Los días pasaron con rapidez, y con ellos, las tensiones entre Adrián y yo parecían aumentar. A menudo discutíamos, pero frente a Álvaro, él se mostraba gentil y amoroso conmigo. No sabía si estaba celoso o qué era lo que le pasaba. Pasé varias tardes recorriendo tiendas con la señora Gloria para renovar mi guardarropa. Finalmente, encontré un vestido muy bello para esta noche, aunque era más recatado de lo que me gustaba. Aunque no era mi estilo habitual, decidí que sería adecuado para la ocasión. Cuando me di cuenta de que Álvaro estaba practicando con su guitarra en un rincón de la sala, algo dentro de mí me impulsó a acercarme. Sus dedos se movían con destreza sobre las cuerdas, y su voz resonaba en la habitación, entonando una bella canción que parecía fluir de manera natural. Álvaro siempre fue muy expresivo con sus sentimientos, y en ese momento, mientras lo observaba perdido en su música, podía sentir la intensidad de sus emociones en cada acorde. Su rostro reflejaba
Me miré en el espejo, y apenas pude reconocerme. El vestido blanco, tan elegante y recatado, era completamente diferente a lo que solía usar. La señora Gloria había insistido en maquillarme y hasta me había prestado una de sus joyas, algo que nunca imaginé que llevaría. Bajé las escaleras hacia la sala principal, donde la atmósfera estaba cargada con la energía de los socios, inversionistas y empresarios asociados a la familia Fontana. Sentía que todos los ojos estaban sobre mí. En ese momento, Adrián apareció a mi lado, tomando mi brazo con seguridad antes de presentarme a sus amigos. —Esta es Natalia Bernal mi compañera de la universidad —dijo Adrián con una sonrisa que apenas ocultaba su nerviosismo. —Nos enamoramos locamente mientras estudiaba en Inglaterra y me hizo el honor de convertirse en mi esposa.—continuó, mientras yo asentía con una sonrisa forzada, consciente de las reglas que me habían impuesto. Era una actuación en la que me había visto obligada a participar, dejan
Al llegar a mi habitación, liberé un suspiro al quitarme ese horrible vestido que me recordaba demasiado a ella. La ducha se convirtió en mi refugio, un lugar donde podía dejar fluir mis lágrimas sin temor a ser juzgada. ¿Por qué me dolía tanto ver a esa mujer que era una réplica casi perfecta de mí? Cada gota de agua que caía sobre mi piel era como un intento de lavar la confusión y el dolor que me invadían. No entendía por qué me afectaba tanto su presencia, su semblante que reflejaba una familiaridad incómoda. Entonces, las piezas empezaron a encajar en mi mente. Adrián, nunca me vio a mí. Siempre fui una sombra, una mera ilusión de lo que él deseaba. Si compartimos momentos íntimos, fue por el eco de su verdadero amor hacia ella. Clara era su todo, su razón de ser, y yo, simplemente, una sombra pálida en comparación. En ese instante, la verdad golpeó con una crudeza despiadada: yo siempre sería la segunda opción en su vida, el reemplazo imperfecto de lo que realmente anhelab
Aún no podía creer que Álvaro me hubiera besado de esa manera. Nunca imaginé que él pudiera sentir algo por mí. Siempre lo había visto como un amigo, cercano y confiable. Él es muy guapo, me cuida, hemos compartido risas y confidencias durante muchos años. Si no estuviera el acuerdo de matrimonio en medio, seguramente le daría una oportunidad, porque sería muy fácil enamorarme de Álvaro. Con él, todo es simple, todo es natural. Pero en este momento, todo es complicado. Estoy casada con su hermano, y tengo que mantener ese matrimonio durante un año. La realidad de mi situación me golpea con fuerza, recordándome las complicaciones de mis sentimientos. Me doy cuenta de la forma en que mi hermana Paula me mira, con una expresión entre enfado y sorpresa, lo cual me saca de mis pensamientos. La presencia de Paula es un recordatorio constante de la maraña de secretos y acuerdos que han alterado mi vida de manera inesperada. —Es increíble, Natalia. Me juzgas a mí y traes aquí a Álvaro p
Adrián Fontana. Me encuentro en la oficina con Clara, y el estrés del trabajo se acumula sobre mis hombros. Los documentos se amontonan en mi escritorio y las llamadas no cesan. Como si no fuera suficiente, la sociedad con el señor Harrington añadirá aún más complicaciones a una situación ya de por sí complicada. Sin embargo, esta alianza es necesaria; la empresa de mi familia está en riesgo y no podemos permitirnos perder esta oportunidad. Ernesto, el esposo de mi madre, y mi hermano Álvaro han sido un verdadero desastre en la gestión de los negocios. Sus manejos irresponsables han arrojado pérdidas significativas, y ahora me toca a mí intentar salvar lo que ellos casi destruyeron. Lo que más me frustra es que Natalia y mi madre lo consideran a Álvaro perfecto, un modelo de integridad y competencia. No pueden ver más allá de su fachada; para ellas, él no es más que un inútil que ha puesto en peligro todo lo que hemos trabajado para construir. Estoy decidido a remediar la sit
Natalia Bernal. Finalmente, le pedí a uno de los choferes de la mansión que nos llevara a la concesionaria de coches y trajo mi bello carro rojo hasta la puerta de la mansión de los Fontana. La sensación de tenerlo frente a mí, reluciendo bajo el sol de la tarde, era gratificante. Llegué a la mansión con Paula y sus maletas. Había tomado una decisión importante: ella viviría conmigo. Era hora de tener a mi hermana cerca, especialmente ahora que mi madre necesitaba cuidados especiales. Si Adrián consideraba que era una interesada, me cansaría de demostrarle lo contrario. Comenzaría a comportarme como lo que él pensaba. Además, necesitaba controlar a Paula, y para eso necesitaba tenerla cerca. No podía permitir que se quedara sola en casa, especialmente sin la presencia de mi madre, y además, seguía siendo menor de edad. Era mi responsabilidad asegurarme de que estuviera bien cuidada y protegida. —WOW, es un enorme castillo, Natalia —exclamó Paula, maravillada por la imponente
Me desperté con el sol apenas asomando por la ventana y un nudo en el estómago. La situación con Adrián me había dejado agotada emocionalmente, pero mi deber como hermana mayor me impulsaba a levantarme y enfrentar el día. Me dirigí a la habitación de Paula, esperando encontrarla allí, pero la cama estaba vacía. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me apresuraba a buscarla por la casa. Finalmente, la encontré en el comedor, sentada frente a Álvaro, desayunando y charlando animadamente. Mi corazón dio un vuelco al verlos juntos. Había estado evitando a Álvaro desde aquel incómodo beso, y la idea de enfrentarlo nuevamente me llenaba de ansiedad. Traté de mantener la compostura mientras me acercaba a la mesa, pero mis emociones estaban en guerra dentro de mí. No quería ni siquiera ver a Álvaro, pero sabía que no podía evitarlo por mucho tiempo. Con un suspiro, me senté a su lado, tratando de ignorar la incomodidad que se había instalado entre nosotros. — Hola, buenos días.— S
Decidí alejarme del drama en la mansión visitando a mi madre en la clínica. Pasar tiempo con ella siempre me brindaba una sensación de paz y perspectiva. Le aseguré que todo estaba bien con Paula y que ya estaba viviendo en la mansión conmigo. Suspiró aliviada, la preocupación que había tensado su rostro se suavizó un poco. Pasé unas horas hablando con ella, intentando que se sintiera lo más cómoda y segura posible. Prometí mantenerla informada de todo y la tranquilicé, diciéndole que me aseguraría de que Paula se enfocara en sus estudios. Al regresar a la mansión, noté inmediatamente el caos en mi habitación. Paula estaba dentro, hurgando en mi clóset con una expresión concentrada. Había vestidos esparcidos por toda la habitación, algunos colgando de las perchas de manera precaria, otros tirados en la cama y el suelo. —¿Qué estás haciendo, Paula? —pregunté, tratando de mantener la calma mientras absorbía el desorden a mi alrededor. —Buscando algo que ponerme para la fiesta d