Capítulo cuarenta y uno. ¿No vas a luchar por ella?

Ryan abrió la puerta de su piso, estaba desolado, no había ningún rastro de fuerza en él, se sentía perdido. Solo y abandonado.

—Te equivocaste, Ryan. Te equivocaste terriblemente —susurró dejándose caer sobre el sillón.

Sus ojos derramaron gruesas lágrimas y su garganta se cerró mientras los recuerdos de sus días felices atravesaban su memoria.

Emma caminando por la sala, Emma cocinando, Emma sonriéndole desde el otro lado de la mesa mientras trabajaban en sus proyectos. Emma caminando casi desnuda, seduciéndolo, embrujándolo.

El alarido desgarrador que salió de su garganta fue brutal y habría sido conmovedor si alguien lo hubiese escuchado, pero estaba solo. Tan malditamente solo…

Y la sensación de soledad no fue mejorando con el paso de las horas y los días, ese sentimiento de pérdida estaba atormentándolo día y noche, y moría al pensar que en breve el olor de Emma se perdiera, que su esencia desapareciera y él no tuviese nada a que aferrarse. Sin Emma todo lo que quería era morir.
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