La lluvia comienza a caer, y la noche fría se cierne en el cielo como un pergamino. Estoy sentada junto al ventanal, observando desde esta altura si el auto de Benjamin se asoma en la distancia. Ha pasado todo el día y aún no ha llegado al castillo, ni siquiera para almorzar. ¿Me odia tanto? Es evidente que no desea verme. A pesar de eso, debo hablar con él. Ya lo hemos hecho, lo sé, pero después de conversar con su padre hoy, estoy segura de que hay algo que no me está diciendo.Por otro lado, ya no me importa lo que diga, porque planeo irme de aquí. Solo necesito encontrar la manera. No llevamos ni siquiera una semana de casados, y aunque me duela, es mejor dejarlo ir. Si sigo así, estoy segura de que no lo soportaré."Debes hacerlo, puedes irte, déjalo, huye lejos", me insta mi conciencia, y por primera vez, creo estar de acuerdo con ella. Las cosas no serán iguales después de soportar las humillaciones, el desprecio y el odio de Benjamin. No quiero. Lo amo, pero debo encontrar la
—¿Qué demonios...? —exclama Benjamin, conmocionado al verme. Por primera vez, esa maldita expresión fría se desvanece, y tiene que ser justo cuando me encuentro destrozada, no solo sentimentalmente, sino también físicamente.—Quiero que se vayan —espeto, desviando la mirada hacia el ventanal. Todos están aquí reunidos como moscas, mientras me ignoraban como si fuera un objeto más de este castillo. Les daré más motivos para hablar mal de mí. No solo soy la mugrosa campesina, sino también la loca esposa que rompe los muebles de su habitación, una demente que se hace daño a sí misma.—¿¡Te has vuelto loca!? —ruge mi esposo, acercándose a grandes zancadas. Me agarra de los hombros y me levanta de la silla abruptamente, haciendo que nuestros ojos se encuentren.—Benjamin —interviene su tío al entrar a la habitación junto con mi suegro—. Déjala, yo me encargo.—Es mi esposa —replica, sin apartar la mirada de mí.—Hazle caso a Richard —sentencia su padre—. Nevaeh está en un estado delicado,
***Si alguna vez dudé de la cordura del señor James, ahora debo retractarme. Sugerir que su nieto me ama mientras me trata como a su peor enemiga es un completo desvarío. Si estuviera en mi lugar, o tuviera el coraje de presenciar cómo me trata Benjamin, quizás no expresaría lo mismo.Mi conversación con ese anciano solo logra intensificar mi dolor de cabeza y aumentar las incógnitas sin resolver. No sé en quién confiar en este lugar ni a quién recurrir, porque está más que claro que no me quedaré de brazos cruzados mientras Benjamin introduce a otra mujer en el mismo espacio que yo. Me iré, pase lo que pase, sin importar las advertencias de ese anciano. Como él mismo dijo, no debo confiar en nadie, entonces, ¿por qué debería confiar en él? Prácticamente me sugiere que soporte todos los maltratos de su nieto, pero ¿hasta cuándo? ¿Hasta que él se canse y decida deshacerse de mí?. Me incorporo con cuidado de la cama, un mareo apoderándose de todo mi sistema nervioso hasta el punto de
Me quedo boquiabierta ante la audaz solicitud del niño. Me divierte un poco la situación, incapaz de ocultar la sonrisa que se asoma en mi rostro. Joel es realmente encantador, una nota de ternura en medio de esta horda de ogros.—Ella es Nevaeh, la esposa de tu primo Benjamin —explica su padre al pequeño, quien deja de sonreírme y hace un puchero—. Deja de buscar una madre todo el tiempo, Joel.—Pero es bonita —susurra, escondiendo su rostro decepcionado en el hueco del cuello de su padre.—Lo siento, me llevaré a Joel ahora —anuncia Richard, preparándose para marcharse mientras Benjamin asiente en silencio.—Espera —interrumpo a Richard, y el niño levanta la cabeza al instante al escuchar mi voz—. ¿Es realmente tu hijo? No estaba al tanto.—Estuvo enfermo unos días, por eso no pudiste verlo —explica Benjamin en lugar de su tío—. Es el único hijo de Richard y también reside en el castillo. Podrás verlos seguidamente. —Ah, entiendo.Richard asiente lentamente antes de continuar su ca
—Mamá, ¿me contarías un cuento para dormir? —le pedí a mi madre, cuya imagen se desdibujaba ante mis ojos, pero su sonrisa amorosa aún era discernible.—Por supuesto, mi pequeña —se acomodó a mi lado en la cama, con el colchón suave abrazándonos. Me envolvió con la manta y posó mi cabeza en su regazo, mientras sus dedos acariciaban mi cabello—. ¿Qué historia quieres escuchar?—No lo sé, solo quiero oír tu voz hasta que me quede dormida —respondí con dulzura, provocando una risita en ella, seguida de un beso en mi mejilla que me hizo cosquillas en la piel.—Había una vez una bella joven que vivía con sus abuelos en una antigua cabaña en el bosque. Era tan hermosa como la luz de la luna y tan libre como el viento entre los árboles —comenzó con una voz suave y melodiosa—. A ella le encantaba la naturaleza, las flores y los colores del amanecer, y su vida era plena hasta que un día, al visitar la ciudad, conoció a alguien especial.—¿Quién era? —indagué intrigada.—Un hombre extraordinari
Sus ojos siguen clavados en los míos mientras termino de masticar y tragar la comida, esperando a que rompa el silencio. No pienso permitir que ponga sus manos sobre mí. Para eso están las sirvientas que pueden ayudarme a bañarme.—No podrás bañarte por ti misma en ese estado —señala, y frunzo el ceño. Siempre me culpa por mis actos como si fuera un santo —. No me mires así, tu cuerpo desnudo no me tienta.—¿Qué? —me ruborizo, pero de rabia.—¿Quién crees que se encargó de ti cuando te desmayaste?.Me estremezco. Pensé que Calista o alguna sirvienta se habían ocupado de mí, jamás pasó por mi cabeza que él lo hiciera personalmente. ¿Qué está tramando? Estoy segura de que me vio desnuda, porque mi ropa interior no es la misma de antes.—No vuelvas a tocar mi cuerpo sin mi permiso —gruño molesta, abrazándome a mí misma con estos brazos vendados de momia egipcia —. Deberías haberle pedido a Calista que lo hiciera.Calla de nuevo, sin articular palabra. No puedo saber qué está pensando aho
Cuando Benjamin regresa a la habitación, me encuentra aún en el mismo lugar, sentada en su cama, con la mirada perdida en la baldosa del suelo. Cierra la puerta tras de sí y se acerca, llevando ropa doblada en su antebrazo, junto con algunos artículos personales que uso para mi aseo.—Te he dicho que no tienes que encargarte de mí de esta manera —respondo al darme cuenta de lo que implica todo esto—. Podrías pedirle a alguien más que lo haga. No tienes la obligación de hacerlo solo porque somos esposos.—Deja de ser tan terca —me interrumpe mientras entra al baño y comienza a llenar la gran tina que hay dentro—. No me cuesta nada hacerlo. Ya te he dicho que verte sin ropa no me afecta, así que no te preocupes.Escuchar eso me duele más de lo que puedo expresar. Preferiría que me deseara y que por eso no pudiera verme sin ropa, pero es todo lo contrario. Lo hace porque para él soy como un vegetal pálido con la cáscara arrugada.—¿No te cansas de herirme? —pregunto cuando sale del baño
Después de que Benjamin me bañara esa vez por sí mismo, desapareció de mi vista y no volví a verlo. Por las noches, solía dormir sola en su habitación, una situación inusual ya que él no estaba presente. Es su espacio, su cama, su lugar de descanso. De hecho, no lo vi en el castillo durante dos días seguidos. Aunque me intrigaba su ausencia, no me atreví a preguntar ni a su padre, ni a su tío, ni siquiera a Calista. Mi tiempo lo pasé principalmente en la habitación de Benjamin, donde mi recuperación ha progresado notablemente gracias a una hierba medicinal que Calista preparó para mí.Giselle, quien ahora reside bajo este mismo techo, tampoco ha cruzado mi camino. Quizás porque he optado por mantenerme encerrada a propósito, evitando así encontrármela y mucho menos permitir que se burle de mí, especialmente después del alboroto que causé la noche en que pisó este lugar. No sé cómo reaccionaré cuando la vea.Ahora, frente a la cómoda en la habitación de Benjamin, me preparo con la ay