24. Vámonos.

Y lo peor de todo, la sensación que tuvo en el instante en que conoció a Rachid. Debía simplemente alejar los fantasmas y sabia que solo necesitaba abrir esa puerta para saber la verdad.

—Hijo, esas cosas no existen— le escuchó decirle la madre al pequeño, quien seguía tratando de llevarla hacia el baño.

—Deben ser dos gemelos los que se encuentran en el baño.

Layla trataba de ignorar tanto al niño como a la madre; sin embargo, no era fácil. Nuevamente su mente y sus recuerdos dieron un paseo hacia el pasado a una vieja conversación que había tenido con dos de sus amigas las cuales había una vez caído en cuenta que habían sido engañadas por un par de gemelos idénticos al descubrir cómo ambos se intercambiaban para estar con las dos.

—Layla deja de ser tonta— se dijo a sí misma tratando de apartar su mirada de la puerta del baño.

No obstante, por más que se decía eso. No podía dejar de ver la puerta por la cual había entrado su esposo. Finalmente dejó de hacerlo perdiéndose en buscar
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