Ya habían pasado dos semanas desde aquella noche en la playa, la noche en la que todo entre ellos cambió. Desde entonces, Amara y Dimitrios se habían visto varias veces, compartiendo momentos de risas y caricias, disfrutando de lo que había nacido entre ellos. Sin embargo, a pesar de la atracción imparable y la química que era innegable, había algo que Amara no podía dejar de sentir: el miedo.
A lo largo de estas semanas, ambos se habían acercado más de lo que jamás había imaginado, y la pasión entre ellos se había intensificado. Pero Amara seguía guardando algo en su corazón, algo que no podía compartir con Dimitrios, al menos no aún. Su virginidad.
El pensamiento de entregarse completamente a él la asustaba. No era solo el hecho de que nunca había estado con un hombre antes, sino también el miedo a cómo Dimitrios lo tomaría si alguna vez se enteraba. ¿Lo vería como algo “extraño” o como una señal de inmadurez? ¿Se alejaría de ella cuando supiera que, a pesar de la intensidad de su conexión, no había experimentado la misma libertad física que muchas otras mujeres?
Amara se encontraba sentada en la cama de su habitación, mirando fijamente su reflejo en el espejo, con la mente llena de dudas. Dimitrios la había tocado, la había besado de maneras que la hacían sentir más viva que nunca, pero siempre había una barrera que ella misma había levantado. Cuando estaban juntos, todo lo que quería era perderse en él, pero el miedo siempre aparecía antes de que pudiera dar ese paso.
En ese instante, se escuchó un suave golpeteo en la puerta. Era Dimitrios.
—Amara, ¿puedo entrar? —su voz sonaba cálida, pero había algo en ella que denotaba cierta preocupación.
Amara respiró hondo y se levantó, abriendo la puerta. Dimitrios estaba allí, con una sonrisa que intentaba transmitir seguridad, pero sus ojos mostraban que algo no estaba bien. Había algo en la atmósfera que era diferente esa noche.
—¿Todo bien? —preguntó él, observándola con detenimiento. Amara asintió con una sonrisa ligera, pero su rostro aún mostraba la inquietud que la consumía por dentro.
—Sí, solo… estoy pensando en algunas cosas —respondió ella, sin atreverse a decir la verdad completa.
Dimitrios no era tonto. Había notado la distancia que Amara había mantenido entre ellos durante los últimos días. Había algo que no estaba encajando, y no pensaba seguir ignorándolo.
—¿Hay algo que te preocupa? —su voz era suave, pero firme. Amara titubeó antes de responder. Sabía que si decía algo, todo podría cambiar, pero también sabía que no podía seguir con esta carga sola.
—Dimitrios… —empezó, sus manos sudorosas frotándose nerviosamente—. Hay algo que no te he contado… algo que… me da miedo decirte.
Él frunció el ceño, acercándose a ella de manera que la hizo sentirse más vulnerable aún.
—¿Qué es? —su tono de voz era suave, pero lleno de preocupación. El miedo en los ojos de Amara lo inquietaba, y sentía que necesitaba saber qué la atormentaba.
Amara respiró hondo, luchando contra las palabras que casi no salían de su garganta. Finalmente, con una mezcla de temor y determinación, lo dijo.
—Soy virgen, Dimitrios. Nunca he estado con un hombre. No sé si eso cambiará las cosas entre nosotros, o si te decepcionará, pero… necesito que lo sepas.
Dimitrios la miró fijamente, como si las palabras de Amara no fueran las que él esperaba, pero sí las que necesitaba escuchar. La intensidad de su mirada hizo que Amara sintiera como si todo su ser estuviera expuesto.
Un suspiro profundo escapó de los labios de Dimitrios, y se acercó a ella, tomando sus manos con suavidad.
—Amara, eso no cambia nada —dijo en voz baja, pero con total sinceridad—. No tienes que preocuparte por eso. Lo que más me importa de ti es quién eres, lo que eres, lo que compartimos. No necesito que seas algo más para amarte. Y si no estás lista, está bien. Yo no me iré.
Amara lo miró, y una sensación extraña la invadió. La manera en que Dimitrios había hablado, con tanta calma y sin juicio, la hizo sentir una oleada de alivio. Pero aún había algo en su interior que se resistía.
—No quiero que pienses que soy… diferente o que me falta algo, Dimitrios. Es solo que… me da miedo. No sé qué esperar, ni cómo manejarlo. Quiero estar contigo, pero no sé si estoy lista para dar ese paso.
Dimitrios levantó su mano y tocó suavemente su rostro, deslizándose por su mejilla con ternura.
—Lo importante es que tú estés lista, Amara. No te apures por mí. Lo que más quiero es que te sientas cómoda, segura. No hay prisa. No tengo expectativas, solo quiero que seas tú misma, aquí, conmigo.
Las palabras de Dimitrios la envolvieron como una manta cálida. Amara sintió que la barrera que había levantado dentro de sí misma comenzaba a desmoronarse. La verdad es que tenía miedo, pero también tenía la sensación de que con él podría ser diferente. Dimitrios no la presionaba, no la veía como un objeto, ni como una expectativa que debía cumplir. La veía como la mujer que era, con sus miedos, inseguridades y, sobre todo, con su dignidad intacta.
Amara cerró los ojos un momento, dejándose llevar por la seguridad de sus palabras, y luego los abrió de nuevo, mirando a Dimitrios directamente a los ojos.
—Creo que… estoy lista para intentarlo. —dijo finalmente, su voz firme, aunque el nerviosismo aún se reflejaba en su rostro.
Dimitrios sonrió, su rostro iluminado por la felicidad y el respeto.
—Entonces, no hay nada que temer, Amara. Solo nosotros dos, juntos, sin prisas, sin expectativas. Solo lo que tú y yo queramos.
Y con esa promesa, sus labios se encontraron nuevamente, pero esta vez con una suavidad distinta, llena de comprensión y deseo. Fue un beso que cerró la brecha de inseguridades y abrió las puertas a un futuro donde, por fin, no había más barreras entre ellos.
Nunca había estado tan cerca de un hombre como lo estaba de Dimitrios. No, no me malinterpreten. Había tenido novios en el pasado, había salido con algunos hombres, pero ninguno había hecho que mi cuerpo reaccionara como lo hacía él. Ninguno había hecho que el aire entre nosotros se volviera tan espeso, tan cargado de promesas sin palabras.Esa noche, no estábamos en el bar ni en la terraza, sino en su habitación del hotel, un lugar privado donde el mundo exterior quedaba atrás. La luz tenue de las lámparas iluminaba su rostro, y podía ver el brillo en sus ojos, un brillo que me hacía sentir vulnerable y, al mismo tiempo, más viva que nunca. No había dicho nada. No hacía falta. El silencio entre nosotros era elocuente, lleno de anticipación y deseo.Él estaba allí, mirándome con una intensidad que me desarmaba, y yo no sabía si debía avanzar o retroceder. Quería acercarme, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí me detenía. Las palabras que había dicho antes, sobre no estar lista, aún
Sus caricias me desconcertaban a cada paso que daba creía que me volvería loca, en un momento fugas me denudo completamente y me dejo abierta en la cama. —No te preocupes solo quiero ver en tus ojos cuanto puedes disfrutar.y con esas palabras subió hacia arriba de mi cuerpo besando todo a su paso mis orejas mis, mis labios, mi cuello hasta que por fin llego a mis senos donde se posiciono saboreando primero mi seno izquierdo luego el derecho. tenía la mente en blanco solo me concentraba en lo que me hacía sentir. Luego bajo hasta mi ombligo donde se detuvo un momento acariciando y diciendo unas palabras que no entendía luego bajo hasta mi fruta prohibida ordenando.—Ábrete más para mi bella. Hice lo que decía en automático, empezó a saborear mi vagina a chupar mi clítoris suave pero determinado. Mis gemidos resonaban por toda la habitación pero no me importaba quería más y más ash,ash, si sigue. Llegue pronto al orgasmo, pero él no se detuvo de una vez. Con voz roca dijo. —Ahora me v
Era un día soleado cuando Dimitrios y yo decidimos ir a un restaurante en la ciudad, un lugar tranquilo que me gustaba visitar cuando quería escapar de la rutina. Pero ese día, algo diferente iba a suceder. Mientras llegábamos, escuché un sonido familiar a lo lejos, una risa fuerte, una voz masculina llena de confianza. Cuando vi a quien estaba detrás de esa voz, mi corazón dio un pequeño brinco. Era mi hermano, Jairo.Jairo siempre había sido protector conmigo. A pesar de que éramos muy cercanos, él tenía esa actitud tan típica de los hombres dominicanos, un sentido de pertenencia sobre mi vida, como si fuera su deber velar por mí. Yo siempre me reía de él, pero en el fondo apreciaba su cariño, incluso si a veces era un poco exagerado.Él nos vio casi al instante y, sin dudarlo, se acercó hacia nosotros, con su usual sonrisa de confianza, como si nada pudiera intimidarlo. Me sentí algo incómoda por la situación, sabiendo que él no conocía todavía a Dimitrios de la forma en que yo lo
La noche había caído con todo su esplendor. La brisa cálida del Caribe acariciaba las calles iluminadas de la ciudad, y las luces del club de baile reflejaban colores vivos sobre el piso, creando un ambiente festivo y eléctrico. La música envolvía el lugar, el sonido de la bachata llenaba el aire, haciendo que todos se movieran al ritmo de la sensualidad que solo este género podía evocar.Amara estaba en su elemento. Aunque la situación se había tornado algo tensa por la presencia de Jairo y Dimitrios, había algo liberador en la música. La bachata, como siempre, la había hechizado. Ese ritmo cálido y envolvente la conectaba con sus raíces, con la tierra que la vio nacer. Y cuando Jairo la invitó a bailar, ella no dudó ni un segundo.Él la tomó por la cintura, guiándola con una destreza que solo un verdadero dominicano podía tener. Ella, con su vestido de seda negro que abrazaba su cuerpo como un suspiro, se sintió deslumbrante. El vestido, ligero y fluido, movía con gracia cada vez qu
La noche había comenzado a enfriarse, y el bullicio del club quedó atrás cuando Amara y Dimitrios salieron hacia el pequeño paseo marítimo. El sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla les dio la bienvenida, mientras la brisa nocturna les acariciaba el rostro. Había algo mágico en este lugar, un espacio apartado del mundo, donde el ruido de la ciudad se desvanecía y solo quedaban ellos dos.Dimitrios había sugerido un paseo, y Amara, sin pensarlo mucho, aceptó. Algo en su presencia la hacía sentirse segura, aunque a veces sus sentimientos eran contradictorios. El ambiente tranquilo de la playa les daba una sensación de libertad, una oportunidad de escapar de las expectativas que los rodeaban. Aquí, en este lugar especial, parecían estar fuera del alcance de los demás.Amara caminaba junto a Dimitrios, sintiendo la arena fría bajo sus pies descalzos. La luz de la luna reflejaba sobre el agua, creando una atmósfera etérea, casi de ensueño. Mientras caminaban en silencio,
Amara despertó temprano, como de costumbre. El sonido del despertador la sacó del sueño profundo, y se estiró lentamente, preparándose para enfrentar un nuevo día en su vida de rutina. A pesar de lo que había sucedido en la playa, la noche de baile y el beso con Dimitrios, su vida seguía adelante. Tenía obligaciones, un trabajo que la mantenía ocupada, y la universidad que la demandaba más que nunca. La tesis estaba casi lista, y la presión por terminar su carrera la mantenía centrada en el futuro, en todo lo que aún quedaba por hacer.El hotel era su mundo habitual: las mañanas llenas de tareas, los turnos de camarera, los huéspedes que iban y venían, y su compañero de trabajo, Jairo, siempre dispuesto a hacerla reír. El lugar estaba en constante movimiento, pero a Amara le gustaba la rutina, la previsibilidad, aunque sabía que algo en su interior comenzaba a cambiar. Desde la noche en que bailó con Dimitrios, algo en su corazón latía de una manera diferente.Sin embargo, Dimitrios h
La puerta del hotel se cerró suavemente detrás de Amara, y el silencio del vestíbulo la envolvió. Sus pasos eran suaves, pero su corazón latía a un ritmo acelerado. Dimitrios había planeado todo con tanto detalle, cada movimiento cuidadosamente pensado, que ella no podía evitar sentirse nerviosa. Había estado esperando este momento durante días, pero ahora que finalmente estaba aquí, no sabía qué esperar. ¿Sería capaz de entregarse completamente a él?El hotel era lujoso, pero de una manera discreta. Las luces tenues, la decoración elegante, y el ambiente exclusivo creaban una atmósfera perfecta para lo que estaba por venir. El conserje la condujo a la suite, un lugar apartado, privado, donde solo ellos dos podrían estar. La habitación era grande, con ventanales que daban a un paisaje sereno. Una cama king size estaba en el centro, con sábanas blancas como la nieve, y una fragancia suave de flores llenaba el aire. La iluminación suave y cálida, las velas encendidas alrededor, daban un
Solo basto decir esas palabras para que el hombre que tenia frente a mi empezara a desnudarme, su mirada fija en mi como un leon que casa a su presa me encendia tenia que admitir que me sentia cada vez mas exitada queria disfrutar este momento como nunca. Era mi primera vez.Dimitrios quita mi lenceria poco a poco mientras va dejando besos por todo mi cuerpo, veo como se desnuda bajo mi atenta mirada, si tengo que admitir algo es que tiene un cuerpo espectacular. observo un tatuaje que tiene en su hombro izquierdo. Un lobo grande que le da un aspecto mas peligroso y actractivo a su cuerpo.—Te gusta la vision que tienes de mi bella, rompe el silencio en lo que yo solo asiento con la cabeza cuando va a retirar su ropa interior le agarro las manos y lo siento en la cama, me subo ahorcajadas sobre el y lo beso y beso, tan bien quiero probar su piel. me fasina este hombre tan imponente y guapo.le quito su ropa interior y por mi lengua por instinto propio quiere saborear esa gota clara q