No soy de hierro

César abrió la puerta y salió una hora después. Su semblante mostraba una expresión fría y pálida mientras su ceño estaba dolorosamente fruncido. Se limpiaba las manos con un pañuelo, que por más que quería ocultarlo en la bata que llevaba, los presentes lograron ver algunas gotas de sangre.

Sara, Siran, Leoxi y por último Nebraska se acercaron hacia él.

-¿Cómo está?- Sara se soltó del brazo de su esposo y César la miró.

-¿Cómo están?- Nebraska volvió a repetir la pregunta.

Estaba seria y su voz salió tan recta que los demás pensaron que ella no sentía nad

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