Sospechoso:

De pie, junto a la tumba, el Don de la mafya contemplaba como introducían el cuerpo en la tierra.

Un par de fornidos obreros de la fragua comenzaron a palear tierra sobre el féretro y un sudor frío lo recorrió.

Todas las sumisas, unas cien mujeres por lo menos, se mantenían también de pie, justo por detrás de dónde estaba su familia.

—Di unas palabras, Alex.- Murmuró Eván, aclarándose la garganta.

Los acontecimientos de la última media hora lo habían dejado aturdido, parecía que se movía por inercia.

Una hora antes:

Yura y Oleksander entraron al cubil, encontrando a Alexis pálido y medio petrificado de la impresión.

—¿Se lo han contado ya? – indagó Yura.

Nikita asintió.

—Se lo ha tomado muy mal. Lleva cinco minutos sin pronunciar palabra.

Entrando al salón desde la puerta de la cocina se acercó una muchacha, traía el desastroso cabello suelto y con su mano frenaba al cachorro de lobo ya más crecido que sujetaba con una correa.

El animal vio al Don y comenzó a gruñirle, mostrándole lo
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