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Urubamba- Perú. Myriam abrió los ojos al sentir los rayos del sol acariciando sus mejillas, se sorprendió al ver que su esposo no estaba a su lado. Se puso de pie y cuando lo iba a buscar lo miró en la terraza, de espaldas a ella, con las manos en los bolsillos, contemplando las montañas. Se acercó sin hacer ruido y lo sorprendió rodeándolo con sus brazos. —¿Madrugaste? —indagó ella bromeando. Él le acarició las manos, sin moverse del sitio. —No podía dormir, después de lo sucedido, no quise despertarte —comentó inhalando el aire fresco. —¿Quieres hablar sobre eso? —cuestionó Myriam. Gerald giró y la abrazó contra su pecho. —Por ahora no —comentó con sinceridad—, es nuestro último día en este lugar, y deseo que lo pases de maravilla —recalcó. Myriam elevó una de sus cejas. —¿Y qué tienes en mente? —cuestionó rodeándolo con sus brazos. Gerald sonrió con amplitud. —Bueno, lo que estoy pensando. —Se mojó los labios y la recorrió con los ojos—, es posible que no s
—Ha sido maravilloso todo —dijo Myriam, luego de haber compartido la cena junto a Alex y María Dolores—, fue un placer conocerlos. Lolita le brindó una sonrisa. —A nosotros nos dio gusto tenerlos en el hotel, espero no sea la única vez que lo visitan —indicó. —Claro que no, con anfitriones como ustedes, la próxima vez nos hospedaremos solo en hoteles del grupo Vidal Espinoza —mencionó Gerald, tomando de la cintura a Myriam, pegándola a su lado. —Eso espero —respondió Alex, y luego le entregó una tarjeta a Gerald—. Estos son los datos de mi prima, ella es la persona encargada de las exportaciones de café. La azulada mirada de Lennox, se enfocó en las letras de esa tarjeta: —María Luisa Duque, gerente de negocios internacionales. Consorcio colombiano de café: Alma mía —expresó, asintió, y la guardó en el bolsillo de su chaqueta—, espero poder hacer negocios con ellos —aseveró. —Anhelo lo mismo —contestó Alejandro. Myriam se acercó a Lolita, se despidió de ella con un abr
—¡Gerald! —gimió Myriam percibiendo en su cuerpo fuertes llamaradas que avivan el fuego en su interior. —Eres preciosa —murmuró él al oído de su mujer, mientras se fundía en ella una y otra vez. Myriam balanceó sus caderas al mismo ritmo de sus envites, él la apretó más a su cuerpo, profundizando el ritmo, llegando a lo más recóndito de sus entrañas. Besó sus labios, su garganta, lamió uno de sus pezones. Ella se retorció de placer, susurraba en suaves gemidos el nombre de él, entonces lo abrazó con brazos y piernas, sintiendo su pecho agitado, y un mar de sensaciones que le nublaban hasta el pensamiento. —Me has hecho mucha falta —susurró él en el oído de su mujer. —También tú a mí —contestó ella con sinceridad, le acarició la mejilla con ternura. Él unió su frente a la de Myriam, su corazón palpitaba agitado, el roce de sus caderas aumentó, y ella se balanceó recibiendo gustosa cada embestida. —Te necesito —declaró él. Ella supo de inmediato que no se refería solo a
—¿Desea ayuda, señora Myriam? —indagó la joven empleada de quién sospechaban al día siguiente. Myriam ladeó los labios, sonrió para sus adentros. —Por favor —solicitó. —Saca la ropa de mi esposo de esos cajones, necesito espacio para la mía —indicó. —Claro, señora —contestó la chica—, no quiero ser indiscreta, no comprendo por qué sus cosas estaban en la otra habitación —murmuró. —Entiendo —dijo Myriam sonriente—, lo que pasa que a Gerald no le agradan los cambios, tiene sus secretos en esos cajones, no le gustan que muevan sus cosas, no quise invadir su espacio, hasta estar casados —respondió. —Hace bien —respondió la chica y empezó a sacar las camisas de él. —Voy a traer mis cosas —avisó Myriam, su propósito era dejar sola a la empleada. La muchacha de servicio sacaba las prendas, y en uno de esos cajones encontró un sobre dirigido a Bianca. Abrió sus ojos de par en par, y de inmediato se asomó a la puerta, para verificar que Myriam no la estuviera observando. Enseguid
—Ya llegó —dijo Amanda desesperada observando desde la ventana de las oficinas de la multinacional a su jefe—, apaguen la música, dejen de comer —ordenó. Todos volvieron a sus lugares con premura, y empezaron a realizar sus labores como siempre. Gerald salió del elevador con profunda seriedad. —Buenos días, señor —saludó Amanda con una sonrisa—Bienvenido. —¿Qué tenemos pendiente? —indagó, y carraspeó recordando su trato con Myriam—. Buenos días, gracias por la bienvenida. Los labios de Amanda se separaron, y sus ojos se abrieron con amplitud. Parpadeó sorprendida, esbozó una sonrisa. —Debe firmar el presupuesto para la campaña de publicidad del lanzamiento del cereal en los supermercados —informó—. El señor Kevin lo espera en la oficina —indicó. Gerald asintió y caminó en dirección a su despacho, mientras Amanda lo seguía detrás, entonces detuvo el paso y giró. —¿Cómo sigue tu papá? —indagó. Amanda ladeó los labios. —Mucho mejor —respondió conmovida—, gracias por pr
Helena se soltó de los brazos de Connor. —No es lo que estás pensando, hijo —se disculpó. Gerald con la misma frialdad de siempre, la observó. —¿Tengo motivos para pensar mal? —cuestionó elevando una de sus cejas. —Claro que no —contestó Connor. —¿Cómo has pasado, Gerald? —indagó. El joven dejó salir el aire que estaba conteniendo. —Bien gracias —respondió—, hace años que no vienes a esta casa. ¿Hay algún problema legal? —cuestionó. Helena observó a Connor, suplicó con la mirada que no le comentara a su hijo que estaba indagando sobre el accidente. El abogado se aclaró la garganta. —Es una visita de cortesía —comentó—. Myriam es una gran chica, me da gusto que se haya separado de Raymond, y sea tu esposa —mencionó intentando romper el hielo. Gerald arqueó ambas cejas. —¿La conoces? —Por supuesto, he trabajado con ella, es una mujer muy inteligente, sean felices —recomendó. —Gracias —respondió Gerald con sinceridad—. Vine buscando a Myriam, me dijo que estaría a
—Ya está más tranquilo, esperemos no se vuelva a alterar —avisó Gerald, y centró su atención en la mujer con la que su esposa charló segundos antes. —¿Te estaba ofendiendo? —indagó con seriedad al darse cuenta de que era Kendra Wilson. —Todo bien —respondió Myriam y sonrió—. Vamos —solicitó. Esta vez Anthony lloró cuando lo pincharon para sacarle sangre, pero ya no estuvo tan alterado como al principio. Luego de que el médico obtuvo los resultados, los invitó a pasar al consultorio. La pareja junto al niño entró y tomaron asiento. El médico revisó a Tony con atención, y luego enfocó su mirada en el computador, elevaba sus cejas, y asentía. —¿Sucede algo malo? —indagó Gerald en tono serio. —No, al contrario, el conteo de plaquetas ha aumentado, es decir el tratamiento está funcionando muy bien —mencionó—, además veo que tienen cuidado con él, no ha presentado infecciones, es importante, aunque sus defensas están en aumento, no podemos descuidarnos —informó. —Eres un campeón
El día de la reunión con los empleados de la multinacional había llegado. Myriam revoloteaba de un lado a otro, ultimando detalles. —Esa muchacha es un ángel —murmuró Helena conmovida, hacía mucho que no veía a los trabajadores de la empresa, su corazón se agitaba cada vez que uno de ellos la reconocía y la saludaba con entusiasmo. —Myriam y Tony son lo mejor que nos ha pasado —dijo Anne—. Solo, mire el rostro de Gerald. —Señaló con su mano—. Hace tanto que no lo veía sonreír. Helena observó a su hijo, quien sostenía en sus brazos a Tony y jugaba con él. Notó como la mirada le brillaba, y sus labios perfilaban una sincera sonrisa, se veía feliz y eso alegraba el alma de aquella mujer. **** —Me da tanto gusto volver a verte Jeremy —expresó Myriam sonriente, observó al chiquillo con ternura. Rememoró cuando lo cuidaba. —No volviste a visitarme —reclamó el pequeño arrugando el ceño y cruzándose de brazos. Myriam se inclinó a su misma altura. —No pude, mi niño se enfermó, es