Amadeus la observó en silencio. Sus manos se crisparon a los costados, y su mandíbula se tensó con fuerza. Sus ojos oscuros, normalmente impenetrables, reflejaban por un momento un atisbo de vulnerabilidad. No había esperado esa pregunta. No así. No con el peso del dolor en su voz, con la desesperación en sus lágrimas. —Elena… —murmuró, dando un paso hacia ella, pero dudó. Elena apartó la mirada, su pecho subiendo y bajando agitadamente mientras intentaba recuperar el control sobre sus emociones. Pero era imposible. Estaba agotada, cansada de luchar contra algo que parecía estar destinado a romperse. —Solo dime la verdad… —su voz era apenas un susurro. —Si no me amas, dímelo ahora. No quiero seguir viviendo en este tormento. Amadeus inhaló profundamente. Se sentía atrapado, dividido entre su orgullo y la verdad que tanto había intentado esconder. Él la amaba. Siempre lo había hecho. Pero el peso de sus errores, la oscuridad de su pasado y su propia naturaleza destructiva lo manten
Liam avanzaba hacia la mansión Blackwood luego de la conversación con el jefe de la mafia que lo acorraló sin dejarle una sola opción a cumplir con su acuerdo anterior, con una sensación de desesperanza oprimiéndole el pecho.La luna alta en el cielo proyectaba sombras alargadas en el sendero, reflejando el caos que se cernía sobre su destino. Sabía que estaba atrapado, que cada opción ante él llevaba a la ruina de alguien. Liam se encontraba a las puertas de la mansión desolada y sin la presencia de Amadeus, sabiendo que esa noche podría desatarse todo lo que no imaginó que podría suceder de esa manera. Liam no planeo lo que estaba a punto de suceder.Cuando cruzó las puertas de la mansión, encontró a Elena en medio del gran salón, caminando de un lado a otro, desesperada. Su cabello caía en desorden sobre sus hombros y su rostro estaba tenso, reflejando una angustia que Liam no tardó en reconocer. —¿Qué ocurre? —preguntó él, cerrando la puerta tras de sí. Elena alzó la vista, con
El ambiente en la mansión Blackwood estaba cargado de tensión, como si el aire mismo se hubiera vuelto demasiado pesado para respirar. Liam e Isabella seguían en posición de combate, listos para destrozarse mutuamente, mientras Amadeus se mantenía imponente, evaluando la situación con mirada calculadora. Pero antes de que el enfrentamiento pudiera desatarse, un nuevo sonido irrumpió en la estancia. El eco de pasos resonó en el mármol, y una voz firme y autoritaria se alzó sobre el caos. —¡Basta! ¡Nada que tu orgullo no te dejara observar! —se escuchó desde la puerta principal del salón.Todos giraron al unísono. Nathaniel Gray había llegado. Con su porte elegante pero amenazante, entró al salón con una expresión de absoluta confianza. A su lado, su hermana Rebeca avanzaba con la misma seguridad, aunque su mirada se posó de inmediato en Isabella, evaluándola con desdén. —Vaya, vaya. —musitó Nathaniel con una media sonrisa. —Qué escena más… fascinante. Isabella gruñó, mostrando lo
La tensión en la mansión Blackwood era asfixiante. Los ojos de Amadeus ardían con una furia contenida mientras su cuerpo entero irradiaba dominio y peligro. Pero Nathaniel no retrocedió. Mantuvo su postura relajada, con esa sonrisa ladina que solo servía para avivar la rabia del Alpha de los Blackwood. Elena, atrapada entre ambas fuerzas, sintió cómo su corazón latía con fuerza descontrolada. No podía negar que las palabras de Nathaniel la estremecían, porque en el fondo, él tenía razón. No era una posesión. No era un trofeo en una disputa de poder. Pero ¿cuánto más podría soportar antes de que la situación estallara? —Cuidado con lo que dices, Gray. —gruñó Amadeus con voz peligrosa. —No vuelvas a comparar a Elena con tus fracasos. Nathaniel soltó una carcajada seca. —Lo que te molesta no es que la compare, Amadeus. Lo que te destroza por dentro es saber que nunca fue realmente tuya. Liam sintió cómo los músculos de Amadeus se tensaban al máximo. Su lobo estaba al borde del contro
Amadeus dejó escapar un aliento tembloroso mientras su cuerpo comenzaba a relajarse. Su transformación se desvaneció lentamente, los músculos de su lobo encogiéndose hasta que su piel recuperó su forma humana. Su respiración era errática, su mente atrapada en un bucle infinito de la escena que acababa de ocurrir. Elena en el suelo. Elena con la mejilla enrojecida. Elena con los ojos llenos de lágrimas. "Te amaba, Amadeus... pero tu violencia lo destruyó todo."Sus palabras resonaban en su pecho como golpes invisibles, más dolorosos que cualquier herida de batalla. Nunca había sentido algo así antes. La guerra, la competencia, el dominio… todo eso lo entendía. Pero esta sensación, esta angustia aplastante que se instaló en su interior, lo dejó completamente desorientado. No reaccionó cuando Nathaniel se acercó, su expresión seria y triunfante a la vez. —¿Nos vamos? —preguntó con calma, pero con firmeza. —Elena se marchará a la mansión Gray. Allí estará segura… lejos de ti. —acotó
La mansión de los Morgan brillaba con la opulencia de una familia de linaje respetable. Grandes columnas de mármol y obsidiana sostenían los altos techos, mientras las lámparas doradas iluminaban los pasillos adornados con diamantes y cuadros al óleo.En uno de los salones se encontraba Elena Morgan, hija única de la familia y heredera de una de las fortunas más envidiadas en Holanda. Se encontraba de pie junto a su madre, la matriarca de la familia. Discutiendo en voz baja. —Madre, ¡no puedo casarme con ese hombre! —mencionaba Elena con determinación, aunque su madre no compartía su decisión—¡Lo sabes tan bien como yo! Elena, este matrimonio es crucial para el futuro de nuestra familia y nuestra empresa —respondió con frialdad y sin mostrar amor por su hija.Elena suspiró, resignada a su destino. Sabía que su madre tenía razón, pero eso no hacía que la idea de casarse por conveniencia fuera más fácil de aceptar. Su esposo un Alpha joven, de familia de renombre, pero con sangre de lo
Amadeus se encontraba extasiado tras observar el cuerpo de quien al día siguiente se convertiría en su esposa, pero que esa noche era la perfecta para engendrar un heredero, según sus deseos y pensamientos. Elena sentía nerviosismo tras pensar que Amadeus podría percatarse que ella se encontraba encinta y nadie más que ella lo sabía.—¿Podríamos esperar a que nuestra boda sea un hecho? Considero que es lo correcto. —exclamó Elena mientras Amadeus admiraba su cuerpo desnudo y lleno de lujuria por desposar a la joven Elena Morgan.Amadeus no dejó de anhelar con miradas de pasión, deseando acostarse con Elena, pero entonces surgió la duda en su mente y preguntó con incertidumbre mientras se acercaba más a la doncella. —¿Porque no lo consideras ahora? ¿Acaso escondes algo? Aun así, nos casemos mañana, desde hoy eres mi mujer y te deseo ahora mismo.Elena se sintió aún más atemorizada, sabiendo que Amadeus era un Alpha dominante y sus deseos eran más que órdenes para cualquiera. Entonces e
El banquete llegó a su final y los nuevos esposos se retiraron del lugar. El vuelo hacia el lugar reservado para la pareja se encontraba preparado para despegar, entonces Amadeus preguntó a su esposa Elena. —¿Quién era ese hombre con el que conversabas en la mesa? Siento un extraño comportamiento en tu piel tras esa conversación.Elena imaginó en ese momento que Isabella le comentó a Amadeus sobre esa conversación que no alcanzó a descubrir con Liam Evans. —¡Se acercó para felicitarme y también deseaba felicitarte! Es un trabajador del banco y por lo tanto se encontraba como invitado. —respondió Elena mientras se acomodaba el vestido que Isabella le entregó como regalo de boda.Un mes después… —¿Cuál es el motivo de la reunión? —preguntó Isabella, siempre conservaba la distancia y la incredulidad hacia Elena. Amadeus con un tono de voz más calmado a como acostumbraba a tratar a las demás personas sin importar que se tratara de su familia. Comentó. —Últimamente he visto como despreci