La lujosa oficina de Amadeus Blackwood estaba iluminada por una tenue luz dorada cuando el señor Morgan entró, con porte firme y mirada calculadora. Era un hombre que inspiraba respeto, incluso en alguien tan ambicioso como Amadeus. Sin embargo, hoy, en esa habitación, el equilibrio de poder estaba a punto de cambiar. —Señor Blackwood, su invitación fue bastante… intrigante. —dijo el señor Morgan, tomando asiento frente al imponente escritorio de Amadeus. —Espero que tenga algo realmente valioso que ofrecer. Amadeus inclinó ligeramente la cabeza, mostrando una sonrisa que no llegaba a sus ojos. —¡Por supuesto, señor Morgan! Lo que le propongo es simple, consolidemos nuestras fuerzas. Una fusión entre los bancos Morgan y Blackwood sería imparable. Juntos, dominaríamos no solo este país. ¡Sino toda Europa!El señor Morgan dejó escapar una risa seca, entremezclada con incredulidad. —¿Fusión? —repitió, con tono burlón. —Permítame ser claro, joven Blackwood. Los Morgan no necesitan conso
Thomas Morgan regresó a su mansión con el peso de la desesperación sobre sus hombros. En su despacho, repasó el contrato que Amadeus le había entregado, un documento que garantizaba la estabilidad financiera de su familia, pero a un precio que jamás habría considerado en circunstancias normales. El matrimonio de su única hija, Elena, con Amadeus Blackwood. Era su única salida.Aquella noche, Elena lo encontró sentado frente al fuego, con el rostro envejecido por la tensión. —¿Padre? —dijo, acercándose con preocupación. —¿Qué ocurre? Te ves inquieto.Thomas levantó la mirada, esforzándose por mantener la compostura. —Elena, quiero hablar contigo sobre algo importante... Una oportunidad que puede salvarnos a todos. —Sus palabras estaban cargadas de una mezcla de tristeza y esperanza, una dicotomía que Elena no pasó por alto.Ella tomó asiento frente a él, inquieta. —¿De qué se trata?Thomas respiró hondo y comenzó a explicar, omitiendo, por supuesto, los detalles más oscuros de su encue
Desde aquel fatídico día en que Thomas Morgan se reunió con Amadeus para sellar el acuerdo matrimonial con su hija, las reuniones se hicieron más frecuentes. Una en particular, a instancias de Oliver Blackwood, trajo un giro inesperado. El patriarca de los Blackwood, desconfiado de las decisiones de su hijo, exigió renegociar los términos del convenio con los Morgan. Thomas, atrapado entre las amenazas de Amadeus y la presión de Oliver, aceptó términos aún más desfavorables, que condenaron a su familia a la quiebra definitiva. A pesar de su desdicha, Thomas guardó el secreto, incapaz de confesar a Elena o a nadie más las verdaderas circunstancias en las que se acordó su matrimonio. Para él, proteger a su hija de la crueldad de Amadeus y asegurar al menos un rayo de esperanza para su familia valía cualquier sacrificio personal. Sin embargo, las noticias del compromiso no tardaron en extenderse, llegando primero a oídos de Nathaniel Gray, amigo de Amadeus y un destacado jugador en el
Rebeca gime cuando la lengua de Amadeus se desliza por su clavícula hasta llegar a uno de sus pezones erectos. Lo succiona con fuerza, enviando oleadas de placer a través de su cuerpo. Al mismo tiempo, su mano se desliza por su vientre plano hasta alcanzar el centro de su sexo. —Mmm, estás tan mojada para mí, preciosa... —dice con un gruñido, antes de chupar con voracidad su otro pezón. Sus dedos encuentran su entrada y penetran profundamente, moviéndose con un ritmo rápido y salvaje.Ella grita de éxtasis, sus piernas rodeando su cintura mientras se aferra a él con uñas temblorosas.Al sentir sus gemidos aumentan la intensidad de sus embestidas, penetrando aún más profundo en su interior húmedo y apretado. Ella gime y se retuerce bajo él, pidiendo más sin palabras. —Oh, tengo mucho más para ti, mi amor. —susurra con voz ronca, retirando sus dedos apenas para introducirlos aún más profundo. Los empuja hacia abajo justo en el mismo momento que muerde ligeramente sus pezones, liberando
Al día siguiente, el amanecer trajo consigo una tranquilidad aparente a la mansión Blackwood. Sin embargo, para Isabella, la noche pasada seguía grabada en su mente como un fuego que no podía extinguir. Mientras se arreglaba para el desayuno, su mente volvía una y otra vez al jardín y a las imágenes que había presenciado. No solo la habían sorprendido, sino que también habían despertado un cúmulo de emociones difíciles de contener. ¡Necesitaba respuestas!Tras encontrar a Rebeca en el salón principal, Isabella decidió no esperar más. Se acercó con pasos firmes y una mirada cargada de determinación. —Rebeca. —comenzó Isabella con un tono determinante deteniéndose frente a ella. —¡Tenemos que hablar!Rebeca alzó la vista dejando su copa de vino sobre la mesa, con una sonrisa tranquila, pero sabiendo que se avecinaba algo interesante. —Claro, Isabella. ¿Qué sucede? —preguntó con tono despreocupado, aunque sus ojos brillaban con un destello juguetón. —Anoche... —Isabella dudó por un mome
La noche del encuentro entre Nathaniel e Isabella llegó más rápido de lo que cualquiera de los dos hubiera esperado. La mansión Gray se hallaba en un silencio sepulcral cuando Isabella cruzó sus puertas, escoltada por un mayordomo que la condujo hasta un lujoso salón iluminado por un candelabro de cristal. La joven, vestida con un elegante vestido de seda azul, miró a su alrededor con una mezcla de emoción y nerviosismo. Estaba a punto de estar a solas con el hombre que había ocupado sus pensamientos durante tanto tiempo.Nathaniel la esperaba de pie, con la postura firme y la expresión inescrutable. Vestía un traje blanco, impecable, y su porte exudaba una autoridad natural que hacía que cualquiera a su alrededor se sintiera diminuto.Cuando Isabella se acercó, él inclinó levemente la cabeza en señal de cortesía, aunque su incomodidad era evidente. —Señorita Isabella. —dijo con voz profunda. —Me alegra verla.Ella sonrió con dulzura, aunque en su interior luchaba contra el torbellino
Luego de los acontecimientos entre Nathaniel e Isabella, existía la preocupación en Nathaniel en cuanto a Amadeus. Los socios cercanos a la familia Gray no se encontraban seguros y confiados que mejorarían los negocios si Amadeus continuaba dirigiéndose hacia ellos de manera violenta y con su poder interior con el que adquiría cada uno de los bancos de la ciudad.No encontrando otra alternativa, Nathaniel llegó a la sede principal del banco Blackwood con paso firme y decidido. Había solicitado aquella reunión con Amadeus días atrás, y su paciencia ya estaba agotándose. Sabía que el rumbo que había tomado Amadeus en los negocios no solo era peligroso, sino que también comprometía la estabilidad de sus relaciones con otros empresarios influyentes. Sin embargo, su intención era darle la oportunidad de explicarse antes de tomar cualquier decisión drástica.Cuando entró a la imponente oficina del CEO, Amadeus estaba de pie junto a una de las enormes ventanas que daban vista a la ciudad. Su
La mansión de los Morgan brillaba con la opulencia de una familia de linaje respetable. Grandes columnas de mármol y obsidiana sostenían los altos techos, mientras las lámparas doradas iluminaban los pasillos adornados con diamantes y cuadros al óleo.En uno de los salones se encontraba Elena Morgan, hija única de la familia y heredera de una de las fortunas más envidiadas en Holanda. Se encontraba de pie junto a su madre, la matriarca de la familia. Discutiendo en voz baja. —Madre, ¡no puedo casarme con ese hombre! —mencionaba Elena con determinación, aunque su madre no compartía su decisión—¡Lo sabes tan bien como yo! Elena, este matrimonio es crucial para el futuro de nuestra familia y nuestra empresa —respondió con frialdad y sin mostrar amor por su hija.Elena suspiró, resignada a su destino. Sabía que su madre tenía razón, pero eso no hacía que la idea de casarse por conveniencia fuera más fácil de aceptar. Su esposo un Alpha joven, de familia de renombre, pero con sangre de lo