Por primera vez en su vida, Rachid se sentía abrumado por un remordimiento y un dolor tan intensos que no podía contener las lágrimas que silenciosamente se deslizaban por sus mejillas. Sentado en el asiento trasero del coche que lo llevaba al aeropuerto, se dejó consumir por la tormenta de emociones que lo asaltaban sin piedad.¿Sería Layla, su amor prohibido, quien le enseñaría el verdadero significado del sufrimiento? En su mente, un remolino de recuerdos lo torturaba con imágenes de otras mujeres a las que había amado y dejado, sin un ápice de la angustia que lo invadía ahora. Se daba cuenta, con una claridad dolorosa, que lo que había infligido en el pasado no era nada comparado con el vacío desgarrador que Layla había dejado en su corazón.El vehículo se detuvo en el aeropuerto, y mientras Rachid se preparaba para bajarse, pensó en Amir. Sabía que su hermano estaría molesto por la partida sin despedidas, pero en ese momento, la rabia bullía dentro de él con la fuerza de un volcá
Amir intentaba disimular sus verdaderos sentimientos, intentaba fingir que sentía algo por ella que realmente no existía.Layla guardó silencio; sin embargo, no pudo evitar aferrarse más a él, intentando buscar un poco más de esos labios que le habían regalado un poco del bálsamo que tanto necesitaba.—Amir, por favor…— pidió ella, llevando sus manos por el torso de su esposo hasta enredarlos en su cuello — te necesito, por favor no me rechaces…Amir se tensó, no solo no le gustaban absolutamente nada las mujeres si no que no podía tolerar que alguien más le tocara, su cuerpo era por entero del hombre que amaba, le causaba rechazo cualquier tipo de contacto que no fuera de él y se sentía mal porque lo imaginaba en una situación parecida y no podía más que encelarse.Con una mezcla de afecto y distancia, tomó las manos de Layla con suavidad y las llevó a sus labios, besándolas con una ternura que contrastaba con la barrera que estaba poniendo entre ellos.Layla percibió el sutil matiz
La luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Layla fue sacada suavemente del mundo de los sueños. La voz de su suegra, mezclada con la de Amir y la de un tercer interlocutor que reconoció como la del médico, flotaba en la atmósfera tranquila de la habitación.—Doctor, qué bien que ha venido —la preocupación era evidente en el tono de la madre de Amir—. No solo por el ultrasonido, sino también porque Layla ha amanecido con fiebre. Me preocupé al encontrarla anoche en el jardín, estaba tan absorta frente al rosal de flores negras.Layla, sintiendo la mirada de los presentes sobre ella, se incorporó lentamente en la cama y habló con voz aún ronca por el sueño.—Estoy bien —aseguró, captando la atención de todos—. Solo quería que nuestro bebé sintiera la belleza del jardín donde su padre y yo compartimos nuestros primeros momentos juntos.La explicación de Layla trajo una ola de alivio a la habitación, aunque no completamente. El médico, un hombre de aspecto se
Una vez que el médico se fue, Amir y Layla se quedaron en silencio, cada uno procesando la noticia y las implicaciones de las próximas semanas. Layla se recostó en la cama, con la mente llena de pensamientos sobre el futuro y Amir se sentó a su lado, ofreciéndole una mano de apoyo, consciente del compromiso que había hecho para proteger lo que más amaba en el mundo.Después de un rato dedicado a pensar en el futuro y a soñar con posibles nombres para sus bebés, la realidad de la vida cotidiana se interpuso y Amir anunció que debía irse. Layla, aunque acostumbrada a sus ausencias, no pudo evitar sentir una oleada de soledad al verlo partir.—Tienes que cuidarte —le recordó Amir, aunque en su voz resonaba la misma tristeza que Layla sentía. Él se levantó, vacilante, y añadió—: Esta distancia es para protegerlos, a ti y a nuestros hijos. No es fácil para mí tampoco.Layla asintió, comprendiendo pero no por ello menos afectada por la situación. —Lo sé, y te lo agradezco —respondió, aunqu
Layla estaba sentada en su banco favorito del jardín, con un pequeño montón de prendas tejidas para sus futuros bebés a su lado. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, dándole un brillo dorado a su cabello mientras sus manos seguían tejiendo con habilidad. La madre de Amir, que había estado compartiendo la tarde con ella, se había retirado hacía unos minutos, dejándola sola con sus pensamientos y su labor.Fue entonces cuando Basima, la prima de Amir, se acercó con pasos medidos. Layla levantó la vista, percibiendo la tensión apenas disimulada en la figura de Basima.—Layla, ¿te encuentras aquí? —preguntó Basima, su voz teñida de una falsa dulzura que no lograba ocultar la envidia subyacente.Layla, consciente de la animosidad velada de Basima, respondió con cortesía:—Basima, qué sorpresa verte. Sí, aquí estoy. —Su respuesta fue tranquila y amable, aunque no perdía de vista la mirada astuta de la otra mujer.Basima se aproximó al rosal de flores negras, el símbolo del amor
Rachid estaba sumido en sus pensamientos, mirando distraídamente las calles de Nueva York desde su ventana, cuando su teléfono comenzó a vibrar. El nombre de su padre apareció en la pantalla, y un sentimiento de ansiedad se apoderó de él. Con cierta renuencia, deslizó el dedo sobre la pantalla para responder.—Hola, papá —saludó, intentando mantener su voz neutral.—Rachid, necesito que vuelvas a casa —la voz de su padre era directa y con un tono que no admitía réplica—. Hay cosas que debemos discutir, y es mejor hacerlo en persona.Rachid sintió como la desesperación lo llenaba todo al escuchar la solicitud de su padre. La idea de regresar y ver a Layla con su vientre creciendo, con sus hijos dentro de ella, sabiendo que no podía tocarla, era más de lo que creía poder soportar.—Papá, ahora no es un buen momento —intentó argumentar—. Tengo asuntos que resolver aquí, y...—No es una sugerencia, hijo. — lo interrumpió el patriarca de los Al- Farsi —Es una cuestión de familia y un asunt
Amir observaba la puerta por la que Basima había salido tras Layla con una expresión de molestia y preocupación. Estaba a punto de protestar en voz alta por la insinuación de un compromiso entre su hermano Rachid y Basima, pero se contuvo. Sabía que no era el momento adecuado para entrar en ese tipo de discusiones, especialmente no en medio de la cena familiar. “Esto es lo último que necesitamos ahora”, pensó Amir, frustrado. “ Debo hablar con Rachid antes de que esto vaya más lejos.”Con esos pensamientos agitándose en su mente, Amir se puso de pie, excusándose de la mesa.—Disculpen, necesito ir a ver cómo está mi esposa — su tono de voz era decidido y sin chispa de duda, por lo que su padre asintió dándole permiso de que se marchara a consolar a la joven.Justo cuando comenzaba a alejarse de la mesa, Basima regresó al comedor. Su entrada fue dramática, y no perdió tiempo en expresar su descontento.—¡Qué falta de educación! —exclamó la mujer, claramente molesta—. Realmente no ent
Amir se sentía atrapado en una red de mentiras que él mismo había tejido, consciente de que no podía revelar el engaño que había perpetrado junto con su hermano Rachid. "No puedo decirle la verdad a Layla", pensaba, sintiendo una culpa que evitaba que fuera capaz de seguir mirándola a los ojos. "Ella y Rachid... ellos tienen sentimientos el uno por el otro, y todo se complicará aún más cuando él regrese".Amir se acercó a ella, observando su rostro lleno de preocupación y le acarició la mejilla con cariño, sabía que ella era inocente de todo, que ellos se la habían jugado pero lo único que importaba en ese momento era que estuviera tranquila, esos dos bebés que esperaba eran su prioridad.—Amir, puedo sentir que algo no está bien —dijo Layla viendo como su esposo desviaba la mirada para evitar verla —. Basima intenta provocarme, lo sé, pero hay algo más que me está afectando. ¿Qué está pasando?Amir suspiró volviendo a levantar la mirada para encontrarse con sus ojos y tomó su mano co