La noche en Punta Cana era vibrante, iluminada por luces neón y acompañada por los ritmos pegajosos de la música que salía de las discotecas más populares. Amara, Dimitrios, Jairo y Katerina llegaron a una de las discotecas más exclusivas de la zona. El lugar era conocido no solo por su ambiente electrizante, sino también por ser un punto de encuentro para turistas y personas de renombre que venían a cerrar negocios entre bailes y tragos.Amara caminaba con seguridad, envuelta en una falda corta de cuero que resaltaba sus curvas, acompañada por una blusa de tirantes que dejaba sus hombros al descubierto. Su cabello rizado caía libre, rebelde y en perfecta armonía con su actitud deslumbrante. Era imposible no notar cómo las miradas se dirigían hacia ella mientras avanzaba junto a los demás. Dimitrios, por su parte, no podía apartar los ojos de ella, aunque intentaba disimularlo. Jairo y Katerina, con su creciente conexión, caminaban más atrás, compartiendo sonrisas cómplices.Desde el
El sol brillaba con fuerza sobre la costa, un paisaje que parecía sacado de un sueño. Las olas rompían suavemente sobre la arena blanca, mientras el viento jugaba con los cabellos de Amara, que caminaba hacia la orilla. La villa era el refugio perfecto para descansar, pero en el aire flotaba una tensión palpable, algo que ninguno de ellos había anticipado.Amara se quitó el vestido largo que llevaba, dejando al descubierto su traje de baño amarillo brillante, el cual destacaba su figura de una manera que no pasaba desapercibida. El viento movía su sombrero, que se caía una y otra vez, pero no le importaba. Estaba disfrutando del agua fresca, dejando que las olas acariciaran su piel. Con una sonrisa, levantó a Mave en brazos, la niña que siempre lograba sacarle una risa genuina en los momentos más tranquilos. La conexión entre ellas era evidente, y Amara se olvidó por un momento de todo lo demás, de lo que había sucedido, de las miradas que la seguían.Lo que no sabía era que alguien o
La villa parecía un paraíso apartado del mundo, pero en su interior la calma era solo una fachada. La amenaza de Piero flotaba como una sombra sobre Amara y Dimitrios. Cada mirada furtiva que se cruzaba entre ellos estaba cargada de una energía inconfesable, de una tensión que no podían ignorar. La noche caía lentamente sobre la playa, y el sonido de las olas se mezclaba con los susurros del viento. Sin embargo, en ese espacio idílico, el aire se sentía denso, cargado de una necesidad que ambos intentaban reprimir.Amara caminaba por la terraza de la villa, la brisa marina acariciando su piel. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Piero. Aunque había sido Dimitrios quien la había protegido, algo en la forma en que Piero la había mirado la había perturbado profundamente. ¿Por qué Piero había insistido tanto? pensaba. Pero lo que más la desconcertaba era que, a pesar de lo que había ocurrido, su mente y su corazón seguían enfocados en una sola persona: Dimitrios. No sent
El viaje por los diversos pueblos de la República Dominicana fue una experiencia maravillosa para Amara y Dimitrios. Cada día estaba lleno de exploraciones, risas y momentos compartidos. Disfrutaron de las playas paradisíacas, la calidez de las gentes y la cultura vibrante. Aunque había sido un tiempo de descanso, también era el escape de las tensiones que aún los acechaban. Durante esos días, se sumergieron en su propio mundo, sin pensar en lo que podría estar aguardando al final de su regreso.El tiempo juntos les permitió conectar más profundamente, y las noches de pasión fueron una constante en su relación, reforzando el lazo entre ellos. No había dudas ni inseguridades, solo una promesa implícita de que enfrentarían todo lo que viniera como un equipo.Cuando finalmente regresaron a Grecia, la sensación de alivio fue palpable. El peso de la amenaza de Piero parecía desvanecerse, y la vida comenzó a retomar su curso normal. Dimitrios volvió a sus responsabilidades en la empresa, mi
El ruido del avión se convirtió en un suave murmullo mientras Piero descansaba en su asiento, su mirada fija en el vaso de whisky que descansaba en su mano. Estaba en vuelo a Italia, pero su mente no estaba allí, sino en Amara, la mujer que se había convertido en una obsesión. Sabía que la tranquilidad que Dimitrios y Amara parecían disfrutar era solo temporal. Piero había planeado cada movimiento, como siempre lo hacía. Y ahora, mientras viajaba, era el momento perfecto para recibir la información que le confirmaba que sus pasos estaban en el camino correcto.El teléfono vibró en su bolsillo. No era una llamada cualquiera. Era la información de sus hombres, los que siempre le mantenían al tanto de todo. Su cara se iluminó con una sonrisa de satisfacción al ver el nombre en la pantalla. Era el momento de obtener lo que necesitaba saber.Contestó la llamada con un tono tranquilo, pero con una chispa de malicia. "¿Qué tienes para mí?", preguntó, su voz grave y controlada.La respuesta v
Amara caminaba por el pasillo de la oficina con el ceño fruncido, buscando el informe que Dimitrios le había solicitado, cuando escuchó una conversación que le heló la sangre. La puerta entreabierta de la oficina de Dimitrios dejaba escapar las voces. Andrea estaba allí, como siempre, su tono suave pero inquisitivo."¿Ese amor que sentías por Irina ya se desvaneció?" preguntó Andrea, con un toque de curiosidad que a Amara le pareció cargado de intención.Amara detuvo sus pasos. Su corazón empezó a latir con fuerza. Quiso seguir caminando, ignorarlo, pero algo en su interior la detuvo. Se quedó allí, esperando la respuesta de Dimitrios, queriendo escuchar algo que la calmara.El silencio duró unos segundos, pero a Amara le parecieron eternos. Finalmente, Dimitrios habló, su voz baja pero clara. "Aún la quiero."El mundo de Amara se sacudió en ese instante. Su pecho se apretó como si una mano invisible la estuviera estrangulando. ¿Aún la quería? ¿Entonces qué había significado todo lo q
Dimitrios estaba en su oficina, revisando un informe, cuando su teléfono comenzó a sonar. Era una llamada de un número desconocido. Frunció el ceño, pero respondió, esperando que no fuera algo trivial."¿Dimitrios Katsaros?" preguntó una voz grave y burlona al otro lado de la línea. Dimitrios se quedó inmóvil. Había algo familiar en ese tono, algo que le provocó un escalofrío."¿Quién habla?" preguntó con frialdad."Ah, no me digas que ya me olvidaste," dijo Leonidas, dejando escapar una risa seca. "Creo que tengo algo que te pertenece."El corazón de Dimitrios se detuvo por un segundo. "¿Qué has hecho?" preguntó, su voz ahora cargada de furia."Digamos que tengo a tu preciosa Amara y a su amiguita Lia conmigo. Pero tranquilo, no las he tocado… todavía. Depende de ti cuánto tiempo sigan a salvo." La risa de Leonidas resonó al otro lado de la línea como un golpe en el pecho de Dimitrios.Dimitrios se levantó de su asiento de un salto, tirando la silla al suelo. "Si les haces daño, te j
El dolor punzante en la cabeza de Amara fue lo primero que sintió al abrir los ojos. Su respiración era pesada, y la habitación estaba mal iluminada, con un olor a humedad y óxido que le revolvía el estómago. Cuando intentó moverse, se dio cuenta de que sus muñecas estaban atadas a los brazos de una silla vieja y chirriante. Miró a su alrededor, desesperada, hasta que vio una figura en el suelo. Su corazón dio un vuelco."Lia..." murmuró con un hilo de voz. Su amiga yacía a pocos metros de distancia, aparentemente inconsciente, con un feo moretón en la frente. Amara forcejeó contra las cuerdas, pero estas no cedieron, raspándole la piel. El miedo la invadió, pero también una oleada de rabia.De pronto, el eco de unos pasos resonó en la habitación, y una silueta emergió de las sombras. Era Leonidas. Su figura imponente y su sonrisa desquiciada la hicieron estremecer. Sostenía un vaso de whisky en una mano, moviéndolo de un lado a otro con tranquilidad, como si la situación fuera comple