Natalia Bernal Cada paso que daba hacia la clínica pesaba como si llevara el peso del mundo sobre mis hombros. La imagen de mi madre, tan frágil y vulnerable en esa cama de hospital, me llenaba de angustia y desesperación. Sabía que tenía que ser fuerte por ella, pero también temía el momento en que tendría que revelarle la verdad. El olor a desinfectante me golpeó al entrar en la habitación, y mi corazón se encogió al ver a mi madre tendida en la cama, con la palidez de su rostro resaltando aún más su fragilidad. Me acerqué con cautela, tratando de no perturbar su reposo, pero sus ojos se iluminaron al verme. —Natalia, cariño, qué bueno que viniste —dijo con una sonrisa débil, extendiendo su mano hacia mí. Tomé su mano con ternura, sintiendo el frágil latido de su pulso bajo mis dedos. —Hola, mamá. ¿Cómo te sientes hoy? —pregunté, tratando de disimular mi preocupación. —Mejor, gracias a Dios. ¿Y tú, hija? ¿Cómo están las cosas en casa? —preguntó, buscando distracción en l
Habían pasado dos días desde que me casé con Adrián y me entregué a él. La rutina era monótona: durante el día, él estaba en la oficina, y por la noche, regresaba a casa, cenábamos con su madre y su padrastro, y luego se iba a un bar. Más tarde ntentaba entrar en mi habitación, pero yo había cerrado con llave, impidiéndole el paso. Prácticamente no nos dirigíamos la palabra. Los sirvientes murmuraban que no éramos un matrimonio de verdad, pero eso no me importaba en lo más mínimo. Sin embargo, debí visitarlo en su oficina porque ya era fecha de pago y él no me había depositado el dinero para el tratamiento de mi madre. Cuando llegué a su oficina, me di cuenta de que estaba de mal humor, rodeado de una pila de documentos hasta el techo. Al verme, frunció el ceño. —Adrián, ¿qué está pasando? ¿Por qué no has depositado el dinero que me corresponde?— Indagué — ¿Acaso crees que no tengo cosas más importantes que hacer que ocuparme de tus asuntos?— Pregunta en un tono burlón. —Pe
Mientras desayunaba con los empleados, sentía un peso considerablemente menor en mis hombros. Finalmente, había logrado asegurar el dinero necesario para el tratamiento de mamá. Cada bocado era un pequeño acto de celebración, un recordatorio de que mi esfuerzo había valido la pena y que estábamos un paso más cerca de ayudar a mamá a recuperarse. Aunque la presencia de Adrián y su familia seguía siendo una molestia constante en mi mente, por el momento podía apartar esos pensamientos y concentrarme en lo que realmente importaba: el bienestar de mamá. No tenía tiempo ni energía para lidiar con sus dramas y sus malas actitudes. Mi enfoque estaba en el objetivo, en asegurar que mamá recibiera el tratamiento que necesitaba desesperadamente. Mi mente también divagaba hacia Álvaro, el único miembro de la familia con el que podía relacionarme de alguna manera. Su ausencia en la mansión desde que se fue a rehabilitación había dejado un vacío palpable, una sensación de soledad que aún persis
Adrián Fontana. El murmullo de conversaciones llenaba el aire mientras nos sentábamos a almorzar en familia. Sin embargo, mi mente estaba en otro lugar, perdida en los recuerdos que se agolpaban en mi cabeza. Había pasado más de una semana desde que nos casamos con Natalia, pero los fantasmas del pasado seguían atormentándome. Mis pensamientos se desviaron hacia nuestra primera vez juntos, el momento en que la hice mía por completo. Al principio, los recuerdos eran borrosos, pero a medida que mi mente se sumergía en aquellos momentos, todo comenzaba a cobrar vida: sus labios suaves, su piel cálida, su cuerpo temblando entre mis brazos. Era como revivir un sueño que creía olvidado. Sin embargo, cada vez que la miraba, veía a Clara reflejada en sus ojos. Las dos mujeres eran tan parecidas y, al mismo tiempo, tan diferentes, que me sentía atrapado en un laberinto de emociones confusas. La tensión en la mesa era palpable, y podía sentir el resentimiento emanando de Natalia. Sin pe
Natalia Bernal. Aún no puedo creer que Álvaro haya regresado. Él ha sido mi mejor amigo desde que entré a trabajar en esta casa hace tres años. Siempre ha sido tan amable y me ha apoyado muchísimo con la enfermedad de mi mamá. Pero a pesar de su bondad, sé que Álvaro tiene sus propios demonios. Ha luchado contra ataques de ira y ha enfrentado problemas con la adicción a las sustancias. Siempre ha sido un misterio para mí, pero sé que algo grave sucedió en esta familia hace años. Sin embargo, nunca me he atrevido a preguntar. Nos dirigimos hacia la sala, Álvaro, Gloria y yo, mientras Ernesto se apartaba para realizar una llamada. Estaba a punto de sentarme en el sofá cuando Adrián me tomó de la cintura y me obligó a sentarme en sus piernas. Su acción me tomó por sorpresa, pero antes de que pudiera protestar, su mirada intensa me hizo quedarme quieta. "¿Qué estás haciendo?" Murmuré, tratando de mantener la calma mientras sentía el calor de su cuerpo contra el mío. "Quiero que
Los días pasaron con rapidez, y con ellos, las tensiones entre Adrián y yo parecían aumentar. A menudo discutíamos, pero frente a Álvaro, él se mostraba gentil y amoroso conmigo. No sabía si estaba celoso o qué era lo que le pasaba. Pasé varias tardes recorriendo tiendas con la señora Gloria para renovar mi guardarropa. Finalmente, encontré un vestido muy bello para esta noche, aunque era más recatado de lo que me gustaba. Aunque no era mi estilo habitual, decidí que sería adecuado para la ocasión. Cuando me di cuenta de que Álvaro estaba practicando con su guitarra en un rincón de la sala, algo dentro de mí me impulsó a acercarme. Sus dedos se movían con destreza sobre las cuerdas, y su voz resonaba en la habitación, entonando una bella canción que parecía fluir de manera natural. Álvaro siempre fue muy expresivo con sus sentimientos, y en ese momento, mientras lo observaba perdido en su música, podía sentir la intensidad de sus emociones en cada acorde. Su rostro reflejaba
Me miré en el espejo, y apenas pude reconocerme. El vestido blanco, tan elegante y recatado, era completamente diferente a lo que solía usar. La señora Gloria había insistido en maquillarme y hasta me había prestado una de sus joyas, algo que nunca imaginé que llevaría. Bajé las escaleras hacia la sala principal, donde la atmósfera estaba cargada con la energía de los socios, inversionistas y empresarios asociados a la familia Fontana. Sentía que todos los ojos estaban sobre mí. En ese momento, Adrián apareció a mi lado, tomando mi brazo con seguridad antes de presentarme a sus amigos. —Esta es Natalia Bernal mi compañera de la universidad —dijo Adrián con una sonrisa que apenas ocultaba su nerviosismo. —Nos enamoramos locamente mientras estudiaba en Inglaterra y me hizo el honor de convertirse en mi esposa.—continuó, mientras yo asentía con una sonrisa forzada, consciente de las reglas que me habían impuesto. Era una actuación en la que me había visto obligada a participar, dejan
Al llegar a mi habitación, liberé un suspiro al quitarme ese horrible vestido que me recordaba demasiado a ella. La ducha se convirtió en mi refugio, un lugar donde podía dejar fluir mis lágrimas sin temor a ser juzgada. ¿Por qué me dolía tanto ver a esa mujer que era una réplica casi perfecta de mí? Cada gota de agua que caía sobre mi piel era como un intento de lavar la confusión y el dolor que me invadían. No entendía por qué me afectaba tanto su presencia, su semblante que reflejaba una familiaridad incómoda. Entonces, las piezas empezaron a encajar en mi mente. Adrián, nunca me vio a mí. Siempre fui una sombra, una mera ilusión de lo que él deseaba. Si compartimos momentos íntimos, fue por el eco de su verdadero amor hacia ella. Clara era su todo, su razón de ser, y yo, simplemente, una sombra pálida en comparación. En ese instante, la verdad golpeó con una crudeza despiadada: yo siempre sería la segunda opción en su vida, el reemplazo imperfecto de lo que realmente anhelab