Narra Ashley.
Vi a una pequeña en una silla para bebé, jugando con un trozo de pan mientras una chica le daba cucharadas de una sopa de verduras aplastadas. Me senté en la mesa y me quedé observando a la bebé, es un amor de niña: con grandes ojos azules y mejillas redondas y rosadas, dos coletas en su cabello dan el aspecto de tener dos palmeras en miniatura de lo más adorable; y mientras la miraba la niña me ve y me ofrece su pedazo de pan todo babeado, lo que provocó que sin proponérmelo sonriera.
Antes soñaba con tener hijos con William, sin embargo, todo eso se ha quedado en mí como una ilusión que nunca será, pues no pienso ser madre, no quiero que mis hijos sean víctimas como lo he sido yo.
—Señora le cayó bien—me afirma la chica que debe ser su niñera.
—Gracias a Dios —celebra la señora que parece abuela de cuento, agarrando sus manos. —Esta pequeña necesita una madre y a mi muchacho Aslan ya quiero verlo vivo como era antes— la señora torció los labios haciendo una mueca de consternación.
Narra Aslan.
Estaba mirando el vídeo de mi última carrera, e inhalé profundo, sintiendo tristeza, ese vídeo lo veo diariamente, me recuerda lo que fui y qué tal vez nunca podré volver a hacerlo. Quizás nunca me sienta con valor de levantarme y dar un nuevo paso, temo a tener esperanzas y que sea todo un fracaso, como ha sido todo en mi vida en estos últimos meses.
He soñado con volver a correr, pero al final de ese sueño vuelvo a ver los ojos helados de Natasha, sin vida, justo como ese día, cuando volteé a mirarla esperando que ella estuviera bien, pero no fue así, un metal atravesó su pecho, por no haberme detenido cuando ella me lo pidió. Debí bajarle a la velocidad, solo quería asustarla; no obstante, terminé con su vida.
Apagué mi laptop y me alejé del escritorio, como si el mismo quemara, decidí que mejor iría a buscar algo menos doloroso que hacer, aunque no sé qué, pues mi aburrida vida solo trata de encerrarme aquí a martirizarme a mí mismo, incluso sé que soy patético, pero qué más podría hacer un deplorable paralítico lleno de culpa, abusador y asesino.
En el momento que llegue al comedor se encontraba totalmente desolado, lo normal, solo yo comería. Miré a la mesa y vi que mi nana no puso vino, sabe que me gusta comer con algo de alcohol, ella siempre alega que no es bueno para mi salud, pero ya qué más da mi salud, de modo que fui por ella para qué me entregué el vino, y tras llegar a la cocina escuché decir a mi nana.
—Gracias a Dios. Esta pequeña, necesita a una madre y mi muchacho Aslan ya quiero verlo vivo como antes. —Quise interrumpir y decir que mi hija no necesita a otra mujer que suplante a su madre y menos una que cobraría por fingir quererla, pero me quedé tranquilo esperando su respuesta.
—Pobre niña. — En ese momento fue que pude verla, ver por primera vez a la mujer que acaba de casarse conmigo hace ya más de una hora: tenía las cejas alzadas.
«Es hermosa», dijo una voz en mi subconsciente, parece una muñeca Barbie, con ojos azules claros como un cielo despejado de nubes y un cabello largo dorado brilloso, y de facciones finas que la hacen parecer artificial. Es alta y delgada, de notables curvas, no exageradas pero muy bien para su estatura.
Cuando se levantó de la silla en la que estaba y se acercó a Zaira, se detuvo, y algo dentro de mi pecho se removió, y no comprendo porque con tan solo ver a esa mujer me provoca esto. Mi dolor fue sustituido por primera vez en muchos meses por alivio y no puedo explicar porque siento está sensación; sin embargo, estoy seguro de que ella lo causa.
Volvió a caminar hacia Zaira, se agachó y le sonrió, y no dejo de pensar que es bonita, tiene la sonrisa más perfecta que he visto.
La tomó en brazos y mi hija emitió una risa única; esta es mi primera vez escuchando sus carcajadas, provocando que de mis ojos salieran varias lágrimas de felicidad mezclada con temor: felicidad porque nunca la había escuchado reír y temor a que Zaira se encariñe con una persona que parece estar aquí por dinero, y a la larga se irá.
Ella giró hacia donde estoy, parecía sentir mi presencia tal vez, pero fui tan rápido que eché hacia atrás, y gracias al cielo la silla me permitió hacerlo con agilidad, escondiéndome de su mirada.
—Eres una pequeña muy risueña, tal vez mi temporada aquí no sea tan mala, después de todo— le dijo a Zaira, quien no paraba de reír, como si entendiera lo que ella decía. No obstante, cuando observé de reojo vi como el rostro de la mujer pasó de estar risueño a tornarse sin emociones, como cuando te pones caretas tras caretas y volvió a poner a Zaira en su sillita.
Zaira lloró alzando los brazos abiertos pidiendo ser cargada, tal parece que no quería apartarse de ella.
Ella miró a la niña mostrando tristeza y murmuró algo que no logré escuchar antes de salir prácticamente corriendo e incluso pasó por mi lado y no se detuvo a verme. «Quizás ni notó que estaba aquí»
—Ya mi Zaira hermosa, sé que ella volverá por ti, has conquistado el corazón de esa chica— le aseguraba Magda a mi pequeña mientras la tomaba entre sus brazos cansados, tratando de consolarla y la niñera seguía aturdida por la forma de actuar de mi nueva; esposa de la que aún no me aprendo el nombre.
—La nueva señora es muy bonita, pero se comporta raro. Ella actúa como si la hubieran obligado a casarse con el señor Aslan— expuso la niñera después de haber salido de su trance.
—Mi muchacho es algo incomprensible y tal vez eso es lo que la tiene angustiada, pero sé que él lograra enamorarse de ella, mi Aslan es un muchacho que merece ser feliz. — Me reí sin emitir sonidos, ellas hablaban de mí sin apenas fijarse que estoy justo detrás de ambas. Eso soy un patético inválido e invisible, y aun así, enamorarme no está en mis planes, aunque no puedo negar que la muchacha es de buen ver, pero no podría pedirle que debe atar su vida a la mía.
Se ve bastante joven, sería demasiada angurria de mi parte pretender que ella me querrá, donde nunca podré invitarla a pasear o a bailar, y tantas cosas más que no quiero imaginarme.
Narra Ashley.
No debí dejarme manejar por la pena, y tomar a esa niña entre mis brazos, sé que ella no debe pagar por los errores de su abuelo y por la forma tan patética de su padre, pero no puedo simplemente detenerme por ella.
Verla así tan tierna y escuchar a la señora decir eso de su madre, creó por un momento compasión en mí y no quiero sentir lástima por nadie cuando yo no he recibido piedad, como la pedí innumerables veces esa noche y su enfermo abuelo no la tuvo conmigo.
Pensando en eso seguí corriendo hacia la habitación y no mire hacia ningún lado, no quería hacerlo, debo alejarme de esa niña, para no desviar mi propósito aquí.
Ella merece que alguien sincero le brinde amor, no yo, cuando lo único que tengo es deseo de hacer sufrir a su familia.
Que estoy haciendo, no debo sentir culpa, yo no estoy haciendo nada malo, simplemente estoy cobrando lo que me han hecho, de eso se trata, yo era distinta, en mí no había ni una pizca de maldad o pensamientos macabros contra otros, pero ese viejo me hizo ser esto.
Exhalé fuertemente cuando llegué a la puerta de la recámara principal, puesto que no quiero encontrarme con él, o al menos no ver su feo rostro, ya demasiadas cosas feas hay en mi vida.
Tomé la manilla de la puerta y la abrí, caminando con fuerza hacia adentro, mis pasos resonaron contra el suelo de linóleo. Haciendo eco en la enorme alcoba que desprende un aroma masculino bastante agradable, aunque me cueste admitirlo.
Con mis manos puestas en ambos lados de mis caderas me permití expulsar nuevamente el aire, que no sé en qué momento lo retuve, pues es de alivio ver que aun el monstruo no ha venido a su guarida, por lo que me dispuse a organizar mi ropa y cuando estoy buscando el armario veo que las puertas dobles que creí que era uno, es un guardarropa del mismo tamaño de la habitación que tengo en casa de mi madre, todo se ve organizado, demasiado diría.
Explore todo viendo cuánta extravagancia en un solo lugar y la ropa de la antigua esposa seguía organizada.
—Esta gente miserable no conoce lo que es la donación. — Farfullaba con fastidio al ver que no solo son desgraciados, sino que le gana lo miserables.
—Donde se supone que debo poner mi ropa si no hay espacio. —Volví a hablar sola, mientras volvía a expulsar el aire, pero esta vez por la boca.
—Ponla a tu derecha. —Una voz ronca y varonil hizo eco en el espacio en que estaba y el susto que me pegó me hizo dar un pequeño salto, que de seguro debí de verme ridícula.
Escaneé la habitación buscándolo, pero no veía a nadie.
— ¡Qué rayos!, ¡¿eres tan deforme que te escondes?!
—Tal vez, ¿tantas ganas tienes de verme? — Indagó con tono divertido y yo volteé los ojos dejándolo en blanco.
—¡Feo y presuntuoso! No quiero verte nunca, mejor así que te escondas, porque me daría pesadillas si veo tu cara. — Sople un mechón que instruía mi visión.
—Tiene razón, pero no necesariamente debes verme para tener pesadillas, dormiré a tu lado y cada vez que despiertes en medio de la madrugada verás mi cara quemada, cortada y sin labios. — Hizo silencio y yo sé que mi rostro ha de estar totalmente amarillo, porque la sangre dejó de circular en mí. — Ah, y no olvides que me falta un ojo y varios dientes.
—¿Te los encuentras poco? —Le reclamé y aunque, he escuchado los rumores, no sabía la magnitud de su deformidad, pero él parece estar conforme con lo que es.
—Digamos que me acostumbré a encontrarlo bien. —Alce las cejas. Es demasiado su cinismo.
—¿Por qué no te acostumbras a morir?, que es mucho mejor que vivir así. Porque te dejó claro que no estoy tan loca como para acostarme contigo, si te has leído el cuento de la bella y la bestia, no te ilusiones porque eso es pura fantasía. — Puse los vestidos en el lugar que me indicó y escuché su risa, en tono bajo, era como si el sonido vibrara en mi pecho.
—No he leído nada, pero, ya que me lo dices, tal vez deba leerlo para saber qué hizo la bestia para conquistar a bella.
—¡Ni lo sueñes! — le sentencie y rodeé los ojos como si él pudiera ver mi expresión.