La luz del amanecer comenzaba a filtrarse tímidamente a través de las gruesas cortinas de terciopelo, marcando el inicio de un nuevo capítulo. En el resguardo de una habitación que aún guardaba el calor de la pasión nocturna, Amir yacía bajo las suaves sábanas de seda, su pecho subiendo y bajando con una cadencia que denotaba el reciente éxtasis compartido. A su lado, Samir, el chófer convertido en amante, reflejaba el mismo estado de vulnerabilidad, su cuerpo desnudo reluciendo levemente bajo el juego de luces y sombras que la ciudad proyectaba.El aire se cargaba de un silencio denso, solo interrumpido por las confesiones que comenzaban a brotar entre ellos. Amir reposaba en la cama, el desasosiego tallado en su rostro mientras las palabras salían con pesar de sus labios.—Me siento mal por engañar a esa chica y hacer a mi hermano mi cómplice. Layla merece algo que no puedo darle. No de la forma que ella necesita... ni siquiera puedo pensar en tocar a alguien que no seas tú.La res
La luna de miel había pasado demasiado pronto para la desgracia de Rachid, era hora de que él y Layla volvieran a casa. Rachid y Layla, envueltos en el lujo discreto de su avión privado, dejaban atrás una isla que había sido testigo de una luna de miel tan perfecta que los recuerdos parecían destellos de un sueño idílico. Durante quince días, esa isla se convirtió en su único universo, un refugio de amor en el que cada nuevo día era una promesa de descubrimiento y cada anochecer una sinfonía de colores, de pasión, de fuego entre las sábanas.Sin embargo, el retorno a la realidad acechaba con su inminente pesadumbre. La ansiedad se anudaba en el estómago de Rachid con la perspectiva del intercambio con su hermano Amir. A pesar de la serenidad de su esposa, que se deleitaba con los recuerdos recientes, la preocupación de Rachid era un fantasma que solo él podía sentir.Layla rompió el silencio, su voz suave como la brisa que recordaban de su paraíso privado.—Este lugar siempre será es
Y lo peor de todo, la sensación que tuvo en el instante en que conoció a Rachid. Debía simplemente alejar los fantasmas y sabia que solo necesitaba abrir esa puerta para saber la verdad.—Hijo, esas cosas no existen— le escuchó decirle la madre al pequeño, quien seguía tratando de llevarla hacia el baño.—Deben ser dos gemelos los que se encuentran en el baño.Layla trataba de ignorar tanto al niño como a la madre; sin embargo, no era fácil. Nuevamente su mente y sus recuerdos dieron un paseo hacia el pasado a una vieja conversación que había tenido con dos de sus amigas las cuales había una vez caído en cuenta que habían sido engañadas por un par de gemelos idénticos al descubrir cómo ambos se intercambiaban para estar con las dos.—Layla deja de ser tonta— se dijo a sí misma tratando de apartar su mirada de la puerta del baño.No obstante, por más que se decía eso. No podía dejar de ver la puerta por la cual había entrado su esposo. Finalmente dejó de hacerlo perdiéndose en buscar
Rachid se encontraba en su estudio con la mirada perdida más allá del paisaje que ofrecían las amplias ventanas. No podía quitarse de la cabeza la imagen de Layla intentando acercarse a Amir, su hermano, su doble. Y él, el hombre del que realmente estaba enamorada Layla, sólo podía ser un espectador lejano de su propia vida.Cada vez que sus caminos se cruzaban, sentía una punzada aguda de celos. Tenía que ser esquivo, distante, incluso antipático, un papel que le desgarraba el alma cada vez que lo representaba. La ansiedad le carcomía, sabiendo que cada palabra cortante, cada mirada que esquivaba, era una traición al amor que le profesaba a esa mujer.Layla, por su parte, se mostraba confundida ante la nueva frialdad de su esposo. Rachid veía en sus ojos la sombra de la duda, y cada vez que Amir la trataba con una cordialidad distante, sentía que la distancia entre ellos se agrandaba.Amir, pasaba largas horas en el trabajo y, al regresar, se sumergía en tareas que le mantenían aleja
El temido momento para Rachid llegó inesperadamente durante el desayuno. Layla se levantó de repente de la mesa y salió corriendo. Sus ojos se encontraron con los de Amir y, en ese breve contacto, Rachid sintió una mezcla de alivio y desasosiego. Su trabajo como doble había concluido exitosamente, más rápido de lo que hubiera deseado. —Deberías ir a ver qué le ocurre a tu esposa, ¿no crees, hermano? ¿O es que no es capaz de comportarse en la mesa? —Rachid no pudo evitar que su voz sonara cortante, manteniendo la fachada desagradable que había construido como parte de su rol. Aunque sus palabras parecían duras, sus ojos suplicaban a Amir que se apresurara a comprobar que Layla estuviera bien. Se aferraba a la mesa, conteniendo el impulso de correr tras ella.Amir se levantó rápidamente para caminar a paso ligero tras su mujer si realmente estaba embarazada él podría dejar de sentirse culpable por mentirle y su hermano podría dejar de llevar el mismo peso sobre sus hombros.Rachid mant
—¿Embarazada? —Layla apenas susurró, su mente luchando contra la súbita ola de posibilidades—. Eso es muy pronto.No obstante, la idea comenzó a asentarse, el sonrojo de su rostro delataba la mezcla de nerviosismo y emoción. Su suegra tenía razón; era una posibilidad real.Levantó la mirada hacia Amir, buscando en sus ojos algún reflejo de la alegría incipiente que ella empezaba a sentir. Sus ojos se encontraron y en ese instante, Layla llevó una mano a su vientre aún plano, la promesa de una nueva vida brotando entre sus dedos.—Un hijo de ambos —musitó, casi para sí misma.En ese momento, el padre de Amir se acercó, sumándose a la escena con una expresión de afecto sobrio y una leve sonrisa.—Si Layla está embarazada, sería una bendición para todos nosotros —afirmó, poniendo una mano en el hombro de Amir.La conmoción de la situación hizo que Layla buscara instintivamente la presencia del otro hombre, el hermano gemelo de Amir, Rachid.Por razones que Layla no podía comprender plena
La noticia de la partida repentina de Rachid cayó sobre la habitación con la misma sorpresa que la de su próxima paternidad no declarada. Su madre se acercó a él, la pregunta evidente en su mirada.—¿Estás seguro, Rachid? Acabas de recibir una noticia familiar importante.—Lo sé, madre —respondió con una firmeza que no se reflejaba en sus ojos—. Pero los negocios no esperan. Y estoy seguro de que Layla estará bien cuidada aquí, con todos ustedes, yo vendré a visitarlos cuando nazcan mis sobrinos para conocerlos Rachid, con un breve asentimiento a Amir y una última mirada a Layla, se giró y salió de la habitación. Su salida fue rápida, como si con cada paso se desprendiera de una parte de sí mismo que ya no podía reclamar. No hubo miradas atrás, no hubo despedidas prolongadas; solo el eco de sus pasos en los pasillos de la mansión marcaba el ritmo de su partida.Y así, con un corazón pesado por el amor y la responsabilidad de una nueva vida que no podía compartir, Rachid abandonó la h
Por primera vez en su vida, Rachid se sentía abrumado por un remordimiento y un dolor tan intensos que no podía contener las lágrimas que silenciosamente se deslizaban por sus mejillas. Sentado en el asiento trasero del coche que lo llevaba al aeropuerto, se dejó consumir por la tormenta de emociones que lo asaltaban sin piedad.¿Sería Layla, su amor prohibido, quien le enseñaría el verdadero significado del sufrimiento? En su mente, un remolino de recuerdos lo torturaba con imágenes de otras mujeres a las que había amado y dejado, sin un ápice de la angustia que lo invadía ahora. Se daba cuenta, con una claridad dolorosa, que lo que había infligido en el pasado no era nada comparado con el vacío desgarrador que Layla había dejado en su corazón.El vehículo se detuvo en el aeropuerto, y mientras Rachid se preparaba para bajarse, pensó en Amir. Sabía que su hermano estaría molesto por la partida sin despedidas, pero en ese momento, la rabia bullía dentro de él con la fuerza de un volcá