8: El juego de la rebeldía

Mis manos tiemblan de ira. Debo controlarme o él ganará. Empiezo a sospechar que eso es exactamente lo que quiere: verme caer en la desesperación, perder el control, romperme. Este hombre, a quien apenas conozco, es un enigma. Al principio se mostró como alguien frío, distante, con una mirada vacía que no reflejaba nada. Cada sonrisa suya parecía forzada, un acto ensayado. Era amenazante, directo. Pero ahora juega con otro enfoque. Su burla es evidente, disfruta mi miseria. ¿Por qué? ¿Qué tiene contra mí?

Sí, me colé en su empresa, destrocé su oficina y firmé un contrato que no me correspondía. Lo admito. Me merecía consecuencias, pero esto… esto va más allá. Amenazarme, chantajearme, obligarme a ser su esposa, es un nivel de crueldad que traspasa cualquier límite. Y me aterra.

Él hace una señal con la mano y los guardias retroceden. Se alejan, guardan sus armas y me dejan un camino libre. Ya no me rodean.

—Regresemos —ordena Damon, su tono inflexible.

—No —respondo con firmeza.

Su ex
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