Era una noche cálida y estrellada en la costa, y la brisa del mar acariciaba suavemente la piel de aquellos que se encontraban en la terraza del hotel. El bar estaba lleno de huéspedes, pero Amara, por alguna razón, había decidido tomar un descanso en ese lugar. Tal vez era porque la vista del océano la tranquilizaba o tal vez porque necesitaba un respiro, alejarse del trabajo y de todo lo que había pasado en las últimas semanas.
Esa noche, llevaba un conjunto blanco que resaltaba su figura: un top ajustado que marcaba cada curva de su torso y unos pantalones de lino que caían delicadamente sobre sus piernas. El blanco acentuaba su piel morena y le daba una luminosidad inusual, como si brillara con luz propia. Cuando entró al bar, muchos de los hombres presentes no pudieron evitar mirarla. Era una mujer que irradiaba confianza, fuerza y sensualidad.
Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Dimitrios, su mundo se detuvo por un momento. Él estaba allí, en su habitual lugar, observando el mar. Al principio, parecía que no la había visto, pero cuando levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de ella, y algo en su interior hizo clic. El corazón de Amara dio un vuelco, pero su reacción fue inmediata. No quería sentir nada por él, no después de lo que había dicho. Sin decir una palabra, se levantó de su asiento y empezó a caminar hacia la salida.
Dimitrios se quedó paralizado, observando cómo ella se marchaba con paso firme, como si él no existiera. Fue un golpe para su ego, pero lo peor era que sentía que había perdido algo mucho más grande que una simple oportunidad.
Inmediatamente, se levantó y la siguió. La vio caminar hacia la playa, alejándose del hotel, como si el mar pudiera ser el único lugar donde pudiera encontrar algo de paz. Sin pensarlo, Dimitrios la alcanzó justo cuando estaba a punto de llegar a la orilla.
—Amara —dijo su nombre con un tono de súplica, y ella se detuvo, pero no lo miró.
—No quiero hablar contigo, Dimitrios —respondió con firmeza, aunque en su voz había una tristeza que apenas logró disimular.
Dimitrios dio un paso hacia ella, sin importar que la arena comenzara a adherirse a sus zapatos.
—Por favor, no me ignores. No puedo dejar que te vayas sin que al menos intentes entender lo que quiero decir.
Amara respiró hondo y finalmente se dio la vuelta, pero no lo miró directamente. Mantuvo los ojos fijos en el horizonte, en el sonido de las olas.
—¿Qué quieres decirme, Dimitrios? ¿Qué vas a decirme ahora? Después de lo que dijiste... ¿cómo esperas que te perdone?
Dimitrios la miró, sus ojos reflejando arrepentimiento y vulnerabilidad. Sabía que sus palabras no podían deshacerse, pero en ese momento, sentía que lo único que podía hacer era ser completamente honesto.
—Nunca quise herirte. Nunca pensé que lo que dije te dolería tanto. Lo que trataba de decir... es que todo esto, lo que siento por ti, es nuevo para mí. Las mujeres como tú, Amara, nunca entraron en mi mundo. Mi vida ha estado tan marcada por lo que se espera de mí, por lo que yo mismo creía que era lo correcto... que no supe cómo reaccionar cuando te vi por primera vez.
Amara lo miró finalmente, pero su rostro seguía tenso, sus labios apretados en una línea recta.
—¿Así que mi color de piel fue lo que te asustó? ¿Porque soy diferente a las mujeres con las que estás acostumbrado? —preguntó, su voz cargada de amargura.
Dimitrios dio un paso más hacia ella, su rostro completamente serio.
—No, Amara. Lo que me asustó fue cómo me hiciste sentir. Tú no eres como las demás. Lo que hay entre nosotros no tiene nada que ver con lo físico, pero cuando te vi, me di cuenta de lo insignificante que era mi percepción de lo que “debería” ser atractivo. Te miré, y vi algo más... algo real. Algo que nunca imaginé que encontraría.
Amara lo miraba ahora, con el corazón latiendo rápido, sus sentimientos revoloteando dentro de ella. No sabía si creerle, si podía confiar de nuevo.
—¿Y eso cambia lo que dijiste? ¿Cambia lo que pienso de ti? —su voz tembló por un instante, pero rápidamente la recuperó—. No quiero ser solo tu perdón, Dimitrios. Quiero ser algo real, algo que valga la pena.
Dimitrios la observó durante un largo rato, y cuando sus ojos finalmente se encontraron, él dio un paso más cerca. Estaba tan cerca que podía oler el perfume suave que ella llevaba, una mezcla de coco y sal del mar.
—Te prometo que no te voy a decepcionar —susurró.
Amara lo miró, y por primera vez, sus labios se suavizaron. No podía evitarlo. La atracción era innegable, y su corazón, aunque roto, todavía latía por él.
Finalmente, sin decir una palabra más, se acercó y lo besó. No fue un beso tímido ni cauteloso. Fue una explosión de emociones reprimidas, una liberación de todo lo que había estado guardando durante días. El beso fue profundo, urgente, como si ambos intentaran compensar el tiempo perdido.
Cuando finalmente se separaron, los dos respiraban agitadamente. Amara lo miró con los ojos llenos de deseo, pero también con una mezcla de vulnerabilidad y fortaleza.
—Te perdono —dijo finalmente, sin dejar de mirarlo.
Dimitrios sonrió, y sin soltarla, la abrazó con fuerza, como si temiera que ella pudiera escapar. El deseo que ambos compartían era palpable, y en ese momento, no había nada que pudiera separarlos.
Esa noche, caminaron juntos hacia la orilla, y entre risas y miradas furtivas, se dejaron llevar por la intensidad de lo que estaba naciendo entre ellos. Mientras las olas rompían suavemente en la playa, sus cuerpos se unieron una vez más, y el beso que compartieron esa noche fue solo el comienzo de lo que se convertiría en un romance desenfrenado.
Ya habían pasado dos semanas desde aquella noche en la playa, la noche en la que todo entre ellos cambió. Desde entonces, Amara y Dimitrios se habían visto varias veces, compartiendo momentos de risas y caricias, disfrutando de lo que había nacido entre ellos. Sin embargo, a pesar de la atracción imparable y la química que era innegable, había algo que Amara no podía dejar de sentir: el miedo.A lo largo de estas semanas, ambos se habían acercado más de lo que jamás había imaginado, y la pasión entre ellos se había intensificado. Pero Amara seguía guardando algo en su corazón, algo que no podía compartir con Dimitrios, al menos no aún. Su virginidad.El pensamiento de entregarse completamente a él la asustaba. No era solo el hecho de que nunca había estado con un hombre antes, sino también el miedo a cómo Dimitrios lo tomaría si alguna vez se enteraba. ¿Lo vería como algo “extraño” o como una señal de inmadurez? ¿Se alejaría de ella cuando supiera que, a pesar de la intensidad de su c
Nunca había estado tan cerca de un hombre como lo estaba de Dimitrios. No, no me malinterpreten. Había tenido novios en el pasado, había salido con algunos hombres, pero ninguno había hecho que mi cuerpo reaccionara como lo hacía él. Ninguno había hecho que el aire entre nosotros se volviera tan espeso, tan cargado de promesas sin palabras.Esa noche, no estábamos en el bar ni en la terraza, sino en su habitación del hotel, un lugar privado donde el mundo exterior quedaba atrás. La luz tenue de las lámparas iluminaba su rostro, y podía ver el brillo en sus ojos, un brillo que me hacía sentir vulnerable y, al mismo tiempo, más viva que nunca. No había dicho nada. No hacía falta. El silencio entre nosotros era elocuente, lleno de anticipación y deseo.Él estaba allí, mirándome con una intensidad que me desarmaba, y yo no sabía si debía avanzar o retroceder. Quería acercarme, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí me detenía. Las palabras que había dicho antes, sobre no estar lista, aún
Sus caricias me desconcertaban a cada paso que daba creía que me volvería loca, en un momento fugas me denudo completamente y me dejo abierta en la cama. —No te preocupes solo quiero ver en tus ojos cuanto puedes disfrutar.y con esas palabras subió hacia arriba de mi cuerpo besando todo a su paso mis orejas mis, mis labios, mi cuello hasta que por fin llego a mis senos donde se posiciono saboreando primero mi seno izquierdo luego el derecho. tenía la mente en blanco solo me concentraba en lo que me hacía sentir. Luego bajo hasta mi ombligo donde se detuvo un momento acariciando y diciendo unas palabras que no entendía luego bajo hasta mi fruta prohibida ordenando.—Ábrete más para mi bella. Hice lo que decía en automático, empezó a saborear mi vagina a chupar mi clítoris suave pero determinado. Mis gemidos resonaban por toda la habitación pero no me importaba quería más y más ash,ash, si sigue. Llegue pronto al orgasmo, pero él no se detuvo de una vez. Con voz roca dijo. —Ahora me v
Era un día soleado cuando Dimitrios y yo decidimos ir a un restaurante en la ciudad, un lugar tranquilo que me gustaba visitar cuando quería escapar de la rutina. Pero ese día, algo diferente iba a suceder. Mientras llegábamos, escuché un sonido familiar a lo lejos, una risa fuerte, una voz masculina llena de confianza. Cuando vi a quien estaba detrás de esa voz, mi corazón dio un pequeño brinco. Era mi hermano, Jairo.Jairo siempre había sido protector conmigo. A pesar de que éramos muy cercanos, él tenía esa actitud tan típica de los hombres dominicanos, un sentido de pertenencia sobre mi vida, como si fuera su deber velar por mí. Yo siempre me reía de él, pero en el fondo apreciaba su cariño, incluso si a veces era un poco exagerado.Él nos vio casi al instante y, sin dudarlo, se acercó hacia nosotros, con su usual sonrisa de confianza, como si nada pudiera intimidarlo. Me sentí algo incómoda por la situación, sabiendo que él no conocía todavía a Dimitrios de la forma en que yo lo
La noche había caído con todo su esplendor. La brisa cálida del Caribe acariciaba las calles iluminadas de la ciudad, y las luces del club de baile reflejaban colores vivos sobre el piso, creando un ambiente festivo y eléctrico. La música envolvía el lugar, el sonido de la bachata llenaba el aire, haciendo que todos se movieran al ritmo de la sensualidad que solo este género podía evocar.Amara estaba en su elemento. Aunque la situación se había tornado algo tensa por la presencia de Jairo y Dimitrios, había algo liberador en la música. La bachata, como siempre, la había hechizado. Ese ritmo cálido y envolvente la conectaba con sus raíces, con la tierra que la vio nacer. Y cuando Jairo la invitó a bailar, ella no dudó ni un segundo.Él la tomó por la cintura, guiándola con una destreza que solo un verdadero dominicano podía tener. Ella, con su vestido de seda negro que abrazaba su cuerpo como un suspiro, se sintió deslumbrante. El vestido, ligero y fluido, movía con gracia cada vez qu
La noche había comenzado a enfriarse, y el bullicio del club quedó atrás cuando Amara y Dimitrios salieron hacia el pequeño paseo marítimo. El sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla les dio la bienvenida, mientras la brisa nocturna les acariciaba el rostro. Había algo mágico en este lugar, un espacio apartado del mundo, donde el ruido de la ciudad se desvanecía y solo quedaban ellos dos.Dimitrios había sugerido un paseo, y Amara, sin pensarlo mucho, aceptó. Algo en su presencia la hacía sentirse segura, aunque a veces sus sentimientos eran contradictorios. El ambiente tranquilo de la playa les daba una sensación de libertad, una oportunidad de escapar de las expectativas que los rodeaban. Aquí, en este lugar especial, parecían estar fuera del alcance de los demás.Amara caminaba junto a Dimitrios, sintiendo la arena fría bajo sus pies descalzos. La luz de la luna reflejaba sobre el agua, creando una atmósfera etérea, casi de ensueño. Mientras caminaban en silencio,
Amara despertó temprano, como de costumbre. El sonido del despertador la sacó del sueño profundo, y se estiró lentamente, preparándose para enfrentar un nuevo día en su vida de rutina. A pesar de lo que había sucedido en la playa, la noche de baile y el beso con Dimitrios, su vida seguía adelante. Tenía obligaciones, un trabajo que la mantenía ocupada, y la universidad que la demandaba más que nunca. La tesis estaba casi lista, y la presión por terminar su carrera la mantenía centrada en el futuro, en todo lo que aún quedaba por hacer.El hotel era su mundo habitual: las mañanas llenas de tareas, los turnos de camarera, los huéspedes que iban y venían, y su compañero de trabajo, Jairo, siempre dispuesto a hacerla reír. El lugar estaba en constante movimiento, pero a Amara le gustaba la rutina, la previsibilidad, aunque sabía que algo en su interior comenzaba a cambiar. Desde la noche en que bailó con Dimitrios, algo en su corazón latía de una manera diferente.Sin embargo, Dimitrios h
La puerta del hotel se cerró suavemente detrás de Amara, y el silencio del vestíbulo la envolvió. Sus pasos eran suaves, pero su corazón latía a un ritmo acelerado. Dimitrios había planeado todo con tanto detalle, cada movimiento cuidadosamente pensado, que ella no podía evitar sentirse nerviosa. Había estado esperando este momento durante días, pero ahora que finalmente estaba aquí, no sabía qué esperar. ¿Sería capaz de entregarse completamente a él?El hotel era lujoso, pero de una manera discreta. Las luces tenues, la decoración elegante, y el ambiente exclusivo creaban una atmósfera perfecta para lo que estaba por venir. El conserje la condujo a la suite, un lugar apartado, privado, donde solo ellos dos podrían estar. La habitación era grande, con ventanales que daban a un paisaje sereno. Una cama king size estaba en el centro, con sábanas blancas como la nieve, y una fragancia suave de flores llenaba el aire. La iluminación suave y cálida, las velas encendidas alrededor, daban un