PARTE 2: La cena

***

—¡Un sapo! —chillo, subiéndome sobre las piernas del lisiado y abrazándome a su cuello con toda la fuerza que tengo—. ¡Sácalo de aquí, por favor!.

Benjamin me mira con una mezcla de incredulidad y diversión, pero principalmente incredulidad. Ahora no se ve tan ogro como antes.

—¿En serio? —dice, intentando contener una risa—. ¿Todo esto por un sapo?.

—¡Es un sapo gigante! —le grito, enterrando mi cara en su cuello—. ¡Podría comerme entera!.

—No seas ridícula —responde, aunque ahora parece más divertido que molesto—. No va a comerte.

El hombre de cabello largo y ojos ámbar ya no puede contenerse y se ríe a carcajadas. Su risa retumba en el invernadero, haciendo eco en las paredes de cristal.

—¡Cállate! —le espeto, levantando la cabeza lo suficiente como para fulminarlo con la mirada—. ¡Esto no tiene gracia!.

—Para mí, sí —responde Benjamin, y ahora se ríe también. Qué desconsiderado. Aunque lindo, su risa es linda.

—¡Eres un insensible! —me quejo, aún aferrada a él—. ¿Así tratas
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