El avión privado de la familia estaba preparado en el aeropuerto, un jet con un diseño exterior elegante, con el emblema de la familia en dorado en el ala. Al subirse al avión, Layla quedó asombrada ante el lujoso interior. Todo, desde las butacas de cuero hasta el minibar bien surtido, gritaba opulencia.—Es hermoso —dijo Layla, asombrada.Amir, o mejor dicho Rachid, la envolvió en un abrazo por detrás y le susurró al oído—No tanto como tú.Mientras el avión sobrevolaba el mar, el ronroneo suave y constante de los motores era la única señal de que se encontraban en movimiento. La luz del atardecer se filtraba por las ventanillas, bañando la cabina con un tono dorado. Rachid y Layla estaban acurrucados en el sofá de cuero, la cabeza de ella descansando en el hombro de él, y una manta cubriéndolos.Layla tomó una copa de vino y dio un pequeño sorbo. —Esta es una aventura que nunca olvidaré.Rachid sonrió, sus ojos centelleando con un brillo especial. —Y apenas estamos comenzando, que
Se acercó más a Layla, acariciando suavemente su cabello, en el fondo también quería que el recuerdo de él fuera algo que nunca pudiera olvidar, aunque jamás llegará a saber que había estado con él —En circunstancias normales, es cierto que preferiría que mi esposa no expusiera su cuerpo en público. Pero aquí estamos, en este hermoso y solitario rincón del mundo, solos tú y yo. No solo caminaré contigo por la orilla del mar, sino que, si así lo deseas, también me gustaría bañarme en el océano contigo,— Se inclinó para susurrarle en el oído — desnudos, sin barreras, sin restricciones, solo siendo uno con la naturaleza.La apretó más contra su cuerpo y empezó a besarle el cuello con ternura.—Es una oportunidad para conectarnos, no solo con el entorno, sino también el uno con el otro. Una ocasión especial que tal vez nunca se repita. Y aunque no debería decirlo... — Rachid hizo una pausa, en el instante en que sus labios llegaron al oído de su esposa calentándolo con su aliento, mordie
Al caer el atardecer, el mar se había convertido en un lienzo de tonalidades ardientes y serenas, reflejando los últimos rayos de un sol que se despedía. En medio de ese vasto océano, Rachid y Layla flotaban, sus cuerpos desnudos entrelazados en un abrazo que los protegía del frescor del agua y de las miradas del mundo. Solo para ellos era este momento, solo para ellos eran los colores del cielo y el suave balanceo de las olas.Layla levantó la vista hacia Rachid, sus ojos encontrándose con los de él en una conexión profunda y silenciosa. Con una mezcla de valentía y dulzura, Layla se acercó, eliminando la última distancia entre ellos, y sus labios se encontraron en un beso. Era una expresión pura de su creciente amor y deseo, una promesa silenciosa hecha carne y alma en la intimidad del mar.Rachid respondió con una pasión contenida, estrechando a Layla contra él, sus manos recorriendo su espalda en una caricia protectora y posesiva a la vez. En ese beso, se entregó a la marea de emo
La noche había caído sobre la playa como un manto de terciopelo, las estrellas parpadeaban en el firmamento con una luz que competía con la luminiscencia de las olas rompiendo suavemente en la orilla. Rachid y Layla, envueltos en la calidez del crepúsculo y la intimidad de su reciente unión en las aguas, yacían sobre la arena aún húmeda y fresca. El sonido del mar acunaba sus cuerpos entrelazados, y la brisa marina llevaba consigo el salitre que se mezclaba con el dulce aroma de la piel de Layla.— El universo debe envidiarte — murmuró Rachid con una voz tan suave como la caricia que deslizaba por el brazo de Layla. —Porque en ti veo más belleza que en la suma de todas las estrellas del cielo.Layla no pudo evitar sonreír suavemente, sintiendo una enorme calidez que empezaba en su pecho y se expandía a través de todo su cuerpo a causa de las palabras dicha por su esposo.—Las estrellas no se sienten envidiosas por mi belleza, sino por tu compañía, en mi mente tu eres la constelación d
La luz del amanecer comenzaba a filtrarse tímidamente a través de las gruesas cortinas de terciopelo, marcando el inicio de un nuevo capítulo. En el resguardo de una habitación que aún guardaba el calor de la pasión nocturna, Amir yacía bajo las suaves sábanas de seda, su pecho subiendo y bajando con una cadencia que denotaba el reciente éxtasis compartido. A su lado, Samir, el chófer convertido en amante, reflejaba el mismo estado de vulnerabilidad, su cuerpo desnudo reluciendo levemente bajo el juego de luces y sombras que la ciudad proyectaba.El aire se cargaba de un silencio denso, solo interrumpido por las confesiones que comenzaban a brotar entre ellos. Amir reposaba en la cama, el desasosiego tallado en su rostro mientras las palabras salían con pesar de sus labios.—Me siento mal por engañar a esa chica y hacer a mi hermano mi cómplice. Layla merece algo que no puedo darle. No de la forma que ella necesita... ni siquiera puedo pensar en tocar a alguien que no seas tú.La res
La luna de miel había pasado demasiado pronto para la desgracia de Rachid, era hora de que él y Layla volvieran a casa. Rachid y Layla, envueltos en el lujo discreto de su avión privado, dejaban atrás una isla que había sido testigo de una luna de miel tan perfecta que los recuerdos parecían destellos de un sueño idílico. Durante quince días, esa isla se convirtió en su único universo, un refugio de amor en el que cada nuevo día era una promesa de descubrimiento y cada anochecer una sinfonía de colores, de pasión, de fuego entre las sábanas.Sin embargo, el retorno a la realidad acechaba con su inminente pesadumbre. La ansiedad se anudaba en el estómago de Rachid con la perspectiva del intercambio con su hermano Amir. A pesar de la serenidad de su esposa, que se deleitaba con los recuerdos recientes, la preocupación de Rachid era un fantasma que solo él podía sentir.Layla rompió el silencio, su voz suave como la brisa que recordaban de su paraíso privado.—Este lugar siempre será es
Y lo peor de todo, la sensación que tuvo en el instante en que conoció a Rachid. Debía simplemente alejar los fantasmas y sabia que solo necesitaba abrir esa puerta para saber la verdad.—Hijo, esas cosas no existen— le escuchó decirle la madre al pequeño, quien seguía tratando de llevarla hacia el baño.—Deben ser dos gemelos los que se encuentran en el baño.Layla trataba de ignorar tanto al niño como a la madre; sin embargo, no era fácil. Nuevamente su mente y sus recuerdos dieron un paseo hacia el pasado a una vieja conversación que había tenido con dos de sus amigas las cuales había una vez caído en cuenta que habían sido engañadas por un par de gemelos idénticos al descubrir cómo ambos se intercambiaban para estar con las dos.—Layla deja de ser tonta— se dijo a sí misma tratando de apartar su mirada de la puerta del baño.No obstante, por más que se decía eso. No podía dejar de ver la puerta por la cual había entrado su esposo. Finalmente dejó de hacerlo perdiéndose en buscar
Rachid se encontraba en su estudio con la mirada perdida más allá del paisaje que ofrecían las amplias ventanas. No podía quitarse de la cabeza la imagen de Layla intentando acercarse a Amir, su hermano, su doble. Y él, el hombre del que realmente estaba enamorada Layla, sólo podía ser un espectador lejano de su propia vida.Cada vez que sus caminos se cruzaban, sentía una punzada aguda de celos. Tenía que ser esquivo, distante, incluso antipático, un papel que le desgarraba el alma cada vez que lo representaba. La ansiedad le carcomía, sabiendo que cada palabra cortante, cada mirada que esquivaba, era una traición al amor que le profesaba a esa mujer.Layla, por su parte, se mostraba confundida ante la nueva frialdad de su esposo. Rachid veía en sus ojos la sombra de la duda, y cada vez que Amir la trataba con una cordialidad distante, sentía que la distancia entre ellos se agrandaba.Amir, pasaba largas horas en el trabajo y, al regresar, se sumergía en tareas que le mantenían aleja