La odio

Adrián Fontana.

Me desperté con una sensación de pesadez abrumadora, como si un elefante estuviera sentado en mi pecho. Mis párpados se pegaban con cada intento de abrirlos, y mi cabeza latía con un ritmo que amenazaba con hacerme estallar. La noche anterior era un misterio envuelto en una niebla etílica, no recordaba absolutamente nada.

Mi corazón saltó un latido cuando mis ojos se posaron en Natalia, quien yacía junto a mí, apenas cubierta por las sábanas. El enojo me invadió al instante. ¿Cómo pude ser tan estúpido? Había caído en la trampa de esa mujer, esa oportunista que solo buscaba sacar provecho del dinero de mi abuelo. La rabia se mezclaba con la incredulidad mientras miraba su rostro sereno en el sueño.

La semejanza entre Natalia y Clara, mi antiguo amor, era asombrosa. Cada rasgo de Natalia parecía una versión distorsionada de lo que una vez amé en Clara. Sus ojos, su sonrisa, incluso la forma en que movía las manos, todo recordaba a mi ex. Era como si el destino se burlara de mí, obligándome a casarme con una versión alterada de la mujer que alguna vez juré amar.

Pero sabía en lo más profundo de mi ser que este matrimonio no duraría mucho. No podía imaginar pasar el resto de mi vida junto a alguien que solo buscaba aprovecharse de mi familia y de mí. Esa miserable había sido amante de mi abuelo, se aprovechó de un viejo indefenso y deseaba apoderarse de su fortuna.

—¿Qué m****a haces en mi habitación, Natalia?— Pregunté molesto mientras me sentaba en la cama.

—Estamos en mi habitación, ¿Tú entraste anoche y...?.. — Musita ella.

—¿Abusé de ti? No me hagas reír, preciosa. Este debe ser otro de tus trucos para engatusarme y meterte en mi cama...— Carcajee

—No le permito...— Intenta defenderse, pero yo la interrumpí.

—Tú permites lo que se me da la gana, ¿entiendes? Si no quiero, no te deposito tu mensualidad... dime, ¿para qué quieres tanto dinero?— Indagué.

—Pues yo...

—Sabes qué, olvídalo, no me interesa.— Rodee los ojos mientras comencé a vestirme —¿Qué? ¿No tienes nada más que decir, Natalia? ¿Acaso te quedaste sin excusas baratas para justificar que seas una arribista?

—¡No le permití que me ofenda!— Grita molesta, la empleadita tiene garras.

—Fue un error, jamás volverá a pasar. — Afirmé — Seguramente ni siquiera estuvo tan bueno porque no me acuerdo.

Vi cómo las lágrimas empezaban a empañar los ojos de Natalia, pero para mí eran insignificantes, simplemente una muestra más de su teatro manipulador. No me importaba en lo más mínimo para qué necesitaba el dinero. En ese momento, solo veía a una oportunista, una mujer sin escrúpulos que se había infiltrado en mi vida con la misma astucia que una serpiente.

Era una réplica exacta de aquella desdichada que una vez me traicionó. Su rostro angelical y su aparente inocencia no me engañarían esta vez. Decidí que no la dejaría salirse con la suya. Haría de su vida un completo infierno, un castigo por atreverse a cruzar mi camino.

Este año sería el peor de su vida, lo juré frente al espejo mientras su imagen se desvanecía detrás de mí.

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