¿Qué tal la penitencia de Myriam? ¿Les gustó? No olviden comentar.
—¡Gerald! —gimió Myriam percibiendo en su cuerpo fuertes llamaradas que avivan el fuego en su interior. —Eres preciosa —murmuró él al oído de su mujer, mientras se fundía en ella una y otra vez. Myriam balanceó sus caderas al mismo ritmo de sus envites, él la apretó más a su cuerpo, profundizando el ritmo, llegando a lo más recóndito de sus entrañas. Besó sus labios, su garganta, lamió uno de sus pezones. Ella se retorció de placer, susurraba en suaves gemidos el nombre de él, entonces lo abrazó con brazos y piernas, sintiendo su pecho agitado, y un mar de sensaciones que le nublaban hasta el pensamiento. —Me has hecho mucha falta —susurró él en el oído de su mujer. —También tú a mí —contestó ella con sinceridad, le acarició la mejilla con ternura. Él unió su frente a la de Myriam, su corazón palpitaba agitado, el roce de sus caderas aumentó, y ella se balanceó recibiendo gustosa cada embestida. —Te necesito —declaró él. Ella supo de inmediato que no se refería solo a
—¿Desea ayuda, señora Myriam? —indagó la joven empleada de quién sospechaban al día siguiente. Myriam ladeó los labios, sonrió para sus adentros. —Por favor —solicitó. —Saca la ropa de mi esposo de esos cajones, necesito espacio para la mía —indicó. —Claro, señora —contestó la chica—, no quiero ser indiscreta, no comprendo por qué sus cosas estaban en la otra habitación —murmuró. —Entiendo —dijo Myriam sonriente—, lo que pasa que a Gerald no le agradan los cambios, tiene sus secretos en esos cajones, no le gustan que muevan sus cosas, no quise invadir su espacio, hasta estar casados —respondió. —Hace bien —respondió la chica y empezó a sacar las camisas de él. —Voy a traer mis cosas —avisó Myriam, su propósito era dejar sola a la empleada. La muchacha de servicio sacaba las prendas, y en uno de esos cajones encontró un sobre dirigido a Bianca. Abrió sus ojos de par en par, y de inmediato se asomó a la puerta, para verificar que Myriam no la estuviera observando. Enseguid
—Ya llegó —dijo Amanda desesperada observando desde la ventana de las oficinas de la multinacional a su jefe—, apaguen la música, dejen de comer —ordenó. Todos volvieron a sus lugares con premura, y empezaron a realizar sus labores como siempre. Gerald salió del elevador con profunda seriedad. —Buenos días, señor —saludó Amanda con una sonrisa—Bienvenido. —¿Qué tenemos pendiente? —indagó, y carraspeó recordando su trato con Myriam—. Buenos días, gracias por la bienvenida. Los labios de Amanda se separaron, y sus ojos se abrieron con amplitud. Parpadeó sorprendida, esbozó una sonrisa. —Debe firmar el presupuesto para la campaña de publicidad del lanzamiento del cereal en los supermercados —informó—. El señor Kevin lo espera en la oficina —indicó. Gerald asintió y caminó en dirección a su despacho, mientras Amanda lo seguía detrás, entonces detuvo el paso y giró. —¿Cómo sigue tu papá? —indagó. Amanda ladeó los labios. —Mucho mejor —respondió conmovida—, gracias por pr
Helena se soltó de los brazos de Connor. —No es lo que estás pensando, hijo —se disculpó. Gerald con la misma frialdad de siempre, la observó. —¿Tengo motivos para pensar mal? —cuestionó elevando una de sus cejas. —Claro que no —contestó Connor. —¿Cómo has pasado, Gerald? —indagó. El joven dejó salir el aire que estaba conteniendo. —Bien gracias —respondió—, hace años que no vienes a esta casa. ¿Hay algún problema legal? —cuestionó. Helena observó a Connor, suplicó con la mirada que no le comentara a su hijo que estaba indagando sobre el accidente. El abogado se aclaró la garganta. —Es una visita de cortesía —comentó—. Myriam es una gran chica, me da gusto que se haya separado de Raymond, y sea tu esposa —mencionó intentando romper el hielo. Gerald arqueó ambas cejas. —¿La conoces? —Por supuesto, he trabajado con ella, es una mujer muy inteligente, sean felices —recomendó. —Gracias —respondió Gerald con sinceridad—. Vine buscando a Myriam, me dijo que estaría a
—Ya está más tranquilo, esperemos no se vuelva a alterar —avisó Gerald, y centró su atención en la mujer con la que su esposa charló segundos antes. —¿Te estaba ofendiendo? —indagó con seriedad al darse cuenta de que era Kendra Wilson. —Todo bien —respondió Myriam y sonrió—. Vamos —solicitó. Esta vez Anthony lloró cuando lo pincharon para sacarle sangre, pero ya no estuvo tan alterado como al principio. Luego de que el médico obtuvo los resultados, los invitó a pasar al consultorio. La pareja junto al niño entró y tomaron asiento. El médico revisó a Tony con atención, y luego enfocó su mirada en el computador, elevaba sus cejas, y asentía. —¿Sucede algo malo? —indagó Gerald en tono serio. —No, al contrario, el conteo de plaquetas ha aumentado, es decir el tratamiento está funcionando muy bien —mencionó—, además veo que tienen cuidado con él, no ha presentado infecciones, es importante, aunque sus defensas están en aumento, no podemos descuidarnos —informó. —Eres un campeón
El día de la reunión con los empleados de la multinacional había llegado. Myriam revoloteaba de un lado a otro, ultimando detalles. —Esa muchacha es un ángel —murmuró Helena conmovida, hacía mucho que no veía a los trabajadores de la empresa, su corazón se agitaba cada vez que uno de ellos la reconocía y la saludaba con entusiasmo. —Myriam y Tony son lo mejor que nos ha pasado —dijo Anne—. Solo, mire el rostro de Gerald. —Señaló con su mano—. Hace tanto que no lo veía sonreír. Helena observó a su hijo, quien sostenía en sus brazos a Tony y jugaba con él. Notó como la mirada le brillaba, y sus labios perfilaban una sincera sonrisa, se veía feliz y eso alegraba el alma de aquella mujer. **** —Me da tanto gusto volver a verte Jeremy —expresó Myriam sonriente, observó al chiquillo con ternura. Rememoró cuando lo cuidaba. —No volviste a visitarme —reclamó el pequeño arrugando el ceño y cruzándose de brazos. Myriam se inclinó a su misma altura. —No pude, mi niño se enfermó, es
Gerald asintió, agradeció con sinceridad y prosiguió: —Sophia eres la mejor relacionadora pública que puede tener la empresa, tienes mucha creatividad y talento —enfatizó observando a los ojos a la chica. La joven deglutió la saliva con dificultad. —Gracias jefe —contestó. —Kevin eres un…—Presionó los labios para no reír—, admiro tu ingenio para solucionar el caos, eres muy hábil para los negocios, y para conquistar a las mujeres —bromeó. Todos carcajearon al escuchar lo último que dijo Gerald. —Eres un ogro —rebatió Kevin—, pero Myriam te hizo el exorcismo y te sacó el demonio que llevabas dentro, y ahora eres tan dulce y dócil. —Soltó una risotada. Los empleados reunidos carcajearon sin poder evitarlo. Gerald rodó los ojos, ignoró los comentarios de su mejor amigo y prosiguió: —Señor Lewis, gracias por dedicar la mitad de su vida a esta empresa, y por mantener el orden y el aseo, usted es tan importante en esta compañía como uno de los altos ejecutivos, además nadie de
El día que tanto Gerald había querido evadir llegó. Era sábado por la tarde, había quedado con Helena reunirse en la palapa frente al lago. Además, solicitó que Myriam estuviera presente. Él se adelantó minutos antes, necesitaba estar solo. Viejos recuerdos rondaban por su memoria, las palabras hirientes de su padre parecían hacer eco, respiraba agitado, intentando controlar toda esa marea de emociones, odiaba sentirse así, presionó con fuerza el barandal de madera, no sabía por dónde, ni cómo empezar la charla con su madre. Escuchó pasos y su corazón latió con violencia, ese aroma a nardos, anunciaba la llegada de su madre, deglutió la saliva con dificultad. —Ya estoy aquí —dijo la mujer. Ella también se sentía nerviosa, percibía una opresión en el pecho, y ansiaba poder liberarla. Tomó asiento en uno de los sillones, entrelazó sus manos, ansiosa. Gerald giró, su rostro se mostraba impasible, su mirada era fría. Helena tembló. —Le pedí a Myriam que estuviera presente —indic