POV: Nevaeh WinterEse no era Benjamin, mi Benjamin. Eso estaba más que claro. Él jamás me hablaría así. No debo...—¿A dónde crees que vas? —Richard me detiene cuando mis pies se mueven por sí solos, intentando ir tras mi esposo—. Nevaeh, acabas de ver esa cosa. Está en él, es peligroso.—Estoy a punto de perderlo. ¿Crees que ahora me importa si es peligroso?.Todos me miran. Calista, Hitler, Joel, Richard... sus miradas de desacuerdo. Ellos presenciaron lo mismo que yo: la actitud extraña de Benjamin, como si esa cosa lo estuviera poseyendo. La razón por la que quieren impedirme seguirlo es porque son conscientes del alto peligro que eso representa. Ese ente es la misma maldición entre nosotros y podría matarnos a todos.Pero yo acabo de ver al amor de mi vida preocupándose por mí, incluso cuando sabía que estaba a punto de morir. Siempre soy yo primero, y de último él. ¿Por qué es tan injusto? Benjamin también merece ser feliz, incluso si eso pasa por encima de los demás. Él merece
...—Benjamin... —murmuro, acercándome lentamente con la esperanza de que me vea, aunque sé que no puedo pasar más allá del altar—. Mírame, Benjamin, no me dejes...—No te oye, Nevaeh —me giro y veo al señor James en su silla de ruedas, acompañado por Hitler, quien socorre a Richard y lo ayuda a levantarse. Luego, ambos toman el cuerpo inconsciente de Charles del suelo—. Solo la escucha a ella; está en su cabeza.—Pero... no puedo dejarlo ir —sollozo, casi perdiendo las esperanzas—. No voy a dejarlo.—Es eso, o morir en el intento —dice con pesar, como si no hubiera otra salida.El espectro del hombre me dijo que había una solución, mencionó la daga, pero no está en mis manos y no puedo alcanzarla. El pergamino no sirve de nada si no tengo la llave, aunque claramente no sé qué hacer en realidad.Corro hacia el pergamino y lo abro, sin embargo, solo hay letras hebreas en rojo, la sangre del espectro. Sé lo que dice, la traducción está en la hoja que tenía, la profecía que Benjamin tamb
[...] —¡Rayos! —Me incorporo en la cama de un brinco, con los ojos bien abiertos y el corazón acelerado. Me froto los ojos con fuerza y doy palmaditas en mis mejillas, intentando despejar la niebla del sueño. Suelto un bostezo mientras estiro mis extremidades, sintiendo una punzada de dolor en cada movimiento. ¿Por qué me duele el cuerpo como si me hubiera atropellado un auto? Además, tengo la sensación de haber dormido durante días. ¿Qué hora es? Debería estar preparándome para… Un momento, ¿dónde estoy?. El entorno me resulta extrañamente desconocido. La suavidad de las sábanas, el colchón blando, los muebles lujosos que parecen sacados de un palacio, un candelabro majestuoso colgando del techo, un armario empotrado de pared a pared y una gran cómoda adornada con perfumes, joyas y otros objetos de lujo. —¿Qué es todo esto? —murmuro, saliendo de la cama mientras mis ojos recorren cada rincón de la habitación. Me miro a mí misma. Llevo un pijama de seda blanca, elegante y delicad
[...]—Saquen a esta mujer de mi vista.Me quedo de piedra frente a su cama, atónita. El que se supone que es mi esposo me está echando de su habitación ahora mismo, cuando yo ni siquiera quería venir aquí en primer lugar. ¿Qué le pasa?.Está sentado en la cama, sus ojos dorados y feroces fijos en mí, mirándome con una frialdad que me hiela la sangre.—Hijo —el hombre con el bastón se acerca y se sitúa a mi lado—. Es tu esposa.Tanto él como yo nos quedamos mirando con la misma expresión de desconcierto. Tiene la misma cara que yo cuando me dijeron que estaba casada, y embarazada de paso.—No digas tonterías, papá —espeta y aparta la sábana de su cuerpo. Hace una mueca de dolor, como si cada articulación rugiera—. Es imposible lo que dices, ni siquiera sé quién es. Sácala.La sangre me hierve. ¿De verdad este desperdicio de hombre es mi esposo? Es muy déspota y amargado. Su voz no tiembla, habla de una manera seca e indiferente cuando se dirige a mí.«Maldita sea la hora en que me cas
***El jardín es hermoso, una vista espléndida, un lugar de ensueño. No puedo creer que realmente esté dentro de un castillo.Joel sigue aferrado a mi mano y me guía por un sendero pedregoso. Me detengo por un momento, él me mira. Siento una sensación extraña, como un déjà vu. He caminado por este lugar antes, pero de alguna manera se siente amargo.—He estado aquí antes, ¿verdad? —le pregunto al niño a mi lado, que me ha estado observando desde hace un rato.—Sí —confirma—. ¿Lo estás recordando?—No en sí, solo sentí que así fue.Seguimos caminando en silencio. Es frustrante no recordar nada, quiero saber de mi vida aquí, cómo fue, y también la manera en la que conocí a mi esposo. Si realmente lo amaba, y si él me amaba a mí. Viendo la situación actual, lo dudo. Un perro y un gato nos queda corto.—Mami, este es el invernadero, ¿lo recuerdas? —sin darme cuenta, estoy parada frente a una puerta grande de cristal. Puedo ver las innumerables flores dentro.No recuerdo nada en sí, como s
***—¡Un sapo! —chillo, subiéndome sobre las piernas del lisiado y abrazándome a su cuello con toda la fuerza que tengo—. ¡Sácalo de aquí, por favor!. Benjamin me mira con una mezcla de incredulidad y diversión, pero principalmente incredulidad. Ahora no se ve tan ogro como antes. —¿En serio? —dice, intentando contener una risa—. ¿Todo esto por un sapo?.—¡Es un sapo gigante! —le grito, enterrando mi cara en su cuello—. ¡Podría comerme entera!.—No seas ridícula —responde, aunque ahora parece más divertido que molesto—. No va a comerte.El hombre de cabello largo y ojos ámbar ya no puede contenerse y se ríe a carcajadas. Su risa retumba en el invernadero, haciendo eco en las paredes de cristal.—¡Cállate! —le espeto, levantando la cabeza lo suficiente como para fulminarlo con la mirada—. ¡Esto no tiene gracia!.—Para mí, sí —responde Benjamin, y ahora se ríe también. Qué desconsiderado. Aunque lindo, su risa es linda. —¡Eres un insensible! —me quejo, aún aferrada a él—. ¿Así tratas
***Mis intentos por recordar esos recuerdos congelados en mi cabeza terminan en fracaso nuevamente. Estoy en blanco.No entiendo de dónde salió esa loca mujer, y de dónde sacan que ese bebé en su vientre abultado es mío. No recuerdo haberme involucrado con ella de ninguna forma. En mi mente solo está Giselle, la que se suponía era mi prometida.—Benjamin, debes aceptar la realidad —me dice mi abuelo con esa voz serena que lo caracteriza—. No existe la maldición, se acabó. Y Giselle está muerta.Le he estado preguntando una vez más sobre ella. No puedo creer lo que dicen. ¿Cómo pasó todo? Solo recuerdo haber estado comprometido con Giselle. Luego de eso pensaba dejarla porque se suponía que iba a encontrar a mi destinada para seguir con el flujo del destino. Ahora resulta que Giselle estuvo embarazada, que la traje a este castillo, y que la maldición acabó con su vida. Para resumir todo, lo hice por mi supuesta esposa. ¿Es broma?.—Abuelo, me resulta difícil aceptarlo —digo exasperado
POV: Nevaeh Winter. El dulce sabor de sus labios aún persiste en mi boca. Ese calor, esa pasión, ese cariño tan extraño pero tan familiar. ¿Siempre me besó así? ¿Cómo me hacía sentir? ¿Con mariposas en el estómago, como ahora?.Estoy acostada en la cama, mis ojos fijos en el techo, tocando mis labios desde anoche. No pude dormir pensando en él. ¿Le pasará lo mismo o solo soy yo?.Decido levantarme y, en cuanto lo hago, corro al baño por las fuertes arcadas que me asaltan. Vacío mi alma en el inodoro y luego me lavo la cara en el lavabo. Los síntomas del embarazo me están pasando factura.Me quito el pijama y me miro al espejo. Mi barriga está bastante avanzada, con varios meses, aunque no sé cuántos exactamente. Me veo panzona, pero aún no he subido de peso, lo cual es normal considerando que recién me despierto después de hibernar durante sabe Dios cuántos años.Después de observarme un rato, tomo una ducha de agua tibia. La mañana está fría y no estoy dispuesta a soportar el mismo