ADVERTENCIA:ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS FUERTES Y EXPLÍCITAS DE VIOLENCIA. SE RECOMIENDA DISCRECIÓN POR PARTE DEL LECTOR.***El ex abogado era un hombre de unos cincuenta años, pero los temores y vicisitudes de sobrevivir en la mafia lo habían hecho envejecer prematuramente, tornando su otrora cabellera negra en un amasijo de canas antes de tiempo.Había sorteado toda clase de peligros en su vida, pero justo cuando había logrado retirarse del negocio con una buena cantidad que le propiciara vivir cómodamente por el resto de sus días, había aparecido el Ivanov para tentarle con una oferta demasiado jugosa como para rechazarla. Y ahora estaba atado de pies y manos, amordazado, y en espera de su sentencia.—No discutiremos el motivo por el que estás aquí, tú mejor que nadie sabe el craso error que cometiste. Ahora, solo te queda enfrentar las consecuencias de tus actos.Guido se estremeció en su silla, intentando librarse de los amarres que lo sujetaban. Temiendo lo que el Padrone y
Algo había sucedido y Sofía lo podía percibir.Alexis la ignoraba constantemente y cuando la miraba lo hacía con una expresión de odio que le ponía la carne de gallina.¿ Alguien había dicho alguna cosa en su contra?¿Tal vez él había cambiado de opinión, decidiendo que era mejor que ella esperase el tiempo pactado de regreso en el foso? Ese pensamiento la hizo temblar.Sin embargo nada podía hacer, si el Don decidía encerrarla de nuevo solo le quedaba reza para tener las fuerzas para sobrevivir, una vez más.—¿Noche agitada, Yura?- comentó Alexis, notando lo desaliñado y trasnochado que se veía su tío.—Fue movidita, sí.- sonrió ampliamente el viejo zorro, guiñándole un ojo a Nikita, quien a su vez comenzó a enrojecer rápidamente.El Don elevó una ceja.Todo parecía indicar que el par de tórtolos había vuelto a la andadas. No le sorprendía, desde hacía días su tío babeaba cada vez que Nikita aparecía. Lo que le preocupaba era que la viuda negra de los bajos fondos hubiera puesto su m
La fábrica de armas de la Yakuza, en Tokio, estaba bien oculta; camuflajeada bajo la inocente fachada de una fábrica de alimentos enlatados. El Don vigilaba el lugar con sus binoculares, desde el edificio que quedaba justamente en frente. Observando el constante entrar y salir de cabecillas y de obreros. —Están intentando replicar mi granada, Alex.- masculló Eván molesto, mientras tecleaba furiosamente en su laptop, habiéndose metido en el sistema de la fábrica y observando los archivos de los prototipos en los que estaban trabajando. —No creo que con una burda imitación sobrepasen la obra de arte que has creado, hermanito.- comentó Alexis, lanzándole una mirada seria a Eván para luego volver a mirar a su objetivo a través de los binoculares.- esta gente no sabe con quién se ha metido. ¿Hiciste las modificaciones que te pedí? —Sí. El control remoto tiene un alcance de hasta dos kilómetros.- masculló Eván, aún furioso. —Perfecto.- murmuró él, dejando caer los binoculares, los cuale
El japonés comenzó a sudar frío, sin embargo sus guardaespaldas dirigieron los cañones de sus armas a Eván. —Ah,ah, ah.- murmuró Eván, subiendo sus piernas a la mesa tras la cuál se sentaba.- si fuera ustedes no haría eso. En segundos otros tres hombres de la escolta explotaron en pedazos. Ante aquello, los restantes mafiosos japoneses bajaron sus armas, temerosos por sus vidas y salieron corriendo del lugar, despavoridos. —La verdad es que me decepcionan chicos.- Susurró Eván divertido.- vine hasta aquí solo por la posibilidad de ver a alguno de ustedes hacerse el harakiri*. Alexis negó, moviendo la cabeza. Divertido ante el comentario de su hermano. —Vamos, suplica por tu miserable vida, gusano.- masculló entre dientes el Don. Yamamoto comenzó a decir una retahíla de cosas en un japonés atropellado y veloz, en lo que Eván sacaba una navaja y se limpiaba la inexistente churre de debajo de sus uñas. —¿Eso te suena a disculpas, hermano?- interrogó el Don. —No lo creo, y aunque a
Al llegar a la Ciudadela, Alexis frunció el entrecejo notando que su familia no lo esperaba en la entrada, incluso Eván se movió incómodo a su lado. Por si las moscas, el Don sacó su arma, manteniéndola en su mano. Una sumisa les abrió la puerta y Alexis supo que algo andaba terriblemente mal. Su madre estaba de pie, pálida, su tía miraba a cualquier punto excepto a él, Yelana lo contemplaba con expresión expectante y Milia estaba francamente temblorosa. —Bienvenido, mi Don.- Susurró su madre. —¿Qué carajos pasó, Nikola?- masculló él, impaciente. Nikola se alisó su impecable peinado con mano temblorosa. —Esta mañana, cuando bajé al primer piso, la encontré muerta al pie de los escalones. Al parecer resbaló y rodó escaleras abajo. Alexis recorrió la sala de espera con su gélida mirada. Todas las mujeres de su familia vestían de negro y todas estaban presentes en la sala de estar, a excepción de una. Cerró sus ojos, apretando fuertemente sus párpados hasta que se visión se tornó
Nikita se acercó a la chica, viendo que se había quedado tirada en el suelo hecha un ovillo, escondiendo el rostro tras las rodillas en espera de más azotes.La rusa comprimió sus labios.—Si continúas con esa mentalidad de esclava eso es lo que serás toda tu vida, niña.La cadera y la espalda de ella sangraban, producto de los azotes. El látigo de la matrona estaba confeccionado con púas en el extremo, las cuales se clavaban en la piel causando heridas. Las de la italiana no eran profundas, por suerte, a penas eran unos arañazos pero igual. Nikita sabía que Alexis se pondría colérico cuando viera las marcas.—Vamos, ponte en pie. Ven conmigo.- murmuró, ofreciéndole su mano, la tomó, poniéndose en pie y juntas se dirigieron a la enfermería. ***—Sì, tiene usted razón. Las heridas son poco profundas, sin embargo, le aplicaré un desinfectante tópico, por precaución.Sofía estaba sentada sobre la camilla de examinación en la enfermería, con la vista fija en el suelo, mientras el médico
De pie, junto a la tumba, el Don de la mafya contemplaba como introducían el cuerpo en la tierra.Un par de fornidos obreros de la fragua comenzaron a palear tierra sobre el féretro y un sudor frío lo recorrió.Todas las sumisas, unas cien mujeres por lo menos, se mantenían también de pie, justo por detrás de dónde estaba su familia.—Di unas palabras, Alex.- Murmuró Eván, aclarándose la garganta.Los acontecimientos de la última media hora lo habían dejado aturdido, parecía que se movía por inercia.Una hora antes:Yura y Oleksander entraron al cubil, encontrando a Alexis pálido y medio petrificado de la impresión.—¿Se lo han contado ya? – indagó Yura. Nikita asintió.—Se lo ha tomado muy mal. Lleva cinco minutos sin pronunciar palabra.Entrando al salón desde la puerta de la cocina se acercó una muchacha, traía el desastroso cabello suelto y con su mano frenaba al cachorro de lobo ya más crecido que sujetaba con una correa.El animal vio al Don y comenzó a gruñirle, mostrándole lo
—Dime que no lo hiciste, sissi.- Susurró Nikola, retorciendo sus manos y paseándose nerviosamente de aquí para allá dentro de la habitación de su hermana. – júrame que tú no no asesinaste a la vieja.Nikita rodó los ojos, sirviéndose un whisky a la roca, le encantaba escuchar el sonido de los cubos hielo chocando contra el cristal de su baso, imaginaba que eso le otorgaba cierta elegancia al acto de beber.—No comprendo cómo puedes sospechar semejante cosa de mí. Por supuesto que no empujé a la vieja murciélaga escaleras abajo, ese no es mi estilo.—Lo sé, lo sé. Sé que te gustan los enfoques más sutiles y que los venenos son tu especialidad, pero no puedo evitar pensar que yo estaba desesperada hace unas horas porque Alex, quería que me largase de aquí, pero después de lo ocurrido, tengo asegurada mi posición bajo este techo.Nikola se dejó caer pesadamente sobre el sofá, ocultando su rostro entre sus manos.—No quiero la muerte de esa mujer en mi conciencia, sissi, por favor. Dime