La noche había comenzado a enfriarse, y el bullicio del club quedó atrás cuando Amara y Dimitrios salieron hacia el pequeño paseo marítimo. El sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla les dio la bienvenida, mientras la brisa nocturna les acariciaba el rostro. Había algo mágico en este lugar, un espacio apartado del mundo, donde el ruido de la ciudad se desvanecía y solo quedaban ellos dos.Dimitrios había sugerido un paseo, y Amara, sin pensarlo mucho, aceptó. Algo en su presencia la hacía sentirse segura, aunque a veces sus sentimientos eran contradictorios. El ambiente tranquilo de la playa les daba una sensación de libertad, una oportunidad de escapar de las expectativas que los rodeaban. Aquí, en este lugar especial, parecían estar fuera del alcance de los demás.Amara caminaba junto a Dimitrios, sintiendo la arena fría bajo sus pies descalzos. La luz de la luna reflejaba sobre el agua, creando una atmósfera etérea, casi de ensueño. Mientras caminaban en silencio,
Amara despertó temprano, como de costumbre. El sonido del despertador la sacó del sueño profundo, y se estiró lentamente, preparándose para enfrentar un nuevo día en su vida de rutina. A pesar de lo que había sucedido en la playa, la noche de baile y el beso con Dimitrios, su vida seguía adelante. Tenía obligaciones, un trabajo que la mantenía ocupada, y la universidad que la demandaba más que nunca. La tesis estaba casi lista, y la presión por terminar su carrera la mantenía centrada en el futuro, en todo lo que aún quedaba por hacer.El hotel era su mundo habitual: las mañanas llenas de tareas, los turnos de camarera, los huéspedes que iban y venían, y su compañero de trabajo, Jairo, siempre dispuesto a hacerla reír. El lugar estaba en constante movimiento, pero a Amara le gustaba la rutina, la previsibilidad, aunque sabía que algo en su interior comenzaba a cambiar. Desde la noche en que bailó con Dimitrios, algo en su corazón latía de una manera diferente.Sin embargo, Dimitrios h
La puerta del hotel se cerró suavemente detrás de Amara, y el silencio del vestíbulo la envolvió. Sus pasos eran suaves, pero su corazón latía a un ritmo acelerado. Dimitrios había planeado todo con tanto detalle, cada movimiento cuidadosamente pensado, que ella no podía evitar sentirse nerviosa. Había estado esperando este momento durante días, pero ahora que finalmente estaba aquí, no sabía qué esperar. ¿Sería capaz de entregarse completamente a él?El hotel era lujoso, pero de una manera discreta. Las luces tenues, la decoración elegante, y el ambiente exclusivo creaban una atmósfera perfecta para lo que estaba por venir. El conserje la condujo a la suite, un lugar apartado, privado, donde solo ellos dos podrían estar. La habitación era grande, con ventanales que daban a un paisaje sereno. Una cama king size estaba en el centro, con sábanas blancas como la nieve, y una fragancia suave de flores llenaba el aire. La iluminación suave y cálida, las velas encendidas alrededor, daban un
Solo basto decir esas palabras para que el hombre que tenia frente a mi empezara a desnudarme, su mirada fija en mi como un leon que casa a su presa me encendia tenia que admitir que me sentia cada vez mas exitada queria disfrutar este momento como nunca. Era mi primera vez.Dimitrios quita mi lenceria poco a poco mientras va dejando besos por todo mi cuerpo, veo como se desnuda bajo mi atenta mirada, si tengo que admitir algo es que tiene un cuerpo espectacular. observo un tatuaje que tiene en su hombro izquierdo. Un lobo grande que le da un aspecto mas peligroso y actractivo a su cuerpo.—Te gusta la vision que tienes de mi bella, rompe el silencio en lo que yo solo asiento con la cabeza cuando va a retirar su ropa interior le agarro las manos y lo siento en la cama, me subo ahorcajadas sobre el y lo beso y beso, tan bien quiero probar su piel. me fasina este hombre tan imponente y guapo.le quito su ropa interior y por mi lengua por instinto propio quiere saborear esa gota clara q
El sonido del teléfono despertó a Amara a la mañana siguiente, en una habitación que aún conservaba la esencia del encuentro de la noche anterior. Las sábanas blancas estaban desordenadas, y en el aire aún flotaba el perfume de las velas y el suave murmullo de la música que había acompañado sus momentos más íntimos. Se estiró y se acomodó en la cama, aún sintiendo la calidez de Dimitrios a su lado, pero al mirar a su alrededor, algo en su interior le decía que las cosas no serían iguales a partir de ese momento.La voz de Dimitrios aún resonaba en su mente: “Este es nuestro momento, Amara. No hay vuelta atrás.” Pero la tranquilidad que sentía en su corazón comenzó a desvanecerse cuando vio la pantalla de su teléfono. Era un mensaje de Dimitrios."Amara, tengo malas noticias. Algo inesperado ha surgido en Grecia, y debo irme de inmediato. Hay una situación urgente con el negocio de la familia. No puedo esperar más tiempo. Lo siento profundamente, pero necesito irme cuanto antes. Te lla
Dimitrios caminó lentamente por los pasillos de la mansión familiar, el sonido de sus pasos resonando en el mármol de los suelos. El aire de Grecia, tan familiar, ya no tenía el mismo efecto en él. Todo parecía diferente desde que dejó a Amara atrás. El paisaje que tanto amaba, el ajetreo de su ciudad natal, y la rutina de su vida anterior ya no lo llenaban de la misma satisfacción. Su mente siempre regresaba a ella, a esa habitación de hotel, a sus caricias, a los besos que compartieron. Se encontraba atrapado en una realidad que no quería aceptar: estaba lejos de la mujer que había cambiado todo para él.Cuando llegó al salón principal, sus padres, Nikos y Maria, estaban sentados en el sofá, conversando en voz baja. La mirada de su madre fue la primera en encontrarlo. Sin embargo, a pesar de su sonrisa cálida, algo en sus ojos le dijo a Dimitrios que ella sabía que algo no estaba bien.—Hijo, ¿cómo te fue el viaje? —preguntó su madre con una ligera preocupación en la voz, levantándo
Dimitrios, aún perdido en sus pensamientos y con la determinación de luchar por lo que sentía por Amara, apenas notó que sus padres se miraban entre sí con una sonrisa cómplice. Nikos, su padre, fue el primero en romper el silencio, con un tono juguetón, mientras María, su madre, contenía una risa ligera.—Entonces, hijo... ¿tienes alguna foto de la mujer que te ha robado el corazón? —preguntó su padre, levantando una ceja y sonriendo de forma traviesa.Dimitrios los miró, algo sorprendido por el repentino cambio de tono. Su madre se acercó a él, como si estuviera esperando la respuesta con la misma curiosidad que un detective persigue una pista importante.—¡Claro! ¿No nos vas a mostrar a la chica que te tiene tan preocupado? —agregó María, entre risas suaves. Parecía que, aunque sabía lo difícil que era para él, la situación le divertía un poco.Dimitrios suspiró y se reclinó en la silla, mirándolos con una mezcla de sorpresa y exasperación. No era común que su familia se comportara
Amara se encontraba en el centro del auditorio, rodeada por sus compañeros, con la toga y el birrete que marcaban el fin de una etapa importante de su vida. La emoción de la graduación estaba en el aire, pero, en el fondo, su corazón no compartía el mismo entusiasmo. Los vítores de la multitud y los aplausos no lograban llenar el vacío que sentía. Dimitrios, el hombre que había cambiado su vida, aún no había regresado.Cada día desde su último encuentro en la playa, la distancia entre ellos había crecido. Al principio, Amara se aferraba a la esperanza de que Dimitrios volvería, de que su amor no quedaría interrumpido por un océano de distancia y responsabilidades. Pero los días pasaron, luego semanas, y después meses, y la llamada que tanto esperaba nunca llegó.Hoy, mientras su nombre era anunciado como parte de los graduados, Amara sonrió con una mezcla de orgullo y tristeza. Había alcanzado una meta importante, pero no podía dejar de pensar en él. ¿Por qué no había vuelto? ¿Por qué