Caminé con la cabeza en alto, sintiendo las miradas de desaprobación que pesaban sobre mí. Mi madre me había enseñado a mantener la compostura en situaciones difíciles, pero hoy, mi determinación de hacer pagar a Adrián me daba un aire de confianza que normalmente no tenía.
La mansión relucía con luces y decoraciones exquisitas, pero mi mente estaba ocupada en el plan que había elaborado. Al cruzar la entrada, pude sentir los susurros a mis espaldas, como si el vestido que llevaba pusiera en duda mi lugar en ese ambiente de prestigio. Deseche el vestido de bodas que me envió Adrián y escogí el más viejo que tenía. Con cada paso, mi corazón latía más rápido. Sabía que lo que estaba a punto de hacer podría cambiarlo todo. Miré alrededor, buscando a Adrián entre la multitud, y finalmente lo vi, con su impecable traje negro y su sonrisa arrogante. Con determinación, me acerqué a él, ignorando las miradas de incredulidad que me rodeaban. Cuando estuve frente a él, su expresión se transformó en sorpresa al ver mi atuendo. Era evidente que estaba enfadado; sin embargo, estábamos prácticamente frente al juez y no pudo hacer otra cosa más que sonreír. —¿Qué estás haciendo aquí con ese vestido?— preguntó, con un tono de superioridad apenas disimulado. — Es solamente para que jamás olvides quién soy. Te estás casando con una empleada, cariño— Le devolví la sonrisa —Podemos iniciar con la ceremonia —pidió el juez, cuya voz resonó en la espaciosa sala de la mansión Fontana. El ambiente estaba cargado de tensión y expectación mientras los invitados ocupaban sus lugares, y los ojos de todos se centraban en Adrián y en mí. La madre de Adrián, Gloria, lucía una expresión de satisfacción en su rostro, como si estuviera presenciando el cumplimiento de un plan maestro. Por otro lado, el esposo de Gloria tenía una mirada indiferente, como si estuviera asistiendo a un mero trámite. Adrián permanecía impasible a mi lado, y aunque su mirada ardía con desdén, no mostraba ninguna emoción en su rostro. Me preguntaba qué estaría pensando en ese momento, si acaso esto le importaba de alguna manera o si simplemente lo veía como un trámite más. El altar estaba decorado con flores blancas y velas, creando una atmósfera de elegancia que contrastaba con la tensión que llenaba el aire. Yo, Natalia, estaba parada frente al altar junto a Adrián, el hombre al que despreciaba con cada fibra de mi ser. Mis manos temblaban ligeramente mientras sujetaba el ramo de flores blancas, tratando de mantener la compostura ante la mirada expectante de los invitados. El oficiante comenzó a hablar, pronunciando palabras llenas de solemnidad que parecían resonar en mis oídos como un eco distante. A mi lado, Adrián mantenía una expresión impasible, pero sus ojos brillaban con una mezcla de arrogancia y desdén que me hacía desear gritar. —Queridos amigos y familiares— comenzó el oficiante, su voz serena contrastaba con el torbellino de emociones que me invadía.— Estamos aquí reunidos para unir en matrimonio a Adrián Fontana y Natalia Bernal" Me obligué a mantener la mirada al frente, evitando encontrarme con la mirada de Adrián. Sabía que este matrimonio era solo un juego para él, una forma de demostrar su dominio sobre mí. Pero yo estaba decidida a no permitir que ganara. Si él únicamente deseaba el dinero yo también lo deseaba. A medida que el oficiante continuaba con las palabras tradicionales, sentía cómo la ira bullía dentro de mí. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que Adrián me arrastrara a un matrimonio que no significaba nada para ninguno de los dos? —¿Adrián Fontana, aceptas a Natalia Bernal como tu legítima esposa, para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe?— preguntó el oficiante, su voz resonando en el silencio. Adrián asintió con una sonrisa arrogante en los labios. —Lo hago—respondió, su voz llena de confianza. Mis puños se apretaron con fuerza mientras esperaba mi turno para responder. Sabía lo que se esperaba de mí, las palabras que debía decir para sellar este pacto indeseado. Pero en lugar de pronunciar las palabras habituales, me obligué a decir algo que nunca había planeado. —¿Natalia Bernal, aceptas a Adrián Fontana como tu legítima esposa, para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe?— Pregunta el juez —Si acepto. Después de firmar el acta matrimonial, sentí la mirada expectante de los invitados como un peso sobre mis hombros. Sabía lo que venía a continuación: el beso que sellaría nuestra unión frente a todos. Traté de mantener la compostura, aunque mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Me preparé mentalmente para ese momento, pero cuando Adrián se acercó, en lugar de dirigirse a mis labios como era costumbre, solo besó mi mano con una mueca de disgusto apenas disimulada. Sentí una punzada de dolor en el pecho al darme cuenta de que su aversión hacia mí era evidente para todos. Traté de mantener la sonrisa en mi rostro, pero por dentro, mi confianza se desmoronaba. Miré a los invitados, notando las miradas de sorpresa y compasión que me dirigían. Humillarme era su especialidad. —¿A dónde crees que vas? — preguntó molesto, su voz llevaba consigo un matiz de desconfianza. Cuando yo me diirgi a la salida, no estaba interesada en participar en la fiesta. — Voy a mi casa — respondí, manteniendo mi mirada firme en la suya, tratando de transmitir determinación a pesar de la incomodidad de la situación. — Primero me dejas en ridículo al usar esos harapos y ahora pretendes irte en nuestra noche de bodas — reprochó, su tono de voz mostrando claramente su enojo y frustración. — Te recuerdo que somos marido y mujer. Debemos permanecer casados por el lapso de un año y eso incluye vivir en esta mansión — aclaró con un tono firme, enfatizando la situación en la que se encontraban. Él ríe fuerte al ver mi rostro de espanto. —No te tocaré porque no me interesas en lo más mínimo, pero debemos mantener las apariencias —añadió con sarcasmo, dejando en claro su posición y sus intenciones en cuanto a su matrimonio de conveniencia. — Si me permites, iré a celebrar mi noche de bodas con una mujer sexy y hermosa. Tu cuarto seguirá siendo el mismo cuarto de empleados — rió antes de marcharse. Lo odio, pensé con furia y desesperación mientras observaba su figura alejándose.Después de una cena tranquila con los empleados, subí a mi habitación para relajarme. Me di una ducha reconfortante y cambié mi ropa, asegurándome de cepillarme los dientes antes de acostarme. Noté que Adrián se había ido hace un rato, probablemente a pasar el rato con alguna mujer y beber. La casa se sentía extrañamente vacía sin la presencia de Don Thomas. Decidí informarle a mi hermana y a mi madre que me quedaría en la mansión por trabajo, y no hubo objeciones. Me puse un pijama de seda rojo, ajustado pero cómodo. Me dejé llevar por el sueño hasta que el sonido repentino de la puerta abriéndose bruscamente me sacó de mi tranquilidad. Miré hacia la puerta y vi a Adrián, visiblemente desarreglado, entrando a mi habitación. —¿Qué quieres? —pregunté, tratando de ocultar mi nerviosismo detrás de mis palabras. Él soltó una risa cínica al ver mi expresión de sorpresa, como si disfrutara de mi incomodidad. No podía creer que se atreviera a presentarse así en mi habitación. —No te hagas
Adrián Fontana. Me desperté con una sensación de pesadez abrumadora, como si un elefante estuviera sentado en mi pecho. Mis párpados se pegaban con cada intento de abrirlos, y mi cabeza latía con un ritmo que amenazaba con hacerme estallar. La noche anterior era un misterio envuelto en una niebla etílica, no recordaba absolutamente nada. Mi corazón saltó un latido cuando mis ojos se posaron en Natalia, quien yacía junto a mí, apenas cubierta por las sábanas. El enojo me invadió al instante. ¿Cómo pude ser tan estúpido? Había caído en la trampa de esa mujer, esa oportunista que solo buscaba sacar provecho del dinero de mi abuelo. La rabia se mezclaba con la incredulidad mientras miraba su rostro sereno en el sueño. La semejanza entre Natalia y Clara, mi antiguo amor, era asombrosa. Cada rasgo de Natalia parecía una versión distorsionada de lo que una vez amé en Clara. Sus ojos, su sonrisa, incluso la forma en que movía las manos, todo recordaba a mi ex. Era como si el destino se bu
Natalia Bernal Cada paso que daba hacia la clínica pesaba como si llevara el peso del mundo sobre mis hombros. La imagen de mi madre, tan frágil y vulnerable en esa cama de hospital, me llenaba de angustia y desesperación. Sabía que tenía que ser fuerte por ella, pero también temía el momento en que tendría que revelarle la verdad. El olor a desinfectante me golpeó al entrar en la habitación, y mi corazón se encogió al ver a mi madre tendida en la cama, con la palidez de su rostro resaltando aún más su fragilidad. Me acerqué con cautela, tratando de no perturbar su reposo, pero sus ojos se iluminaron al verme. —Natalia, cariño, qué bueno que viniste —dijo con una sonrisa débil, extendiendo su mano hacia mí. Tomé su mano con ternura, sintiendo el frágil latido de su pulso bajo mis dedos. —Hola, mamá. ¿Cómo te sientes hoy? —pregunté, tratando de disimular mi preocupación. —Mejor, gracias a Dios. ¿Y tú, hija? ¿Cómo están las cosas en casa? —preguntó, buscando distracción en l
Habían pasado dos días desde que me casé con Adrián y me entregué a él. La rutina era monótona: durante el día, él estaba en la oficina, y por la noche, regresaba a casa, cenábamos con su madre y su padrastro, y luego se iba a un bar. Más tarde ntentaba entrar en mi habitación, pero yo había cerrado con llave, impidiéndole el paso. Prácticamente no nos dirigíamos la palabra. Los sirvientes murmuraban que no éramos un matrimonio de verdad, pero eso no me importaba en lo más mínimo. Sin embargo, debí visitarlo en su oficina porque ya era fecha de pago y él no me había depositado el dinero para el tratamiento de mi madre. Cuando llegué a su oficina, me di cuenta de que estaba de mal humor, rodeado de una pila de documentos hasta el techo. Al verme, frunció el ceño. —Adrián, ¿qué está pasando? ¿Por qué no has depositado el dinero que me corresponde?— Indagué — ¿Acaso crees que no tengo cosas más importantes que hacer que ocuparme de tus asuntos?— Pregunta en un tono burlón. —Pe
Mientras desayunaba con los empleados, sentía un peso considerablemente menor en mis hombros. Finalmente, había logrado asegurar el dinero necesario para el tratamiento de mamá. Cada bocado era un pequeño acto de celebración, un recordatorio de que mi esfuerzo había valido la pena y que estábamos un paso más cerca de ayudar a mamá a recuperarse. Aunque la presencia de Adrián y su familia seguía siendo una molestia constante en mi mente, por el momento podía apartar esos pensamientos y concentrarme en lo que realmente importaba: el bienestar de mamá. No tenía tiempo ni energía para lidiar con sus dramas y sus malas actitudes. Mi enfoque estaba en el objetivo, en asegurar que mamá recibiera el tratamiento que necesitaba desesperadamente. Mi mente también divagaba hacia Álvaro, el único miembro de la familia con el que podía relacionarme de alguna manera. Su ausencia en la mansión desde que se fue a rehabilitación había dejado un vacío palpable, una sensación de soledad que aún persis
Adrián Fontana. El murmullo de conversaciones llenaba el aire mientras nos sentábamos a almorzar en familia. Sin embargo, mi mente estaba en otro lugar, perdida en los recuerdos que se agolpaban en mi cabeza. Había pasado más de una semana desde que nos casamos con Natalia, pero los fantasmas del pasado seguían atormentándome. Mis pensamientos se desviaron hacia nuestra primera vez juntos, el momento en que la hice mía por completo. Al principio, los recuerdos eran borrosos, pero a medida que mi mente se sumergía en aquellos momentos, todo comenzaba a cobrar vida: sus labios suaves, su piel cálida, su cuerpo temblando entre mis brazos. Era como revivir un sueño que creía olvidado. Sin embargo, cada vez que la miraba, veía a Clara reflejada en sus ojos. Las dos mujeres eran tan parecidas y, al mismo tiempo, tan diferentes, que me sentía atrapado en un laberinto de emociones confusas. La tensión en la mesa era palpable, y podía sentir el resentimiento emanando de Natalia. Sin pe
Natalia Bernal. Aún no puedo creer que Álvaro haya regresado. Él ha sido mi mejor amigo desde que entré a trabajar en esta casa hace tres años. Siempre ha sido tan amable y me ha apoyado muchísimo con la enfermedad de mi mamá. Pero a pesar de su bondad, sé que Álvaro tiene sus propios demonios. Ha luchado contra ataques de ira y ha enfrentado problemas con la adicción a las sustancias. Siempre ha sido un misterio para mí, pero sé que algo grave sucedió en esta familia hace años. Sin embargo, nunca me he atrevido a preguntar. Nos dirigimos hacia la sala, Álvaro, Gloria y yo, mientras Ernesto se apartaba para realizar una llamada. Estaba a punto de sentarme en el sofá cuando Adrián me tomó de la cintura y me obligó a sentarme en sus piernas. Su acción me tomó por sorpresa, pero antes de que pudiera protestar, su mirada intensa me hizo quedarme quieta. "¿Qué estás haciendo?" Murmuré, tratando de mantener la calma mientras sentía el calor de su cuerpo contra el mío. "Quiero que
Los días pasaron con rapidez, y con ellos, las tensiones entre Adrián y yo parecían aumentar. A menudo discutíamos, pero frente a Álvaro, él se mostraba gentil y amoroso conmigo. No sabía si estaba celoso o qué era lo que le pasaba. Pasé varias tardes recorriendo tiendas con la señora Gloria para renovar mi guardarropa. Finalmente, encontré un vestido muy bello para esta noche, aunque era más recatado de lo que me gustaba. Aunque no era mi estilo habitual, decidí que sería adecuado para la ocasión. Cuando me di cuenta de que Álvaro estaba practicando con su guitarra en un rincón de la sala, algo dentro de mí me impulsó a acercarme. Sus dedos se movían con destreza sobre las cuerdas, y su voz resonaba en la habitación, entonando una bella canción que parecía fluir de manera natural. Álvaro siempre fue muy expresivo con sus sentimientos, y en ese momento, mientras lo observaba perdido en su música, podía sentir la intensidad de sus emociones en cada acorde. Su rostro reflejaba