Dante con cara dura se encontraba parado frente al altar, la música nupcial hizo presencia, Emma dando pasos cortos y tomada del brazo de su padre se acercaba al altar.

—¿Qué pasará conmigo cuando ya no quiera continuar con este juego? —preguntó Emma mientras que sus ojos se humedecieron.

—Dante es un buen muchacho y te aseguro que vas a aprender a amarlo, cuando logres darte cuenta de todas sus cualidades estarás segura de que te has casado con el hombre correcto —respondió Oliver mientras mantenía en su rostro una leve sonrisa que brindaba a los invitados y en especial a la prensa.

»Te entrego a mi hija, mi tesoro más grande, la razón de mi felicidad, espero que cuides de ella y le brindes todo tu amor y la trates de manera especial tal y como lo es ella —dijo Oliver a Dante mientras entregaba la mano de su hija.

La mirada de Emma se conectó con adelante, y el guiño uno de sus ojos esbozando una malvada sonrisa de medio lado.

—Bienvenida al infierno querida esposa, a mí no me pue