proceso."Si eso es lo que te apetece, lo que sea, amor. Solo dime, y lo conseguiré", le dijo, sonriendo mientras le acariciaba la mano.Cuando llegaron a la clínica, fueron recibidos por la doctora Paula, quien parecía tener una actitud profesional, pero Amara no pudo evitar notar algo en su mirada. Durante toda la consu
La tarde había sido especial para Amara. Mateo, el guardaespaldas de Dimitrios, la había llevado a la mansión de los Kanelos, donde pasó el tiempo rodeada de calidez familiar y risas. La pequeña Mave, siempre curiosa y llena de energía, no dejaba de sorprenderla con sus ocurrencias. Tenía apenas siete años, pero su mente era un torbellino de ideas, siempre haciendo preguntas y sugiriendo nuevas actividades. Aquella tarde, Mave había decidido que quería aprender español y, en su inocencia, pidió a Amara que le enseñara a bailar como ella."¡Yo quiero bailar como tú, Amara! ¡Enséñame! ¿Puedo moverme como tú?" Mave saltaba de un lado a otro, sus cabellos rubios brincando al ritmo de su entusiasmo.Amara, con una sonrisa en los labios, aceptó encantada. La niña tenía tanta energía que rápidamente la contagió. Juntas se movían por el salón al ritmo de la música, mientras la risa de Mave resonaba por toda la casa. "¡Vas a ser una gran bailarina!", le dijo Amara, aplaudiendo mientras Mave gi