BEIJING Asher miraba con enfado su comida mientras negaba con la cabeza, no deseaba eso de comer, estaba cansado, cansado de todo, cansado de estar allí, cansado de los chinos y de estar notando constantemente las miradas sobre él. Stella había intentando calmarlo, pero nada de lo que su abuela había dicho logró calmarlo, en cambio lo empeoró, pues mirar que su abuela mostraba simpatía por aquel que ante sus ojos le había robado una vida, solo hizo que desechara su opinión. —¿Cuándo podré irme? —Tenemos que tenerlo en observación al menos una semana más, señor Salvatore—murmuró el médico ganándose un gesto de reproche por parte del italiano quien dejó violentamente el tenedor sobre la mesa. Necesitaba volver a Italia lo antes posible, no deseaba quedarse allí esperando a que otros perpetrarán una vida mientras él perdía la suya. Estaba seguro de quienes le habían hecho daño y pensaba hacerlos pedazos. Sus ojos azulados ignoraron al doctor quien le explicó las razones por las cuale
Rebecca era su esposa, delante de Dios y delante del mundo, lo era, era suya a pesar de las circunstancias. Besó sus labios con anhelo, como si no deseara soltarlos nunca. Le sujetaba el rostro mientras la mujer se deleitaba con sus besos pasionales que poco a poco comenzaban a hacerla sentir como nunca antes lo había hecho. La mirada de la italiana era de deseo puro que solo ayudó a incrementar el deseo del hombre que la apegaba a él mientras se dirigían a regañadientes dentro de la cabaña. Con dedos temblorosos Rebecca le desabrochó poco a poco los botones sin abandonar sus labios ni un solo segundo. Esos besos sabían a gloria. Sin poder resistir más la tentación, Aleksander llevó sus manos al trasero de su esposa apegándola a él mientras sentía la suavidad de su piel y calaba su ropa interior de encaje. Imaginó lo linda que se vería en ella, con ese delicado, pero bien torneado cuerpo que tenía. No se había dado a la tarea de tener pensamientos lujuriosos por ella, pues todo ese
Los pasos resonaban por toda la casa, Rebecca corría descalza mientras su marido le perseguía, abrió la puerta y no le importó que sus pies tocaran la maleza húmeda. Dentro de aquella cabaña y en ese ambiente solo podía pensar en una cosa: en paz, paz total. Cuánto hubiera dado por tener que vivir una vida así de tranquila donde no tuviera que preocuparse por nada más que por ser feliz. Eso sí que hubiera sido de lo mas bueno. —¡Rebecca! Fue atrapada por su marido quien no dudó en sostenerla mientras ella sonreía.—¡Espera! ¡Espera! ¡Un momento! —su marido no pareció escuchar y terminó sujetándola y haciéndola reír. Rebecca no recordaba haber sido más feliz en su vida como lo era hasta ese momento. Se aferró a los brazos de su marido. —¿A dónde crees que vas? ¿Creías que podías salir impune luego de robarte mis panqueques? —¡No ha sido mi intención! ¡Lo juro!—¿Debo creerte? —¡Enserio! Te daré un beso en pro de mi inocencia. Una sonrisa apareció en los labios de Aleksander quien
Suiza era uno de los mejores lugares que Rebecca había visitado en su vida, era hermoso, natural y la compañía fue la mejor que pudo haber tenido en toda su vida. Aleksander intentaba complacerla y siempre lograba hacer algo para robarle una sonrisa. Luego de aquella primera ocasión, habían hecho el amor un par de veces más y todas fueron mucho más cómodas y placenteras que la primera. Aleksander parecía tener claro la forma adecuada de colocar sus manos sobre su esposa y ella disfrutaba todo lo que él estaba dispuesto a otorgarle. Tanto placer como estuviera dispuesto a brindarle. —Podría quedarme aquí para siempre—murmuró Rebecca pegándose a su marido mientras este se inclinaba para depositar un beso en su cabello. Ambos permanecían desnudos entre las sabanas y Rebecca se deleitaba con su calor. Era cálido y agradable. —Yo también podría hacerlo.—Sin Camille o Emilia—dijo Rebecca.—Sin papá o Alessia—continuó su marido haciéndola sonreír para luego besar sus labios sin una pizca
Decir que Antonella Salvatore estaba temblando era poco, sus ojos miraron a su hermano con un gesto de sorpresa total. Su hermano mayor estaba allí, delante de ella. Si bien la abuela le había dicho que viajaría a China por Asher, nunca pensó que fuera para traerlo de regreso a Italia. Los ojos de la italiana se llenaron de lágrimas y entonces corrió para envolverlo en un cálido abrazo. No pudo evitarlo y terminó llorando, sintiendo como el alma le regresaba al cuerpo.Su hermano mayor estaba bien.—¿Qué ha pasado? ¿Cuándo has despertado? ¿Dónde está la abuela? —La abuela está en China.—¿Cómo que está en China? —He decidido abandonar el hospital antes de tiempo. Sé que tú sabías que estaba en coma y por eso fue que te llamé, temí que si le decía a mamá ella morirá de un infarto al verme, después de todo estoy muerto. Me siento dolido, Anto, no puedo creer que me hicieras algo así y fueras participe de esto. Antonella le miró y entonces notó la ira en los ojos de su hermano.—¿En q
—No, no, no—decía Pietro a su mujer mientras Alessia se paseaba de un lado a otro intentando presionarlo, estaba enfadada, pero él ya había tomado una decisión—. No hay forma de que intentes convencerme, han pasado un par de meses y yo quiero cambiar los documentos de una vez por todas. Debe importarte un demonio si llamó a mi abogado o no. Deja de vigilarme. La gota que había derramado el vaso, fue que Alessia Salvatore había descubierto que su marido se reuniría con el abogado de la familia para asuntos testamentarios, eso le había encendido la sangre y estaba dispuesta a permitir que Pietro cambiará el testamento. Prefería mil veces que todo fuera regalado a la caridad, que Aleksander fuera heredero. —¿Cómo puedes hacerme esto, Pietro? El hombre golpeó fuertemente la mesa al mirar las lágrimas en los ojos de su esposa. No iba a manipularlo llorando. —¡¿Qué te estoy haciendo?! ¿Piensas que somos inmortales? ¿Piensas que nunca morirás? El tono enfadado del hombre no logró intimi
Aquella pequeña petición tocaba una fibra sensible, dado que no había tenido oportunidad de convivir casi nada con sus abuelos en la infancia y jamás tuvo oportunidad de llamarlos así... Esa palabra en realidad, parecía extraña en sus labios.Trato de poner su mejor expresión, esa reunión no era para sobreponer un ambiente triste; todo lo contrario. Sabía que Thomas era una buena persona y que deseaba que su nieto fuera feliz.—Me es extraño, no tengo abuelos sanguíneos y no recuerdo haber dicho esa palabra en mucho tiempo, pero si me lo pide usted lo haré, abuelo. —Tengo entendido que tus abuelos maternos murieron cuando eras niña y los paternos, nunca los conociste, no es de extrañar dado que los Leroux murieron hace muchos años. Los conocí, eran gente agradable, aunque no puedo decir lo mismo de Alfredo, que cambió mucho con el pasar de los años. En mi posición como anciano, he visto a gente venir, irse, crecer, caerse y levantarse, esa es una ventaja que te dan las canas. Tenía
Rebecca se quedó paralizada mientras miraba a aquel hombre y notaba el parecido con su hermana, sus ojos miraron su rostro y luego de forma ferviente, sus ojos buscaron las fechas y sintió que un escalofrío le recorrió el cuerpo al notar que la relación había comenzado un año antes de la llegada de su hermana y terminado, siete meses antes de su nacimiento. ¿Qué demonios significaba aquello? No pudo creerlo, miró aquello y se quedó consternada pensando que eso no podía ser. Camille era hija de su padre, era su favorita. Palideció al mirar quien era el hombre, era un chofer alemán que trabajó con su familia no más de un año. ¡Dios mío! Parpadeó y no dudo en analizar el rostro de aquel hombre buscando alguna equivocación, pero es que había cosas que eran inconfundibles. ¿Cómo era posible que su padre no se hubiera dado cuenta? Tal vez porque a esas fechas ya no recordaba la presencia de aquel insignificante hombre y habían pasado muchos años, su padre había tenido conocimiento de los