La villa parecía un paraíso apartado del mundo, pero en su interior la calma era solo una fachada. La amenaza de Piero flotaba como una sombra sobre Amara y Dimitrios. Cada mirada furtiva que se cruzaba entre ellos estaba cargada de una energía inconfesable, de una tensión que no podían ignorar. La noche caía lentamente sobre la playa, y el sonido de las olas se mezclaba con los susurros del viento. Sin embargo, en ese espacio idílico, el aire se sentía denso, cargado de una necesidad que ambos intentaban reprimir.Amara caminaba por la terraza de la villa, la brisa marina acariciando su piel. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Piero. Aunque había sido Dimitrios quien la había protegido, algo en la forma en que Piero la había mirado la había perturbado profundamente. ¿Por qué Piero había insistido tanto? pensaba. Pero lo que más la desconcertaba era que, a pesar de lo que había ocurrido, su mente y su corazón seguían enfocados en una sola persona: Dimitrios. No sent
El viaje por los diversos pueblos de la República Dominicana fue una experiencia maravillosa para Amara y Dimitrios. Cada día estaba lleno de exploraciones, risas y momentos compartidos. Disfrutaron de las playas paradisíacas, la calidez de las gentes y la cultura vibrante. Aunque había sido un tiempo de descanso, también era el escape de las tensiones que aún los acechaban. Durante esos días, se sumergieron en su propio mundo, sin pensar en lo que podría estar aguardando al final de su regreso.El tiempo juntos les permitió conectar más profundamente, y las noches de pasión fueron una constante en su relación, reforzando el lazo entre ellos. No había dudas ni inseguridades, solo una promesa implícita de que enfrentarían todo lo que viniera como un equipo.Cuando finalmente regresaron a Grecia, la sensación de alivio fue palpable. El peso de la amenaza de Piero parecía desvanecerse, y la vida comenzó a retomar su curso normal. Dimitrios volvió a sus responsabilidades en la empresa, mi
El ruido del avión se convirtió en un suave murmullo mientras Piero descansaba en su asiento, su mirada fija en el vaso de whisky que descansaba en su mano. Estaba en vuelo a Italia, pero su mente no estaba allí, sino en Amara, la mujer que se había convertido en una obsesión. Sabía que la tranquilidad que Dimitrios y Amara parecían disfrutar era solo temporal. Piero había planeado cada movimiento, como siempre lo hacía. Y ahora, mientras viajaba, era el momento perfecto para recibir la información que le confirmaba que sus pasos estaban en el camino correcto.El teléfono vibró en su bolsillo. No era una llamada cualquiera. Era la información de sus hombres, los que siempre le mantenían al tanto de todo. Su cara se iluminó con una sonrisa de satisfacción al ver el nombre en la pantalla. Era el momento de obtener lo que necesitaba saber.Contestó la llamada con un tono tranquilo, pero con una chispa de malicia. "¿Qué tienes para mí?", preguntó, su voz grave y controlada.La respuesta v
Amara caminaba por el pasillo de la oficina con el ceño fruncido, buscando el informe que Dimitrios le había solicitado, cuando escuchó una conversación que le heló la sangre. La puerta entreabierta de la oficina de Dimitrios dejaba escapar las voces. Andrea estaba allí, como siempre, su tono suave pero inquisitivo."¿Ese amor que sentías por Irina ya se desvaneció?" preguntó Andrea, con un toque de curiosidad que a Amara le pareció cargado de intención.Amara detuvo sus pasos. Su corazón empezó a latir con fuerza. Quiso seguir caminando, ignorarlo, pero algo en su interior la detuvo. Se quedó allí, esperando la respuesta de Dimitrios, queriendo escuchar algo que la calmara.El silencio duró unos segundos, pero a Amara le parecieron eternos. Finalmente, Dimitrios habló, su voz baja pero clara. "Aún la quiero."El mundo de Amara se sacudió en ese instante. Su pecho se apretó como si una mano invisible la estuviera estrangulando. ¿Aún la quería? ¿Entonces qué había significado todo lo q
Dimitrios estaba en su oficina, revisando un informe, cuando su teléfono comenzó a sonar. Era una llamada de un número desconocido. Frunció el ceño, pero respondió, esperando que no fuera algo trivial."¿Dimitrios Katsaros?" preguntó una voz grave y burlona al otro lado de la línea. Dimitrios se quedó inmóvil. Había algo familiar en ese tono, algo que le provocó un escalofrío."¿Quién habla?" preguntó con frialdad."Ah, no me digas que ya me olvidaste," dijo Leonidas, dejando escapar una risa seca. "Creo que tengo algo que te pertenece."El corazón de Dimitrios se detuvo por un segundo. "¿Qué has hecho?" preguntó, su voz ahora cargada de furia."Digamos que tengo a tu preciosa Amara y a su amiguita Lia conmigo. Pero tranquilo, no las he tocado… todavía. Depende de ti cuánto tiempo sigan a salvo." La risa de Leonidas resonó al otro lado de la línea como un golpe en el pecho de Dimitrios.Dimitrios se levantó de su asiento de un salto, tirando la silla al suelo. "Si les haces daño, te j
El dolor punzante en la cabeza de Amara fue lo primero que sintió al abrir los ojos. Su respiración era pesada, y la habitación estaba mal iluminada, con un olor a humedad y óxido que le revolvía el estómago. Cuando intentó moverse, se dio cuenta de que sus muñecas estaban atadas a los brazos de una silla vieja y chirriante. Miró a su alrededor, desesperada, hasta que vio una figura en el suelo. Su corazón dio un vuelco."Lia..." murmuró con un hilo de voz. Su amiga yacía a pocos metros de distancia, aparentemente inconsciente, con un feo moretón en la frente. Amara forcejeó contra las cuerdas, pero estas no cedieron, raspándole la piel. El miedo la invadió, pero también una oleada de rabia.De pronto, el eco de unos pasos resonó en la habitación, y una silueta emergió de las sombras. Era Leonidas. Su figura imponente y su sonrisa desquiciada la hicieron estremecer. Sostenía un vaso de whisky en una mano, moviéndolo de un lado a otro con tranquilidad, como si la situación fuera comple
El caos estalló como una bomba en la vida de Dimitrios. Desde el momento en que supo que Amara y Lia habían sido secuestradas, su mente no había tenido descanso. La noticia del secuestro se expandió rápidamente entre los círculos cercanos, y aunque intentó mantener la situación bajo control, el pánico comenzó a filtrarse más allá de lo que podía contener.La familia de Dimitrios estaba completamente involucrada en el asunto. Su madre, Helena, estaba al borde del llanto cada vez que intentaba hablar del tema, y su padre, Christos, trataba de mantenerse firme, pero no podía ocultar la preocupación en sus ojos. "Dimitrios, no descansaremos hasta traerlas de vuelta. Tienes nuestro apoyo en todo," le aseguró, colocando una mano firme en su hombro.Por otro lado, la familia de Amara no estaba al tanto de la situación. Dimitrios había tomado la difícil decisión de no contarles la verdad hasta no tener alguna pista sólida sobre su paradero. No quería preocuparlos sin motivo ni dejarlos en el
Una semana. Siete días de incertidumbre y temor habían transcurrido desde que Amara y Lia habían sido arrancadas de sus vidas normales. En ese lapso, la realidad se había convertido en una pesadilla constante para ambas. Encerradas en un lugar oscuro y desconocido, rodeadas por el hedor a humedad y el constante eco de pasos ajenos, cada segundo parecía alargarse hasta el infinito.Amara se encontraba sentada en el suelo, abrazando sus rodillas, tratando de calmar los pensamientos que la asfixiaban. Había aprendido a mantener su mente enfocada en algo positivo, algo que pudiera sostenerla en medio de la desesperación. Ese algo era Dimitrios. "Él vendrá por nosotras," se repetía una y otra vez. "No se rendirá. Hará todo lo posible para encontrarnos." Pero, a pesar de su fe en él, el miedo seguía anidado en lo más profundo de su pecho.A su lado, Lia intentaba mantener la calma, aunque su respiración acelerada y sus manos temblorosas la traicionaban. Ambas habían enfrentado momentos terr