¿Qué tanto ayudaban las relaciones públicas a un hombre? Más de lo que se podía imaginar en el mundo de los negocios. Solo bastaron un par de palabras de Thomas Russo en una conferencia de prensa anunciando su cooperación y nuevos contratos en compañía de los Salvatore, para explotar la bolsa italiana y darle a Aleksander un precio exorbitante en sus acciones. El italiano a pesar de ser joven era inteligente, así que supo manejar la situación, enviaría a un grupo de personas a negociar acuerdos con su abuelo y afianzar relaciones, necesitaba fortalecer la empresa lo más posible y pactar que el precio de sus acciones no bajará de nuevo.Pietro no podía estar más extasiado al respecto, miró las acciones antes por los suelos, alcanzar máximos no vistos ni siquiera cuando él manejaba todo. ¿Cómo era posible que un hombre que no conocía nada de los negocios pudiera llevar las cosas tan bien? Puede que Aleksander no fuera un chico que había estudiado en las mejores universidades, pero sabí
Suiza. Posiblemente uno de los lugares más preciosos que pudiera haber en Europa, sus paisajes naturales y sus construcciones casi medievales le daban un toque místico. Rebecca no podía estar más emocionada al respecto cuando aterrizaron en el aeropuerto de Zurich, donde una camioneta ya les esperaba para llevarlos a su destino. La mujer vestía un lindo vestido de cóctel, pero de inmediato la gabardina de su marido terminó cubriendo sus hombros. —Hace frío aquí. —No demasiado. —¿Quieres enfermarte antes de llegar? —No—respondió ella haciendo a su marido sonreír—, eso sería mala suerte. —Demasiado mala en realidad. Aquella suave pero ligeramente pesada gabardina tenía un olor peculiar, aroma a una fragancia masculina costosa que Aleksander usaba, era de toques amaderados, pero a la vez de especias. Era magnífico. Luego del éxito de las negociaciones con Russo y de que el precio de las acciones rebasara nuevos números hablando de la estabilidad económica de la empresa, Pietro hab
BEIJING Asher miraba con enfado su comida mientras negaba con la cabeza, no deseaba eso de comer, estaba cansado, cansado de todo, cansado de estar allí, cansado de los chinos y de estar notando constantemente las miradas sobre él. Stella había intentando calmarlo, pero nada de lo que su abuela había dicho logró calmarlo, en cambio lo empeoró, pues mirar que su abuela mostraba simpatía por aquel que ante sus ojos le había robado una vida, solo hizo que desechara su opinión. —¿Cuándo podré irme? —Tenemos que tenerlo en observación al menos una semana más, señor Salvatore—murmuró el médico ganándose un gesto de reproche por parte del italiano quien dejó violentamente el tenedor sobre la mesa. Necesitaba volver a Italia lo antes posible, no deseaba quedarse allí esperando a que otros perpetrarán una vida mientras él perdía la suya. Estaba seguro de quienes le habían hecho daño y pensaba hacerlos pedazos. Sus ojos azulados ignoraron al doctor quien le explicó las razones por las cuale
Rebecca era su esposa, delante de Dios y delante del mundo, lo era, era suya a pesar de las circunstancias. Besó sus labios con anhelo, como si no deseara soltarlos nunca. Le sujetaba el rostro mientras la mujer se deleitaba con sus besos pasionales que poco a poco comenzaban a hacerla sentir como nunca antes lo había hecho. La mirada de la italiana era de deseo puro que solo ayudó a incrementar el deseo del hombre que la apegaba a él mientras se dirigían a regañadientes dentro de la cabaña. Con dedos temblorosos Rebecca le desabrochó poco a poco los botones sin abandonar sus labios ni un solo segundo. Esos besos sabían a gloria. Sin poder resistir más la tentación, Aleksander llevó sus manos al trasero de su esposa apegándola a él mientras sentía la suavidad de su piel y calaba su ropa interior de encaje. Imaginó lo linda que se vería en ella, con ese delicado, pero bien torneado cuerpo que tenía. No se había dado a la tarea de tener pensamientos lujuriosos por ella, pues todo ese
Los pasos resonaban por toda la casa, Rebecca corría descalza mientras su marido le perseguía, abrió la puerta y no le importó que sus pies tocaran la maleza húmeda. Dentro de aquella cabaña y en ese ambiente solo podía pensar en una cosa: en paz, paz total. Cuánto hubiera dado por tener que vivir una vida así de tranquila donde no tuviera que preocuparse por nada más que por ser feliz. Eso sí que hubiera sido de lo mas bueno. —¡Rebecca! Fue atrapada por su marido quien no dudó en sostenerla mientras ella sonreía.—¡Espera! ¡Espera! ¡Un momento! —su marido no pareció escuchar y terminó sujetándola y haciéndola reír. Rebecca no recordaba haber sido más feliz en su vida como lo era hasta ese momento. Se aferró a los brazos de su marido. —¿A dónde crees que vas? ¿Creías que podías salir impune luego de robarte mis panqueques? —¡No ha sido mi intención! ¡Lo juro!—¿Debo creerte? —¡Enserio! Te daré un beso en pro de mi inocencia. Una sonrisa apareció en los labios de Aleksander quien
Suiza era uno de los mejores lugares que Rebecca había visitado en su vida, era hermoso, natural y la compañía fue la mejor que pudo haber tenido en toda su vida. Aleksander intentaba complacerla y siempre lograba hacer algo para robarle una sonrisa. Luego de aquella primera ocasión, habían hecho el amor un par de veces más y todas fueron mucho más cómodas y placenteras que la primera. Aleksander parecía tener claro la forma adecuada de colocar sus manos sobre su esposa y ella disfrutaba todo lo que él estaba dispuesto a otorgarle. Tanto placer como estuviera dispuesto a brindarle. —Podría quedarme aquí para siempre—murmuró Rebecca pegándose a su marido mientras este se inclinaba para depositar un beso en su cabello. Ambos permanecían desnudos entre las sabanas y Rebecca se deleitaba con su calor. Era cálido y agradable. —Yo también podría hacerlo.—Sin Camille o Emilia—dijo Rebecca.—Sin papá o Alessia—continuó su marido haciéndola sonreír para luego besar sus labios sin una pizca
Decir que Antonella Salvatore estaba temblando era poco, sus ojos miraron a su hermano con un gesto de sorpresa total. Su hermano mayor estaba allí, delante de ella. Si bien la abuela le había dicho que viajaría a China por Asher, nunca pensó que fuera para traerlo de regreso a Italia. Los ojos de la italiana se llenaron de lágrimas y entonces corrió para envolverlo en un cálido abrazo. No pudo evitarlo y terminó llorando, sintiendo como el alma le regresaba al cuerpo.Su hermano mayor estaba bien.—¿Qué ha pasado? ¿Cuándo has despertado? ¿Dónde está la abuela? —La abuela está en China.—¿Cómo que está en China? —He decidido abandonar el hospital antes de tiempo. Sé que tú sabías que estaba en coma y por eso fue que te llamé, temí que si le decía a mamá ella morirá de un infarto al verme, después de todo estoy muerto. Me siento dolido, Anto, no puedo creer que me hicieras algo así y fueras participe de esto. Antonella le miró y entonces notó la ira en los ojos de su hermano.—¿En q
—No, no, no—decía Pietro a su mujer mientras Alessia se paseaba de un lado a otro intentando presionarlo, estaba enfadada, pero él ya había tomado una decisión—. No hay forma de que intentes convencerme, han pasado un par de meses y yo quiero cambiar los documentos de una vez por todas. Debe importarte un demonio si llamó a mi abogado o no. Deja de vigilarme. La gota que había derramado el vaso, fue que Alessia Salvatore había descubierto que su marido se reuniría con el abogado de la familia para asuntos testamentarios, eso le había encendido la sangre y estaba dispuesta a permitir que Pietro cambiará el testamento. Prefería mil veces que todo fuera regalado a la caridad, que Aleksander fuera heredero. —¿Cómo puedes hacerme esto, Pietro? El hombre golpeó fuertemente la mesa al mirar las lágrimas en los ojos de su esposa. No iba a manipularlo llorando. —¡¿Qué te estoy haciendo?! ¿Piensas que somos inmortales? ¿Piensas que nunca morirás? El tono enfadado del hombre no logró intimi