Justicia divina

—¿Qué?¿Cómo puedes hablarme de esa manera Cristhofer? Soy tu madre, solo quiero ayudarte

—¡Cállate! No sabes cuanto te despreció ¿Cómo pudiste hacerme ésto?

—¡Eres débil! Debí enseñarte hacer un hombre de sangre fría— la señora Di Monti, apunta a su propio hijo

—¡Deje al niño a un lado si no quieres morir!— sentencia el señor Watson al escolta

—¡Esa anciana lo planeo todo!— se apresura a decir él escolta —yo sé perfectamente quién es usted señor Watson, quizás usted no me recuerde porque era difícil acercarse a un hombre tan poderoso como usted, le entregaré al niño, y diré todo lo que está señora ha hecho, pero a cambio, quiero que me dé mi libertad

—¡Imposible!— exclama Cristhofer

—¡Cállate miserable muerto de hambre! Yo te recogí y te dí poder, ¿Así me pagas?— la señora Di Monti está angustiada

—los hombres de honor deben tener siempre presente que un favor se devuelve, yo le salvé la vida a usted, aquel día en que lo iban a secuestrar, fui yo él que inició la pelea para salvar s
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